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475 AÑOS DE LA ENTRADA DE JORGE ROBLEDO
AL VALLE DE ABURRÁ EN BUSCA DEL VALLE DE ARVÍ
(JULIO DE 1541)

mapa rutas de robledo y vadillo.jpg

  • Planificación de la conquista de Antioquia desde Cali y Anserma

 

Para los primeros conquistadores, el valle de Aburrá solo fue un hermoso paraje y un abundante depósito de comida, pero carente de oro, con el que se encontraron en julio/agosto del año 1541 en el camino que llevaban en busca de un fabuloso valle llamado Arví. Demoraría más de un siglo (1675) establecer en el valle de Aburrá una villa castellana.

Dejando sentado que el valle de Aburrá fue un mero lugar de paso, que por el momento no resultaba atractivo para fundar una población, lo conducente es reconstruir la campaña militar que culminó con la fundación de la ciudad de Antioquia, para lo cual pueden tomarse varios puntos de partida:

  • Cali, ciudad donde se planificó desde comienzos de 1539 la campaña de conquista de las minas de Buriticá, cuya existencia la dio a conocer la expedición previa de Juan Vadillo;
  • Anserma, fundada en agosto de 1539, desde donde se dirigió la conquista de la distendida región del Cauca Medio;
  • Cartago, fundada en agosto de 1540, ciudad a partir de la cual, con breves digresiones políticas a Cali y Anserma, comenzó en enero de 1541 el movimiento de tropas hacia el norte, aunque no precisamente con miras de llegar a Buriticá sino de encontrar una entrada al valle de Arví (valle del río Magdalena);
  • Arma, provincia aún sin ciudad, desde la cual los españoles, no hallando paso para atravesar la cordillera central, descienden en junio de 1541 a las riberas del río Cauca y toman el rumbo que los conduce al valle de Aburrá;
  • Valle de Aburrá, paraje adonde llegan a finales de julio, en el que tampoco fundan ciudad pero donde hacen el último intento de pasar al valle de Arví por el actual valle de San Nicolás (Rionegro),  que al resultar fallido hace que Robledo tome en agosto de 1541 la decisión de descender de nuevo al río Cauca y pasar a la otra banda, rumbo que inequívocamente lo conduciría a la fundación de la ciudad de Antioquia en diciembre del mismo año.

 

En Cali, fundada el 25 de julio de 1536 por Sebastián de Belalcázar, se identifica el más remoto designio de la conquista de Antioquia, cuando el 24 de diciembre de 1538 arriba a esta precaria ranchería la expedición de Juan Vadillo, gobernador ilegítimo de Cartagena, quien había salido en enero de ese año del golfo de Urabá con una expedición de 200 españoles en busca del tesoro de Dabaibe y en el camino llegó al pueblo de Buriticá, sitio de ricas minas de oro. Al llegar a Cali se desbarató la expedición de Vadillo y sus soldados se pasaron a las tropas peruanas, no sin antes contar la noticia de haber descubierto las fabulosas minas de donde se extraía la materia prima de las miles de figurillas de oro saqueadas de las sepulturas del valle del Sinú, en un cerro llamado Buriticá, al tiempo que se quejaban de que Vadillo no hubiera querido fundar ciudad en ellas (Nota 1).

Ahí se abrió el apetito, como escribe coloquialmente Jorge Orlando Melo al abordar la descripción de la ruta de Robledo hacia Antioquia:

Las expediciones anteriores abrieron el apetito: se había visto que la región era muy poblada y evidentemente tenía buenas minas de oro: los españoles, después de 30 años de andar en la costa, encontraban al fin las fuentes del oro, que hasta entonces habían obtenido por saqueos o intercambios (Nota 2).

