475 AÑOS DE FUNDACIÓN DE LA PROVINCIA DE ANSERMA. PUEBLOS ORIGINARIOS, DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA Sumario Introducción
4. Primeras incursiones españolas a la provincia de Anserma: Belalcázar y Vadillo. Descubrimiento del río Cauca. Resistencia indígena. Antes que Jorge Robledo emprendiera en 1539 su conquista, la provincia de Anserma ya había sido explorada por su jefe, Sebastián de Belalcázar, desde el sur, y por Juan Vadillo, desde el norte, e incluso por Juan Graciano, quien la recorrió en persecución de Vadillo. El español Francisco Pizarro completó en 1535 la conquista del Perú, desde donde organizó una expedición hacia las regiones del norte al mando de Sebastián de Belalcázar, la que al año siguiente ya había rebasado la frontera del Imperio Inca y se hallaba posicionada en Pasto y Popayán (Nota 1). En abril de 1536 las tropas peruanas llegaban hasta Jamundí (Valle), donde Belalcázar “organizó una nueva expedición hacia el norte. Para este efecto dividió a sus soldados en dos bandos: uno iría por la banda oriental del río Cauca, al mando del capitán Miguel Muñoz, y el otro –dirigido por Belalcázar- iría por la banda occidental del mismo río. La primera expedición llegó hasta Cartago (hoy Pereira) y la otra llegó hasta Anserma. Los expedicionarios regresaron a Villa Ampudia [Jamundí] sin dejar en los territorios visitados ninguna fundación. Fundaría luego Belalcázar el 25 de julio de 1536 a Cali” (Nota 2). De esta incursión a la margen izquierda del río Cauca, dirigida en persona por Belalcázar y en la que participó Robledo, hay poco registro documental, pues no se trató de una expedición como tal, sino de una avanzada exploratoria. En ella se reconoció el territorio, se le dio el nombre de Anserma, se tuvieron el contacto inicial y las primeras guasábaras con los pueblos y caciques nativos, y con base en ese reconocimiento inicial se preparó su conquista. Pero después de la entrada de Belalcázar y antes de que Robledo se encargara de su conquista, el primer español que recorrió la provincia de Anserma en una expedición con tropas de a pie y de a caballo en toda su longitud fue el licenciado Juan Vadillo, juez de residencia y gobernador de Cartagena, en reemplazo de Pedro de Heredia. La historia de esta expedición puede rastrearse en tres fuentes principales: la Relación del viaje, escrita por el mismo Vadillo (Nota 3); La crónica del Perú y Las Guerras civiles del Perú (Nota 4), redactada por Pedro Cieza de León, quien fue soldado de esa expedición a los 20 años de edad, y las Elegías de varones ilustres de Juan de Castellanos, cura de Tunja, quien escribió en 1587 (Nota 5). También aparece en las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo (Nota 6), aunque éste se limita a trascribir el texto del conquistador. De las crónicas se desprende que el sitio de ingreso de Vadillo al Cauca Medio estuvo determinado por el interés de los indígenas de ocultarle a los invasores las minas de oro de Marmato. En la relación de su viaje Vadillo cuenta que estando con su tropa en el suroeste de Antioquia, en el pueblo de Corid (tal vez Andes, Antioquia), los indígenas le dijeron que en Caramanta, tierra del cacique Cauromá, “estaban las minas de Cuircuir que decían que era una sierra que tenía tanto oro que no hacían sino llegar y con la mano sin otro instrumento sacaban el oro que sin lo lavar lo fundían porque era oro grueso”. También le dijeron que encontraría un bohío con techo de plumas de papagayo, lleno de oro, y la casa de Tucuba, construida la mitad de oro y la mitad de piedra (Nota 7). Cuando llegaron a Caramanta, los españoles obligaron a dos capitanes indígenas a servirles de guías hasta el tesoro, pero éstos los envolataron varios días en la tupida montaña (por ruta tan difícil que las tropas casi se desertan), haciéndolos salir hacia el lado del actual Riosucio (Nota 8), lejos de las minas de la sierra de Cuir Cuir, que no es otra sierra que el cerro de Marmato, pues la ubicación coincide y para entonces su oro ya era explotado por los indígenas (Nota 9). El 14 de agosto de 1538 (Nota 10) los españoles salieron finalmente a un río por fuera del arcabuco de la montaña de Caramanta, donde encontraron algunos nativos y un poco de maíz. Vadillo envió dos