EL SURGIMIENTO DE LA VILLA DE MEDELLÍN Y LA
Treinta años después de fundado el pueblo de San Lorenzo, a una legua escasa río abajo de él, cerca de la quebrada de Aná (hoy quebrada de Santa Elena), y por fuera de las tierras del resguardo ya que en éste no podían instalarse individuos distintos a los indios, empezó a surgir el caserío de Aná alrededor de una capilla particular, como lo relata Roberto Luis Jaramillo: “Sobresalían por su ubicación las fincas de Aná, en tierras que habían pertenecido al gobernador Rodas, y pasado por herencia a su hijo y yerno, el también gobernador Alarcón; más adelante las remató un minero de Remedios, el capitán Fernando de Caicedo, quien vendió el hato y parte de las tierras al cura de allá, el citado doctor Miguel de Heredia, en la enorme suma de once mil pesos de oro. Éste levantó una ermita en su finca; pero una vez fallecido, sus herederos toleraron el asentamiento de una ranchería a la vera de la quebrada de Aná, en tanto que otros vecinos se establecieron en las cercanías de tal ermita, como dueños de solar o como simples invasores. La capilla, un poco mejorada, ya servía para oficiar en 1649, cuando las tierras del hato eran objeto de disputas entre los nuevos propietarios de Aná -unos mulatos Acevedo Reyes-, los vendedores y los invasores del mismo. Para mostrar el aliento y dinamismo de Aná, uno de los demandantes declaró que ‘se ba haciendo una gran población donde hay plasa, y solares y casas’. Esa ranchería informal y espontánea fue la originaria del sitio de Aná, y germen de la futura villa” (Nota 5). Por razones que aún se desconocen (tal vez los indios se devolvieron para sus antiguos territorios) San Lorenzo de Aburrá se despobló rápidamente y en 1639 sólo quedaban, en cifras tal vez acomodadas por los españoles interesados en el desgaje, 12 indios útiles y sus familias (60 personas en total). Esta circunstancia dio lugar a que ese año el gobernador de Antioquia desgajara una gran porción del resguardo a favor de Fernando Toro Zapata, descubridor de la minas de oro de Guarne y Santa Rosa de Osos, y que en 1664 se segregara otro tanto a favor de Antonio de Atehortúa (Nota 6). Sobre la base del caserío espontáneo del sitio de Aná se fundó el 2 de noviembre de 1675 la Villa de Nuestra Señora Candelaria de Medellín. Para ese momento quedaban algunos indios en el pueblo de San Lorenzo, unos pocos estaban instalados en la villa y un asentamiento indígena importante se había formado en La Culata de Iguaná (hoy San Cristóbal) (Nota 7). CENSO DE LA RECIÉN FUNDADA VILLA DE MEDELLÍN, 1675
Cuadro formado con información de Javier Piedrahita Echeverri Este empadronamiento pone en evidencia que de los 500 indígenas con que se creó San Lorenzo de Aburrá en 1616, sesenta años después quedaban muy pocos, y que los que quedaban compartían el espacio con mestizos, mulatos e incluso españoles, de acuerdo con la siguiente enumeración de los habitantes del “Pueblo de San Lorenzo”: Francisco Bermúdez, mestizo. Una vez fundada la Villa de Medellín, el naciente Cabildo procedió a organizar la traza urbana, ordenando el desalojo de los indios, mulatos y mestizos que vivían en el marco de la plaza principal, su reubicación en los arrabales del villorrio y la reasignación de los lotes de la plaza entre las personas ilustres: “Todas las casas que estuvieran atravesadas por donde hubiere de pasar calle o hubiere de ser plaza principal o de alguna iglesia se derribe o la parte que así estorbase, siendo en cosa notable contra el lustre y ornato de tal calle o plaza, sin que pierda el dueño la acción al sitio en el mismo paraje, retirándose lo necesario y que los indios, mulatos y mestizos que viven inmediatos a la plaza principal se retiren a los arrabales, donde se les dé solares y los que tuvieren ocupados en lo inmediato a la dicha plaza se repartan a las personas españoles y de más lustre” (Nota 8). Transcurridos diez años de fundada la villa, los indios que quedaban en el paraje de El Poblado fueron trasladados para el actual municipio de La Estrella, al sur del Valle de Aburrá, procediendo el Cabildo (o Concejo) de Medellín a disponer de las tierras que quedaban del resguardo, con lo que en 1685 se extinguió el pueblo de indios de San Lorenzo de Aburrá. “El Cabildo determinó que los indios tenían que vivir en San Lorenzo, los españoles en la planta de la Villa o sus haciendas y los mestizos y mulatos en el barrio de los Guanteros. Hay muchas determinaciones del cabildo sobre El Poblado de San Lorenzo y sobre los indígenas. Estos fueron nuevamente poblados en 1685 por el gobernador Francisco Carrillo de Albornoz en La Estrella y las tierras de El Poblado quedaron entonces a disposición del Cabildo” (Nota 9).