En Cali se encontraban 300 hombres de tropas llegadas con Belalcázar desde el Perú y que en diciembre de 1538 estaban al mando de Lorenzo de Aldana, teniente general de Quito, quien fue enviado por Francisco Pizarro a Popayán para perseguir a Belalcázar, de quien se sospechaba andaba descubriendo tierras por su cuenta para pedir una gobernación propia, como en efecto lo hacía. Vadillo, viéndose en tierra ajena, quiso enviar a uno de sus capitanes a que se devolviera a fundar una ciudad en Buriticá, pero Aldana se lo impidió, presentándose el primer forcejeo por las tierras antioqueñas:

Y al cabo de algunos días, como el licenciado Vadillo viese que había salido de Cartagena con armada tan pujante y españoles tan valerosos, y no había hecho ninguna población, como los demás capitanes suelen hacer, vínole voluntad de enviar un capitán a poblar las provincias de Buriticá, y entre algunos españoles se trataba lo mismo o se platicaba públicamente; y estando Aldana en su posada tuvo aviso de estos movimientos, y pesóle, porque Vadillo, después de haber dejado las provincias alborotadas quisiese enviar alguna gente a poblar, cosa que ellos no sabían hacer y era aborrecible, e determinó de no lo consentir ni dar lugar a que capitán ninguno saliese de la ciudad sin su licencia y mandado (Nota 3).

Después de un duro altercado entre estos jefes (Nota 4), Vadillo debió abandonar Cali y salir por Quito y el puerto de Paita (Perú) para Panamá. Sus hombres lo abandonaron y pasaron a engrosar las huestes del Perú. Por su parte, con la buena nueva de las minas de Buriticá, con tropas frescas propias y con los refuerzos inesperados de Cartagena, Lorenzo de Aldana planificó la conquista hasta dichas minas, a partir de la fundación de una ciudad en el territorio de Anserma que ya había sido explorado Belalcázar desde 1536. Para comandar esta campaña comisionó al capitán Jorge Robledo, uno de los alcaldes de Cali Nota 5).

En su camino hacia el norte de Cali, Robledo se topó con una tropa comandada por Pedro Graciano y Luis Bernal que iba en persecución de Vadillo, lo que obligó a Robledo a apresurarse a fundar la ciudad de Santa Ana de los Caballeros el 15 de agosto de 1539 (en 1541 llamada Anserma), donde recibió a los jefes cartageneros, quienes objetaron la fundación de la ciudad, ya que por los poderes que traía Vadillo el territorio le correspondía a la Gobernación de Cartagena. Robledo desatendió estas razones. Además, constaba que Belalcázar había explorado hasta Cartama (Marmato) en 1536.

Desde el punto de vista militar, el punto de partida para la conquista del futuro territorio antioqueño sería la ciudad de Anserma, la cual fue fundada como cabeza de playa para emprender la invasión de las tierras indígenas hasta Buriticá. De hecho, en el relato de Pedro Sarmiento, primer escribano de Robledo, a la nueva ciudad se le extendió la jurisdicción hasta aquellas minas:

Y el dicho señor Capitán dijo allí que allí fundaba la dicha ciudad, según dicho es, y con aditamento que si otro mejor sitio hallase, que la pudiese mudar en parte más conveniente, lo cual pasó el día de Nuestra Señora de Agosto; e señaló los términos de la dicha ciudad hasta las minas de Buriticá e por el río arriba hasta la provincia de los Gorrones, e por los lados  treinta leguas por cada cabo (Nota 6).

Para resumir, la conquista de Antioquia se planificó desde Cali con la meta de poblar las minas de Buriticá y se puso en ejecución con la fundación de Anserma el 15 de agosto de 1539.

  • El desvío de la ruta de Buriticá para ir en busca del rico valle de Arví

 

Una vez fundada Anserma, Robledo comisionó grupos de soldados en distintas direcciones para explorar el territorio circundante, uno de ellos fue enviado a recorrer el camino abierto por Vadillo, a mando de Suer de Nava, quien al regreso confirmó la existencia de las minas de Buriticá:

Y luego dende a pocos dias, el dicho Capitan eligió por Capitan en nombre de su señoria a Suero de Nava, alcalde, y lo envió con ciencuenta hombres de a pié y de a caballo a conquistar la provincia de Caramanta, y corrió a Buritica, que eran términos de la dicha cibdad para que les dijese a los señores de aquellas provincias a lo que era venido y les hiciese entender lo necesario. Y allí el dicho capitan Suero de Nava tuvo mucho recuentros de indios, y otros lo que salian de paz, por manera que llegó hasta las provincias de Palasla Metiané Buritica donde en los pueblos que se aposentaba con su gente, hallaba grandes fundiciones de oro y crisoles y carbon. y por ser la tierra belicosa y estar la gente cansada é habelle muerto dos caballos y herido algunos españoles, se volvió a la dicha cibdad, a cabo de setenta dias que por allí anduvo, sin peligrar español alguno, y truje larga relación de muchos pueblos y caciques por de anduvo (Nota 7)