grupos “a buscar poblado a donde se hallase de comer”, uno de los cuales dio con un valle más grande donde encontraron construido un pueblo grande llamado Biru, pero despoblado. Correspondería a la zona de Supía y Riosucio. Allí, además de encontrar comida, supieron que los guías los habían engañado al meterlos por la montaña de Caramanta para no mostrarles las minas de Cuircuir (Marmato) e igual se enteraron que por ese valle ya hacía dos años que habían pasado otros cristianos, que Vadillo dedujo eran los de Belalcázar. En Birú Vadillo permaneció un mes reponiendo su ejército, al final del cual ejecutó una matanza de indígenas y luego prosiguió camino hasta Cali, donde encontró a Lorenzo de Aldana, quien lo sacó de la ciudad, debiendo Vadillo volver a Cartagena por Perú y Panamá. Como Vadillo había cometido unas tropelías contra Pedro de Heredia, el fundador de Cartagena, al año siguiente de su partida de Urabá otro juez que fue despachado por el rey a investigar a Vadillo (Juan de Santa Cruz) envió desde Cartagena otra tropa de cien soldados en persecución del licenciado, al mando del capitán Juan Graciano y del teniente Luis Bernal, que también cubrió el trayecto de Abibe-Buriticá-Caramanta-Anserma-Cali (Nota 11). Para agosto de 1539 dicha tropa estaba saliendo de la provincia de Anserma cuando Robledo apenas estaba entrando en ella, como se verá en el acápite de la fundación. La presencia de Belalcázar y de Vadillo causó una enorme impresión y una aún mayor inquietud entre los nativos de la margen izquierda del Cauca Medio, quienes por primera vez vieron hombres blancos (barbados, vestidos, sucios, cristianos y con escritura), hombres negros, caballos, perros y armas de fuego, y también por primera vez sufrieron sus crueldades, por lo que desde entonces se previnieron contra los españoles y se prepararon para la llegada de más extranjeros. Por la relación de Vadillo sabemos cómo los mecanismos de resistencia en la región entre Caramanta y Anserma, más que confrontar por las armas al invasor, consistieron en que después del temprano paso de Belalcázar los caciques de la región determinaron abandonar los pueblos, trasladar la población para las montañas, quemar los bohíos, despoblar y desabastecer el camino de la ribera del río Cauca y posiblemente ocultar las minas de oro. Muy distinto al proceder de los pueblos que poblaban la zona entre Abibe y Buriticá, mandados por el cacique Nutibara, quienes, siguiendo las orientaciones de sus chamanes, se decidieron francamente por la guerra: “Una india que era de un Baptista Zimbrón me dijo a mí que después que [Francisco] César volvió a Cartagena se juntaron todos los principales y señores destos valles, y hechos sus sacrificios y ceremonias, les apareció el diablo (que en su lengua se llama Guaca), en figura de tigre, muy fiero, y que les dijo cómo aquellos cristianos habían venido de la otra parte del mar, y que presto habían de volver otros muchos como ellos y habían de ocupar y procurar señorear la tierra; por tanto, que se aparejasen de armas para les dar guerra. El cual, como esto les hobiese hablado, desapareció; y que luego comenzaron a aderezarse, sacando primero grande suma de tesoros de muchas sepulturas” (Nota 12).
5. Fundación de la ciudad de Anserma Después de haber organizado la provincia entre Popayán y Cali y haberla explorado hasta Anserma, a comienzos de 1538 Belalcázar dejó la tierra caucana pasando la cordillera Central en busca de “El Dorado” (en tierras del cacique Bogotá coincide con Quesada y Federman), y luego pasó a España a reclamar su Gobernación. Por esto, y porque Belalcázar andaba como rueda suelta fundando ciudades, Pizarro mandó a hacerse cargo de continuar la conquista de Popayán a Lorenzo de Aldana. Éste destinó en julio de 1539 al capitán Jorge Robledo, uno de los alcaldes de Cali, para que fundara una ciudad en el territorio de Anserma, hasta entonces apenas avistado, como lo relata Cieza de León en Guerras civiles del Perú: Después que “el general Lorenzo de Aldana reformó la ciudad de Popayán”, partió para la ciudad de Cali, donde encontró 300 hombres y muchos caballos de sus propias tropas y de las de Vadillo. En esta ciudad se ocupó de la atención a los naturales, que estaban repartidos entre muchos españoles, por