Pese a su breve existencia de sesenta y nueve años (1616-1685), desde su fundación el pueblo de indios de San Lorenzo fue el escenario de una incipiente vida urbana de los aburreños, que entonces giraba en torno a la celebración de los rituales religiosos. En este sentido, desde antes de 1630 surgieron en el pueblo de indios de San Lorenzo, las fiestas de la Virgen de la Candelaria, celebradas el 2 de febrero (Nota 10). Monseñor Piedrahita escribe que en aquel año fueron publicados los estatutos de la Cofradía de Nuestra Señora Candelaria, y agrega: “Claro que dicen las Constituciones que esta Cofradía quedaba fundada en el Poblado de San Lorenzo de Aburrá y al leer sus prescripciones se nota que las fiestas de La Candelaria se celebraban en el Templo de San Lorenzo, que aún no existía la Iglesia dedicada a la Virgen. También se dice en las Constituciones que antes de ese año de 1630 se celebraba ya la fiesta” (Nota 11). La misma racionalidad que identificaba religión con vida civil hizo que componentes esenciales del pueblo de indios de San Lorenzo se trasladaran para el centro de Medellín. Primero se mudó el culto a la Virgen de las Candelas para el sitio de Aná: “El padre [Juan] Gómez de Ureña fue nombrado también como vicario cooperador o coadjutor de la parroquia de Santafé de Antioquia, para que pudiera también atender, además de los indígenas, a los españoles y criollos, para lo cual construyó capilla en el Alto de las Sepulturas, en honor a Nuestra Señora de la Candelaria” (Nota 12). Esta primera capilla se trasladó luego a la plaza principal de la villa (hoy Parque de Berrío). El nombre de Nuestra Señora de la Candelaria se le puso a la villa desde 1670: Villa de la Candelaria de Aná, que la regente de España cambió por Villa de la Candelaria de Medellín, y en cuyo escudo figura la imagen de esta advocación (Nota 13). En el Alto de las Sepulturas se construyó en 1828 el cementerio de San Lorenzo (Nota 14). Detrás del culto de la virgen se trasladó para la villa la capilla doctrinera de San Lorenzo (la de El Poblado), debido a que el abandono terminó por derrumbarla: “El 20 de diciembre de 1720 el alférez Francisco de Aguirre solicitó al Cabildo tierra en los ejidos de la Villa para edificar el templo a San Lorenzo que se había caído en El Poblado. Dice que los indios se habían acabado y no había quedado quien cuidase la Iglesia por distar legua y media de esta Villa; la milagrosa imagen del Santo fue traída a La Candelaria pero allí no tiene altar ni hay donde hacerle capilla” (Nota 15). El Cabildo concedió los dos solares solicitados donde se construyó el nuevo templo de San Lorenzo, que quedó ubicado al frente sur de donde hoy se levanta el templo de San José, en el centro de la ciudad (calle Ayacucho con Avenida Oriental), pero que en ese tiempo quedaba por fuera del marco urbano, ya que eran ejidos o terrenos comunales (Nota 16). Finalmente se trasladó el nombre de San Lorenzo como nomenclador urbano. Caído el templo del antiguo poblado y reconstruido en el sitio de Aná, los alrededores de la nueva capilla de San Lorenzo comenzaron a poblarse, hasta conformar un amplio sector urbano que tomó el nombre del santo. “Debido a que hacía veinticinco años se venía apreciando un crecimiento de la Villa en gentes y en edificios”, en 1800 el Cabildo de Medellín organizó la villa en dos grandes barrios: San Benito y San Lorenzo (Nota 17). A mediados del siglo XIX esta capilla de San Lorenzo fue demolida, junto con la iglesia de San Francisquito que quedaba en la plaza principal, fundiéndose ambos lugares de culto en el templo de San José, el cual se construyó entre 1846 y 1851 y fue destinado a la devoción de San José, San Francisco y San Lorenzo. “Desde entonces, todos los alrededores de lo que hoy es la Parroquia de San José se denominaron barrio San Lorenzo. Quizá por esto el sitio donde estuvo el primitivo pueblo de los indios de San Lorenzo de Aburrá se quedó con el nombre de El Poblado a secas, mientras el de San Lorenzo pasó a señalar el nuevo templo y el nuevo barrio de Medellín” (Nota 18). En la iglesia de San José se conserva el cuadro con la imagen de San Lorenzo, el más antiguo que posee Medellín, pintura perteneciente a la escuela santafereña y que lleva la inscripción: “Pintao en el Reyno año de 1617” y que fue obsequiado a los indios por el oidor Herrera Campuzano (Nota 19). Los hechos contenidos en el presente relato destacan la importancia que tuvo para el poblamiento del valle del Aburrá y en particular para la configuración del ethos o identidad de la ciudad de Medellín, en sus elementos sociales, territoriales, religiosos, urbanísticos y lexicales, la fundación del pueblo de indios y resguardo de San Lorenzo de Aburrá el 2 de marzo de 1616, cuyo IV Centenario se cumple el año próximo. Luis Javier Caicedo
BIBLIOGRAFIA Jaramillo, Roberto Luis. “De pueblo de aburráes a Villa de Medellín”, en: Jorge Orlando Melo, editor. Historia de Medellín. Tomo I. Suramericana de Seguros, 1996. Montoya Guzmán, Juan David y José Manuel González Jaramillo, transcriptores. Visita a la provincia de Antioquia por Francisco de Herrera Campuzano, 1614-1616. Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2010, 458 págs. Colección Bicentenario de Antioquia. Piedrahita Echeverri, Javier.
Rodríguez, Pablo. Cabildo y vida urbana en el Medellín colonial, 1675-1730. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1992. Vargas, Patricia. “Los emberas y los cunas en frontera con el imperio español. Una propuesta para el trabajo complementario de la historia oral y de la historia documental”, en: Boletín del Museo del Oro, Nº 29 de 1990 (http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/bolmuseo/1990/ocdi29/ocdi04g.htm). NOTAS:
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