Con esta información sería de suponer que el capitán español condujera el grueso de sus tropas por el camino de Caramanta para llegar lo más pronto y directamente hasta las minas de Buriticá y fundar una ciudad en sus cercanías para explotarlas. Incluso podría pensarse que el itinerario finalmente escogido por la otra banda del río Cauca tuvo como finalidad ineluctable acceder a Buriticá, y en este sentido, para abrir esta ruta, Robledo habría fundado Cartago, conquistado Arma y cruzado el valle de Aburrá.

Pero el asunto es un poco más complejo, porque aparte del oro (o del Tesoro) estaba también la variable política, pues el deseo de Robledo era descubrir tierras nuevas para reclamar una gobernación propia ante la Corona, y Buriticá ya tenía asegurado el pleito con la gobernación de Cartagena, por el paso previo de Vadillo, Bernal y Graciano por la zona. Esta circunstancia motivó a Jorge Robledo a emprender la aventura alucinada de descubrir un rico valle que los indios le decían que estaba al otro lado de la cordillera de las sierras nevadas (nevado del Ruiz), y que se llamaba “Arví”.

De ahí que cuando los españoles llegaron al valle de Aburrá no estaban de camino hacia las minas de Buriticá sino en busca de un paso para el valle de Arví, el que trataron de hallar por Guarne, Rionegro, Santuario y La Ceja. Sólo cuando se convencieron de la inutilidad de la empresa, tomaron la decisión de salir de la tierra de los Aburráes y cruzar el río Cauca, esta vez sí para fundar la ciudad de Antioquia, cerca de las minas de Buriticá. Por encima del valle de Aburrá quedó como huella de este delirio un paraje con el nombre de Arví, donde las tropas de Robledo dejaron enterrado el tesoro de sus ilusiones.

Sin embargo, que la prioridad fuera encontrar el valle de Arví, no significa que se perdiera de vista Buriticá. De hecho, según revela un relato de Pedro Cieza de León, a fines de 1540, en su primera incursión al territorio de Arma, Robledo envió desde allí un explorador, quien atravesó de sur a norte el actual territorio antioqueño, hasta avistar las afamadas minas:

“Cada día entraban en el Real [instalado en Arma] principales [caciques] con presentes de oro, y el Capitán, corno viese que ya había descubierto tierra en la cual se podía fundar una ciudad, determinó de enviar el rio Grande [río Cauca] abajo á descubrir al comendador Hernán Rodríguez de Sosa y él aguardar allí; y así le mandó que con cuarenta españoles de pié é de á caballo se partiese. El Comendador lo hizo así, é fué á un pueblo grande, el cual porque tuvo allí la Pascua, se nombra el pueblo de la Pascua; y andando más adelante descubrió el pueblo Blanco, en el cual tuvo alguna resistencia. Saliendo de él, yendo hácia el Norte, descubrió el pueblo de Cenufana y provincia que llaman de la Loma de Maíz, y anduvo hasta llegar á un pueblo que há por nombre Pobres, que está enfrente de Buritica, desde donde dió la vuelta á la provincia de Arma, porque supo, por la noticia que tuvo, que no había más poblado hasta muy léjos de allí” (Nota 8).