lo que reorganizó las encomiendas a favor de un menor número de españoles, “e sacando a los demás pensó mirar quién pudiese ir a poblar las provincias de Ancerma, que el capitán Belalcázar había descubierto” “Estando las cosas de Cali en buenos términos e que los indios servían muy bien (…) Lorenzo de Aldana por echar fuera la gente que estaba reclusa en la ciudad de Cali, quería enviar a poblar las provincias de Ancerma, e mirando a quién proveería por capitán para aquel efecto, puso los ojos en Jorge Robledo porque no halló otro que tan buenas partes como él tuviese, ni que se creyese que dejaría de hacer lo que le fuese mandado; al cual Lorenzo de Aldana le llamó e le dijo su voluntad e que se aderezase para ir por capitán de la gente que quisiese ir a poblar las provincias de Ancerma, que el capitán Belalcázar había descubierto, e que había de llamarse Santa Ana de los Caballeros, y que él haría el nombramiento de alcaldes y regidores, de manera que el pueblo fuese hecho e formado desde Cali: Robledo le respondió, que él haría lo que le mandaba e procuraría darse tal maña que su Majestad, se tuviese por servido de su persona. E a Pedro de Añasco dio comisión que fuese teniente de gobernador en la villa de Timaná [fundada por Belalcázar] que dejaba poblada; e de la gente que vino de Cartagena hacían estos capitanes gente para sus conquistas” (Nota 13). Lo acontecido en la expedición de Jorge Robledo entre el 14 de julio de 1539 y el 12 de octubre de 1540 fue registrado por Pedro Sarmiento, su primer escribano. A partir de allí la narración corre por cuenta de Juan Bautista Sardela, su segundo escribano, quien hizo el relato de la conquista de Antioquia hasta 1542, cuando el capitán fue apresado por los hermanos Heredia en Cartagena y enviado, con el escribano y sin el oro, para España. El propio Robledo, también en España, escribe todas sus conquistas para justificarlas ante el rey, y le quedaron tan bien contadas que salió de allá con el título de Mariscal en 1546 (Nota 14). Aparte de los anteriores, están las crónicas de Cieza de León ya citadas. De acuerdo con el relato de Sarmiento, una vez Robledo salió de Cali se concentró el 14 de julio de 1539 en el pueblo de indios de Vijes, con 100 españoles (algunos de ellos de la expedición de Juan Vadillo, que se le habían unido) y muchos negros e indios, incluyendo indios “lenguas” o traductores; pero cuando iba llegando a su destino sus exploradores se toparon a solo seis leguas adelante con Juan Graciano y Luis Bernal que venían de Cartagena en persecución de Vadillo (Nota 15). Ante este hecho Robledo, “como sabio y de experiencia en lo que convenía”, se vio obligado a apresurar la fundación de la ciudad comisionada, lo que hizo en el pueblo indígena de Guarma (tal vez donde hoy es Belén de Umbría) el 15 de agosto de 1539, con el nombre de “San Juan, y la Iglesia Mayor Santa Marta de los Caballeros”: “E llegado aquel día a una provincia, que se llama Guarma, allí asentó su real e despachó luego al alférez Ruy Vanegas e a ciertos caballeros e soldados, e envió a decir a los señores Capitán e Teniente de Cartajena, que luego viniesen antél se presentar, e que no hiciesen daño en la tierra, porque aquella tierra era de la gobernación del señor marqués D. Francisco Pizarro. “E partidos el dicho Alférez e los que con él iban a hacer el requerimiento susodicho a la dicha gente de Cartajena, luego el dicho señor Capitán como sabio y despirencia en lo que convenía, mandó cabalgar a ciertos caballeros e otra gente, e fue a un sitio llano, que estaba junto al dicho real, e allí hizo talar cierta cabaña e árboles, e hizo hacer un hoyo, e trajeron un madero e lo hizo hincar en aquel hoyo, e dijo ansí al dicho escribano que le diese por testimonio, como allí fundaba en nombre de S. M. e del señor Gobernador, la ciudad que se llamase San Juan, e la iglesia mayor Santa Marta de los Caballeros, e echó mano a la espada e en señal de posesión dio ciertas cuchilladas en el dicho madero sin contradicción alguna; e lo pidió por testimonio a mí el dicho escribano. E dijo que aquel madero señalaba por picota en que fuese ejecutada la justicia real de S. M.; e luego tomó dos varas de justicia en sus manos, por virtud de los poderes que para ello traía, e señaló alcaldes ordinarios de S. M. a Suero de Nava e a Martín de Amoroto, e por alguacil mayor a Ruy Vanegas, alférez, el cual había ido a donde estaban los españoles de Cartajena, e señaló otros ocho caballeros por regidores, e de todos ellos, ecepto del dicho Ruy Vanegas, recibió juramento e hicieron la solemnidad que de derecho se debía hacer. Y el dicho señor Capitán dijo allí que allí fundaba la dicha ciudad, según dicho es, y con aditamento que si otro mejor sitio hallase, que la pudiese mudar en parte más conveniente, lo cual pasó el día de Nuestra Señora de Agosto; e señaló los términos de la dicha ciudad hasta las minas de Buriticá e por el río arriba hasta la provincia de los Gorrones, e por los lados treinta leguas por cada cabo” (Nota 16). Los límites señalados a la ciudad corresponden al Norte hasta Buriticá (cerca del actual Santafé de Antioquia), al Sur hasta el pueblo de los indios Gorrones (el actual Cartago en el norte del Valle del Cauca), al Oriente hasta el filo de la Cordillera Central y al Occidente hasta el filo de la Cordillera Occidental, esto debido a que en el derecho español existían como divisiones territoriales, de menor a mayor: el sitio o lugar, la Villa, la Ciudad y la Gobernación, teniendo la Ciudad una jurisdicción territorial amplísima De esta manera, el 15 de agosto de 1539 Jorge Robledo no funda un caserío (el actual municipio de Anserma) sino una Ciudad-Provincia, de tamaño equivalente a lo que sería el Viejo Caldas, aunque muy pronto circunscrita a la ribera occidental o margen izquierda del río Cauca. En la nueva ciudad las tropas peruanas recibieron a las tropas cartageneras (Nota 17), las cuales reconocieron la autoridad de Robledo y la pertenencia del territorio a la gobernación de Popayán (Nota 18). En el asentamiento de Guarma, como había hecho durante todo el camino, Robledo secuestró a varias mujeres y muchachos, lo que hizo que sus caciques llegaran en paz a reclamarlos (Nota 19), lo que aprovechaba el capitán, mediante la traducción que hacían los lenguas, para atraerlos a la sujeción del rey, bajo amenaza de arrasamiento. Al cacique Ocuzca, por ejemplo, “dos señores parientes le fueron a rogar que viniese de paz que mirase que le destruiría su tierra, e que el señor Capitán quería ser su amigo” (Nota 20). Antes de salir de Guarma, la mitad del ejército de Cartagena continuó el viaje hacia Cali en alcance de Vadillo, mientras los otros 50 soldados, con muchos caballos, se quedaron con Robledo. Éstos, y los que se le habían unido en Cali, le fueron muy útiles en la campaña porque ya conocían el terreno hasta Caramanta y de ahí hasta Buriticá. Superados los motivos de la improvisada fundación y probada la actitud de los caciques, Robledo buscó un lugar apropiado para darle asiento definitivo a la ciudad, el que fue localizado por sus exploradores a cuatro leguas de distancia, en la loma de los Humbras. Dos días duró el traslado de la ciudad hasta el nuevo sitio, donde se repitieron los formalismos rituales de fundación y se hizo el repartimiento de solares y estancias entre sus hombres: “Y estando hecho todo lo susodicho, el señor Capitán envió por la tierra a descubrir si había otro sitio donde se fundase la dicha ciudad, para que estuviese en comarca de los naturales de la tierra por la conversación y buen tratamiento dellos. E para ello envió un alcalde e a un regidor e a ciertos caballeros e soldados, para ver si hallaban el dicho sitio. E andando por la tierra, cuatro leguas desta cibdad más adelante, hallaron otro mejor sitio e lo hicieron saber al dicho señor Capitán; el cual sabido lo susodicho, fue allá con ciertos caballeros, e visto el dicho sitio se averiguó ser mejor, él mandó que allí se fundase la dicha ciudad e se mudase. E para ello volvió a la dicha ciudad, que primero había fundado, dejando gente de guarnición en el dicho sitio, porque los naturales no alzasen el mantenimiento [las provisiones] que allí había (…) “E luego este mismo día que los españoles de Cartagena [se] fueron, luego en aquel momento el señor Capitán se partió con su ejército para la otra ciudad que había de fundar; y en el camino tardó dos días, y nos salió por todo el dicho camino todos los naturales de la tierra con comida e llevándonos las cargas, hasta que