Tal vez el hecho que definió el destino de Robledo, una vez sometida la provincia de Anserma, fue haberse tropezado a boquejarro con el oro de los Quimbayas, que quedaba más a la mano que Buriticá

Este evento aconteció al término de la breve campaña de pacificación de la provincia de Anserma (agosto de 1539 a marzo de 1540), cuando después de vencer la resistencia de los caciques Ocuzca y Humbruza, Robledo se dirigió con miles de indígenas Ansermas a someter a Cananao, cacique de Irra, en la ribera del río Cauca, y para su sorpresa éste no sólo le salió en paz sino que le trajo un casco de oro:

“Y luego el señor capitán le habló [a Cananao] de parte de su majestad a lo que venía, que había de ser amigo de los cristianos, el dicho cacique [trajo] una vasija de oro a manera de casquete, y el señor capitán le preguntó que dónde había aquellas vasijas, y dijo que de la otra banda del río, en las provincias de Quimbaya, y que los señores de aquella tierra se servían con oro, y tenían ollas y todo servicio de él. El señor capitán y toda la gente que con él estaban se holgaron mucho de tal noticia y tan cerca” (Nota 9).

Con Belalcázar en España y Aldana entre Popayán y Quito, el capitán Jorge Robledo se consideró liberado de lo que de él se esperaba (“ni que se creyese que dejaría de hacer lo que le fuese mandado”). La noticia del tesoro Quimbaya, por fuera de las tierras de Anserma recorridas por Belalcázar, lo motivó a forjarse sus propios planes para descubrir, lejos del asiento de sus jefes, una rica provincia qué exhibir ante la Corte para que se le concediera una gobernación a nombre propio.

Con esta determinación, Robledo emprendió por su cuenta la conquista de la margen derecha del río Cauca. El 8 de marzo de 1540 cruzó el río con sus tropas por el paso de Irra. Pero antes de proceder contra los Quimbayas del sur arremetió contra los aguerridos Pozos y Armas del norte, a fin de asegurar la retaguardia, en una sagaz maniobra militar. La guerra fue intensa y cruel. Primero sometió a los Carrapas, quienes le ayudaron a vencer a los Picara. Con el apoyo de Carrapas y Picaras masacró a los Pozos. Los Paucaras, viendo lo sucedido a los Pozos, se entregaron. A continuación pasó Robledo a la provincia de los Armas (iban armados de oro en todo el cuerpo), permaneciendo 64 días en la tierra de Maitama, su cacique, sin lograr vencerlo (Nota  11).

Robledo estuvo tentado de fundar ciudad en Arma para desde ella proseguir la campaña al norte explorado por Rodríguez de Sosa. Pero la conquista de Antioquia debería esperar un año más. Primero había que ir por el tesoro Quimbaya, pero no sin antes darle un escarmiento a los Armas:

“Y llegado el Comendador, el Capitan determinó de salir de la provincia [de Arma], dejándola tan de guerra como al principio que en ella entramos; y como nos quisiésemos partir, vinieron alguna cantidad de indios y se pusieron en lo alto de nuestro Real, lo cual visto por nuestro Capitan, con las lenguas [indios traductores] los llamó de paz, y ellos, creyendo que se pudieran volver sin recibir ningun daño, abajaron, y á todos los que vinieron el Capitan los mandó meter dentro de los bohíos o casas, y allí mandaba á los españoles que les diesen heridas y les cortasen las manos, y ansí se acuchillaron más de treinta, y murieron otros tantos, y los enviaron á sus pueblos tan lastimados como he dicho. Y luégo el Capitan salió de la provincia de Arma y tuvo pensamiento de dejar en ella su alférez Suer de Nava poblando una ciudad; y pareciéndole que convenia descubrir la provincia de Quinbaya, no tuvo efecto esto que queria hacer, y saliendo de Arma, volviendo por el camino que habia venido, llegó á la provincia de Paucura, desde donde se partió á la de Pozo, y prendiendo en ella ciertos principales se partió á la de Carrapa, despues de haber quemado uno por causa harto liviana, donde lo dejaremos porque es necesario contar de la manera que fueron muertos los capitanes Pedro de Añasco y Juan de Ampudia” (Nota 12).

(CONTINUARÁ EN LA PRÓXIMA ACUTALIZACIÓN)

NOTAS:

  • Vadillo no fundó ninguna ciudad y la única huella que dejó en la geografía regional fue haberle puesto el nombre de Río Sucio al río que los indios llamaban Imurrá y que desemboca en el río Supía, del que toma el nombre el actual municipio de Riosucio (Caldas). Muy poca huella para quien tuvo todas las posibilidades para haber sido el fundador de la ciudad de Antioquia, porque en la lógica de la Conquista la población de Buriticá para la explotación de sus minas le correspondía al descubridor, y Vadillo no solo las había encontrado, sino que era el gobernador de Cartagena, tenía suficiente tropa (200 españoles)  y cargaba consigo el poder para poblar  (“llevábamos una marca para si allá topáramos la tierra que pensábamos, se hiciera repartimiento”, dice en su relación). Pero Vadillo no tenía el talante de poblador ni de minero. Él sólo quería encontrar un tesoro, a lo Indiana Jones. En vez de fundar, prefirió destruir el pueblo que tenían los nativos en el cerro y ordenar a sus esclavos que quemaran vivo al cacique por no conducirlo al lugar donde acumulaba el oro. En el propio Buriticá sus hombres le habían sugerido que fundara una ciudad (Juan de Castellanos, Elegías de varones ilustres); cuando llegó a Cali el comandante peruano Lorenzo de Aldana le reprochó su actitud, o ineptitud (Cieza de León, Las guerras civiles del Perú), y al año siguiente, al escribir en Panamá su carta de defensa para el rey, se deshizo en explicaciones y disculpas por no haber fundado una ciudad en aquellas minas: “No se poblaron porque allí no había mantenimientos con que se pudiesensostener e que le hubiera llevábamos tan grandes nuevas adelante que caso queaquí viéramos el oro según la gente iba codiciosa en lo de adelante no se pararan alo coger y es cierto que con grande pena y hice que se diese cata ni se bajase a lasminas de los indios.Y también yo no llevaba gente para poblar y poder pasar adelante así quea esta causa no se poblaron y creo que nos quitó Dios la voluntad de ello porquepasásemos a descubrir el camino que descubrimos” (Gregorio Saldarriaga Escobar, “Transcripción de la relación del viaje de Joan de Vadillo entre San Sebastián de Urabá y Cali, 1539”, en: Boletín de Antropología, Medellín, Universidad de Antioquia, vol. 26, Nº 43, disponible en internet). La transcripción de Saldarriaga es un verdadero hallazgo, porque de la relación de Vadillo se conocían los fragmentos que publicó Gonzalo Fernández de Oviedo en 1550, pero no el texto completo. Con el nuevo documento fue posible reconstruir la ruta de este malogrado y poco conocido conquistador (ver: Luis Javier Caicedo. “475 años del viaje de Vadillo de Urabá a Paita, Perú, en los textos de Vadillo, Cieza y Castellanos”,  en http://www.colombianistas.org/Publicaciones/475anosdelviajedeJuanVadillo.aspx ).
  • Jorge Orlando Melo. “La conquista de Antioquia”, tomado de: http://www.jorgeorlandomelo.com/conquista_de_antioquia.htm.
  • Pedro Cieza de León. Las guerras civiles del Perú.
  • “Y un día, después de haber comido, estando en una sala de las casas de Miguel Muñoz, delante de muchos que allí estaban, Lorenzo de Aldana, enderezando la plática contra Vadillo, le dijo que le admiraba que viendo el mismo licenciado la grande orden que en el Perú había, así en la conquista de los naturales como en el poblar de las ciudades, que quisiesen moverse él e algunos de los suyos a novedades queriendo ir a poblar las provincias que dejaban alborotadas e de guerra, sin haber hecho más fruto que el fuego, que todo lo que en él echan consume: pues que desde que de Cartagena había salido con su armada, habiendo pasado un año en el camino e atravesado más de doscientas leguas de provincias e regiones pobladas, como todos sabían, sin haber tenido no solo gana de poblar mas aun de invernar, para saber lo que había a la una parte e la otra del camino, e que Gonzalo Sánchez le había dicho en Buritica que poblase, pues la tierra era tan rica e de tantas minas, y que de tal dicho había hecho burla: teniendo por mejor venir a buscar salida para sus excusas, que no dejaban de ser entendidas. E que supiese que él e todos los que habían venido de