llegamos al dicho sitio. E allí el señor Capitán, otro día siguiente, tornó a fundar de nuevo la dicha cibdad, e hizo las diligencias necesarias como de antes, e hicieron cabildo, el dicho señor Capitán mandó llamar a cabildo, e allí se juntaron los señores justicia e regimiento con el dicho señor Capitán, e hablaron las cosas convenientes al bien y pro comund, e allí parecieron a dicho cabildo los oficiales de S. M., con su provisiones de Tesorero, Contador y Veedor, e fueron recibidos a los dichos oficios. E luego dende a dos días, el dicho señor Capitán trazó los solares e los repartió a los vecinos pobladores e conquistadores, e los repartió ansí mismo las estancias o tierras, conforme a la calidad de sus personas” (Nota 21). De esta manera quedó establecida la ciudad en su asiento definitivo, cuya ubicación se determinó en la época como a 72º 25’ de longitud del meridiano de Toledo, 3º 30’ de latitud a la banda Norte (Nota 22). Deja, sin embargo, el relato de Sarmiento la duda sobre un asunto importantísimo: el nombre de la nueva ciudad: ¿”San Juan”, como reza el documento, o “Santa Ana”, como lo indica Cieza? Mientras volvemos sobre este asunto es oportuno incluir la descripción de la ciudad fundada que hace el mismo Cieza: “Más adelante deste valle [Supía y Riosucio] está otro pequeño [¿Guática?], dos leguas y media de él, que se hace de una loma que nace de la cordillera donde está fundada y asentada la villa de Ancerma, que primero se nombró la ciudad de Santa Ana de los Caballeros, la cual está asentada entre medias de dos pequeños ríos, en una loma no muy grande, llana de una parte y otra, llena de muchas y muy hermosas arboledas de frutales, así de España como de la misma tierra, y llena de legumbres, que se dan bien. El pueblo señorea toda la comarca por estar en lo más alto de las lomas, y de ninguna parte puede venir gente que primero que llegue no sea vista de la villa, y por todas partes está cercada de grandes poblaciones de muchos caciques o señoretes” (Nota 23).
6. Conquista de la provincia. Resistencia del cacique Ocuzca. Extensión de la guerra a la margen derecha del río Cauca. Además de ciudad-provincia, Anserma fue fundada como ciudad-cuartel, dada su posición estratégica, a la manera de los castillos peninsulares, pues “el pueblo señorea toda la comarca por estar en lo más alto de las lomas, y de ninguna parte puede venir gente que primero que llegue no sea vista de la villa”. Desde ella se coordinó la conquista del Cauca Medio, para lo cual se siguieron dos estrategias: La primera, someter por la paz o por la guerra a las tribus de la provincia. De esto se ocupó personalmente Robledo. La segunda, enviar expediciones de avanzada a reconocer los límites de la nueva ciudad: una que fuera hasta Caramanta y bajara por el río Cauca hasta Buriticá (Santafé de Antioquia), a cargo de Suero de Nava, y otra que entrara al Chocó, por territorio Chamí, al mando de Francisco Gómez Fernández, quien pudo entrar bien por el río Risaralda (llamado río Sopinga hasta el siglo XIX), bien por el río Apía. Hubo una tercera expedición, comandada por Ruy Vanegas, que exploró las provincias de Zopia y Pirsa (Nota 24). Ninguno de los tres hizo fundaciones, porque no era el propósito. En su cometido, Robledo empleó el uso de la diplomacia, acompañada del eficaz método del secuestro y de utilizar en su favor las rivalidades intertribales (Nota 25); pero también realizó saqueos y ordenó “rancheos” para buscar los indios que huían de los poblados, y enfrentó en batalla a los rebeldes. Muchos caciques se sometieron voluntariamente; pero los más grandes de ellos presentaron una fuerte resistencia: “É el dicho señor Capitán, mientras Suero de Nava fue a las dicha provincias visitó todas las provincias de Ancerma é los caciques é señores dellas; é les salieron en algunas partes los señores de paz é otros rebeldes, fasta tanto que por conquistallos é hacelles daño venían de paz. Y estando en lo susodicho, supo que en cierta provincia estaba el señor principal de la tierra, que se dice Ocusca, el cual por muchos mensajeros quél envió no quería venir, y envió a amenazar al señor Capitándiciendo, que se saliese de su tierra, quél ni su gente no habían de servir á los españoles” (Nota 26). Sólo Ocuzca no se sometió. Robledo lo fue a buscar a su territorio y duró siete días enviándole mensajeros, hasta que el cacique accedió a visitarlo, llevado en andas y con todo su séquito y ornamentos: “El cual dicho cacique vino con mucha potestad como señor que era, y allí habló el señor Capitán y le hizo entender a lo que era venido; el cual dijo con mucha sagacidad que ni sus antepasados no habían sido subjetos, que cómo lo había de ser él” (Nota 27). Al llegar la tarde y querer retirarse, Robledo le puso guardias, como era su plan. Lo mantuvo detenido siete días junto con sus esposas y su séquito. Finalmente determinó conducirlo hasta Anserma. El cacique exigió que le dieran un caballo a manera de andas, con lo que hacía respetar su señorío y el tabú de tocar la tierra. Una vez en Anserma, Ocuzca se escapó en una noche de tempestad. Robledo le envió su séquito “porque los indios no entendiesen quél estaba enojado”. Pasadas unas semanas el capitán español salió de Anserma a visitar las tierras por donde había entrado (Guarma, valle de Apía), lo que aprovechó Ocuzca para confederarse con parientes y amigos para destruir la ciudad, pero los españoles atraparon en Anserma a los indígenas espías,develaron el plan y sofocaron la rebelión, aunque el cacique no se sometió: “E se hizo saber al señor Capitán lo que pasaba, el cual vino luego con toda la gente, e fue a los pueblos del dicho cacique e todos sus allegados; e le huyeron de la otra banda del río grande. E los que se pudieron tomar desta banda, se hizo en ellos buen castigo, de manera que vino toda la tierra de paz e el dicho cacique no quiso venir, mas de que enviaba sus caciques e gentes a servir a los españoles, porquél tenía gran miedo al Capitán, e si iban algunos españoles a su pueblo, salíales de paz e decía quél allí estaba, e que no iba a ver al señor Capitán, porque tenía grande miedo” (Nota 28). Robledo cayó enseguida sobre el cacique Cananao, del pueblo de Irra, a orillas del río Cauca, para lo cual contó con la ayuda de otros caciques de la región, de quienes aquel era enemigo. Con el sometimiento de este cacique concluyó en el corto tiempo de siete meses (agosto de 1539 a marzo de 1540) la conquista de la provincia de Anserma, luego de lo cual Robledo regresó a la ciudad, donde repartió el territorio, ya no alrededor de la fundación, sino de toda la provincia, a los nuevos señores de la tierra: “E dende a cinco a seis días, se partió para la ciudad; e de allí, teniendo ya visitada toda la tierra e los caciques e señores della; hizo su repartimiento, e lo repartió, dando a cada uno conforme a lo que merecía, segund la calidad de su persona” (Nota 29). En Irra Robledo se había enterado por Cananao de la existencia de los tesoros de oro del pueblo Quimbaya al otro lado del río, por lo que el 8 de marzo de 1540 pasó con sus tropas a la margen derecha del Cauca. Pero antes de proceder contra los Quimbayas del sur arremetió contra los aguerridos Armas y Pozos del norte, a fin de proteger la retaguardia. La guerra fue intensa y Robledo permaneció 64 días en la tierra de Maitama, cacique de Arma. Abatidos esos dos pueblos (y con ellos los Paucara, los Picara y los Carrapa), el capitán español se dirigió al territorio de los Quimbayas, acompañado de muchos indios Carrapa, con el propósito de fundar otra ciudad. Un “indio de autoridad” que lo vino a ver le refirió que en la provincia había 60 caciques. Para explorar el terreno fue comisionado el alférez Suero de Nava, quien llegó al valle del Otún, sin haber encontrado resistencia. Estando en esas, un indígena le llevó a Robledo una carta enviada desde Anserma, donde le comunicaban que había llegado a Cali el adelantado Pascual de Andagoya nombrado como gobernador de la región (Nota 30), que le ofrecía el nombramiento de capitán y que se le presentara personalmente. Robledo “como sabio y de experiencia en lo que convenía”, se apresuró a fundar la ciudad que tenía en mente, lo que hizo el 9 de agosto de 1540, donde actualmente queda Pereira: “E puso por nombre a la cibdad, la cibdad de Cartago, e a la iglesia mayor San Jorge, e hizo la traza de la cibdad, e la repartió los solares a todos los vecinos y conquistadores” (Nota 31). El conquistador encontró del lado Quimbaya cacicazgos más consolidados y mejores