Cartagena estaban ya fuera de los límites de aquella gobernación y en los términos de la gobernación de don Francisco Pizarro; por tanto, que si él se quisiese volver con su gente, porque él no lo había de consentir, y diciendo esto se entró en una cámara. El licenciado Vadillo respondió que él era oidor del rey e su gobernador, e que no había destruido él ni su gente ninguna provincia, lo cual los del Perú no podían negar, pues desde Quito a Ancerma habían asolado e arruinado provincias tan grandes, e que él quería salirse por la costa de la mar del Sur a dar cuenta a su Majestad; que de otra manera, si él quisiera volver, no fuera parte Lorenzo de Aldana para le estorbar lo que él quisiera hacer” (Pedro Cieza de León. Las guerras civiles del Perú).
  • “Estando las cosas de Cali en buenos términos y que los indios servían muy bien (…) Lorenzo de Aldana por echar fuera la gente que estaba reclusa en la ciudad de Cali, quería enviar a poblar las provincias de Ancerma, e mirando a quién proveería por capitán para aquel efecto, puso los ojos en Jorge Robledo porque no halló otro que tan buenas partes como él tuviese, ni que se creyese que dejaría de hacer lo que le fuese mandado; al cual Lorenzo de Aldana le llamó e le dijo su voluntad y que se aderezase para ir por capitán de la gente que quisiese ir a poblar las provincias de Ancerma, que el capitán Belalcázar había descubierto, y que había de llamarse Santa Ana de los Caballeros, y que él haría el nombramiento de alcaldes y regidores, de manera que el pueblo fuese hecho y formado desde Cali: Robledo le respondió, que él haría lo que le mandaba y procuraría darse tal maña que su majestad, se tuviese por servido de su persona” (Cieza de León. Guerras civiles del Perú, pág. 244). El viaje de Aldana desde Perú a Popayán lo relata en su integridad Cieza en la cuarta parte de La crónica del Perú, bajo el título Guerras civiles del Perú, que estuvo refundida mucho tiempo y solo fue publicada en 1877. Disponible en internet.
  • Pedro Sarmiento. Relación del viaje del capitán Jorge Robledo a las provincias de Anserma y Quimbaya, octubre de 1540 (disponible en internet).
  • Ídem.
  • Pedro Cieza de León. Guerras civiles del Perú. Tomo Segundo. Guerra de Chupas. Madrid, Ed. García Rico y C., s.f., pág. 38 (disponible en internet). Esta obra no es tan citada como la primera parte de la Crónica del Perú, pero en ella es tan extensa la parte dedicada a los viajes de Robledo que bien se puede tener a Cieza como un tercer escribiente robledano, al lado de Pedro Sarmiento y Juan Bautista Sardela.
  • Pedro Sarmiento, ob. cit..
  • “Debemos suponer que tal como lo ansiaban por aquella época todos los capitanes de suerte, también Robledo acariciaba la esperanza de hacerse independiente y conseguir para sí la gobernación de lo que había descubierto, máxime porque los territorios eran fronterizos, situados entre las gobernaciones del lejano Perú y la no menos lejana de Cartagena, y su pertenencia a la jurisdicción de una y otra era incierta. Mostrando buena dosis de astucia, decide no dar respuesta directa a Andagoya, y ganar tiempo y esperar  que se aclare la situación y mientras tanto, aprovechando la tregua, fundar una ciudad, es decir, poblar, y por ese medio afianzar su posición personal de descubridor y poblador del territorio. Demostró con ello ser un aventajado discípulo de Sebastián de Belalcázar, cuya política era también la de fundar ciudades y no solo de recorrer territorios” (Juan Friede, Historia de Pereira – Historia de la antigua provincia de Cartago, Librería Voluntad, 1963, citado por Javier Piedrahita Echeverri, Documentos…, págs.. 54 y 55).
  • Los Armas nunca fueron vencidos y se agotaron en la prolongada guerra de resistencia. Por su rebeldía fueron declarados esclavizables, pese a la prohibición de esclavizar a los indios. En 1627 los últimos setenta Armas andaban sin Dios ni ley (y sin encomendero) por las tierras de Sonsón, desde donde los sacó el visitador Lesmes de Espinosa y Saravia y los llevó a la Vega de Supía, donde  les entregó tierras de resguardo (hoy Resguardo Indígena de San Lorenzo, en Riosucio, Caldas).
  • Pedro Cieza de León. Guerras civiles del Perú, ob. cit.