condiciones para el sometimiento que en la provincia de Anserma: “Esta provincia es otra lengua que la de Santa Ana (…) y son enemigos; y hay mayores señores y de más pundonor y son más señores en el mandar (…) Son de más trabajo, la gente de esta provincia, que la de Humbra, y de más razón porque no son tan delicados, y esto causa ser los indios más obedientes a sus señores” (Nota 32). A los dos días siguientes de fundar la nueva ciudad (Cartago Viejo), Robledo emprendió la marcha hacia Cali, cruzando el río Cauca por Irra el 15 de agosto de 1540. Llegado a Anserma, recibió informes de que los indios no acudían a servir a los españoles (Nota 33). No se paró allí, siguiendo de prisa para Cali, adonde arribó en siete días y reconoció a Andagoya por gobernador. El adelantado, a su vez, confirmó a Robledo como capitán de Anserma y Cartago, le otorgó poder para seguir la conquista hacia el norte (Antioquia) y le dio algunos hombres y caballos. Aquí termina el relato escrito por Pedro Sarmiento, siendo el 12 de octubre de 1540, 48 años exactos de la fecha del desembarco de Cristóbal Colón. Sobre lo que aconteció en adelante baste mencionar que Robledo siguió a la conquista de Antioquia, de donde salió a Cartagena, pero fue apresado por Pedro de Heredia en la disputa por el territorio antioqueño, y enviado a España. En ausencia de Robledo, la campaña del Cauca Medio fue continuada por Belalcázar, quien, después de sacar del camino a Pascual de Andagoya, fue a Cartago, donde, viendo la dificultad de controlar desde allí a los pozos, dispuso fundar otra ciudad en el norte, para lo cual comisionó al capitán Miguel Muñoz, quien fundó el 25 de julio de 1542 la ciudad de Arma, hoy corregimiento de Aguadas, Caldas. En España Robledo halló el favor de la Corte, siendo nombrado mariscal de Antioquia, y un visitador que envió la Corona, Armendáriz, lo designó teniente de Antioquia, Anserma y Cartago. Pero cuando se apareció por el Cauca Medio, los cabildos de Arma, Anserma y Cartago no lo recibieron, y Belalcázar, considerando usurpada su autoridad, se le enfrentó, lo apresó y lo mandó a juicio, siendo el mariscal condenado a muerte por garrote vil. La sentencia se cumplió el 5 de octubre de 1546 en la Loma del Pozo (hoy Pácora, Caldas) (Nota 34). Cieza agrega, al final de su crónica, donde relata los castigos divinos a las crueldades de los conquistadores, que una vez ejecutada la sentencia, los indígenas consumieron su cadáver (Nota 35).
7. Los cuatro nombres de Anserma o la disputa por el territorio En Bolivia existe una hermosa y entrañable ciudad conocida como “La ciudad de los cuatro nombres”, pues a lo largo de su historia ha tenido los de Charcas, La Plata, Chuquisaca y Sucre. Igual podría decirse de Anserma, que en menos de dos años (agosto de 1539 a abril de 1541) se llamó de cuatro maneras: Umbra, Santa Ana, San Juan y Anserma. Umbra por el terreno, pues la loma donde se ubica hacía parte del territorio del pueblo indígena Umbra. Santa Ana o Santa Ana de los Caballeros, el nombre que le puso Jorge Robledo al momento de la fundación, por encargo de Lorenzo de Aldana. San Juan, como la renombró Pascual de Andagoya. Y Anserma, el nombre con que definitivamente la bautizó Sebastián de Belalcázar, por la manera como él mismo había llamado la provincia cuando la recorrió por primera vez. Empecemos por lo último: La palabra “Anserma” no designó en un principio a una ciudad sino a un territorio, habiendo sido inventada por Belalcázar para denominar la región descubierta por él en la exploración que hizo en 1536; es decir, el territorio ya tenía ese nombre antes de que fuera fundada la ciudad. Dicho nombre surgió de la siguiente anécdota, contada por el propio Robledo al describir los pueblos de Anserma: “…la cual se dice Ancerma; porque cuando la primera vez entramos en ella con el capitán Benalcázar, entramos sin lenguas y con muy grande falta de sal, e cuando se tomaba algún indio, le preguntábamos por señas por sal, a la cual ellos en su lengua nombraban “ancer”, y por este vocablo de ancer, como no aprendimos otro, la llamamos Ancerma, que su natural nombre de la provincia es Humbra” (Nota 36). Casi con la misma redacción aparece esta escena en la crónica de Cieza de León, quien, como sabemos, había abandonado a Vadillo en Cali y ahora acompañaba a Robledo: “El sitio donde está fundada la villa de Anserma es llamado por los indios naturales Umbra; y al tiempo que el adelantado don Sebastián de Belalcázar entró en esta provincia cuando la descubrió, como no llevaba lenguas, no pudo entender ningún secreto de la provincia. Y oían a los indios que en viendo sal la llamaban y nombraban ancer, como es la verdad, y entre los indios no tiene otro nombre, por lo cual los cristianos, de allí adelante, hablando de ella, la nombraban Ancerma, y por esta causa se le puso a esta villa el nombre que tiene” (Nota 38). Fray Pedro Simón, quien publica su obra en 1626, concuerda con que cuando Robledo salió de Cali en abril de 1539 llevaba la comisión de fundar una ciudad en la loma y la provincia de Umbra, que ya eran conocidas con el nombre de Anserma, aunque agrega que este apelativo tal vez no provenga de “ancer”, sal, sino de “Anzea”, nombre de un cacique: “…Lorenzo Aldana (…) despachó al capitán Jorge Robledo desde la ciudad de Cali (…) para que poblara algunas villas y ciudades de españoles en las tierras que había descubierto a la banda del Norte el capitán Belalcázar, y en especial le señaló poblase la primera [ciudad] en la loma y provincia de Umbra o Umbría, como otros quieren que se diga, que por otro nombre le pusieron el Belalcázar y sus soldados Anserma, por la razón que dice Pedro de Cieza en su Crónica, que fue que como el capitán Belalcázar no llevaba lenguas cuando iba descubriendo estas lomas y provincias si les mostraban a los indios alguna sal, la nombraban con mucha alegría con el nombre que le tenían puesto en su idioma, diciendo anser, anser, con que dijeron los castellanos, no sabiéndole otro: ese será el nombre de esta tierra, aunque le añadieron después aquella sílaba ma, como de ordinario lo solían hacer en todas las provincias destas Indias que a Runcha llamaron Tunja y a Suamoxe Sogamoso, si bien otros dicen que el cacique señor de esta provincia se llamaba Anzea y el sitio de la loma Umbra y de Anzea le llamaron Anserma” (Nota 39). La misma anécdota aparece en la relación del viaje de 1538 de Juan Vadillo, quien, cuando salió de la montaña de Caramanta llegó a la vega de Supía, donde encontró un pueblo grande al que los indios llamaban Biru, y luego, cuando llegó a Cali, se enteró que la gente de Belalcázar se refería a dicha población como “Manserma”: “Esta población [Biru] que es una que Benalcázar dice y los que con él fueron que se llama Manserma porque cuando allí llegaron no traían lengua y por un pescado que allí hallaron que los indios llamaron así la pusieron el nombre de que fue Manserma”(Nota 40). En cuanto a si la voz Anserma se refiere a la sal o a un pescado, la razón se inclina a la sal que mencionan Robledo y Cieza, quienes protagonizaron el episodio y luego conocieron mejor el idioma nativo. Juan de Castellanos acoge esta interpretación, pero bajo una versión poco creíble, por la cual los propios indios llamaban Anserma al territorio del pueblo de Biru. Dice el cura de Tunja en 1580 que cuando Vadillo arribó a la vega de Supía no encontró quien entendiera el castellano, por lo que envió a Francisco de Mojica a capturar algún gandul de Caramanta que le sirviera de intérprete. Mojica volvió con muchos indígenas “en prisiones” (encadenados), con quienes se supo que el sitio se llamaba “Encerma”: “Llegados pues donde los esperaban, Sea como fuere, hasta aquí queda establecido que el territorio recorrido por Belalcázar en 1536, desde la loma de los Umbras, por donde ingresó, hasta los confines de Biru (hoy Supía y Riosucio), fue llamado por este conquistador “Anserma” antes de que se fundase la ciudad que hoy lleva ese nombre. En cuanto a la ciudad como tal, es el mismo Cieza quien informa que el primer nombre de Anserma fue “Santa Ana de los Caballeros”, puesto por Robledo siguiendo instrucciones de Aldana, e incluso confirma que se cumplió el mandato de éste de “que él [Aldana] haría el nombramiento de alcaldes y regidores, de manera que el pueblo fuese hecho e formado desde Cali”: “Más adelante deste valle [Supía-Riosucio] está otro pequeño, dos leguas y media dél, que se hace de una loma que nasce de la cordillera donde está fundada y asentada la villa de Ancerma, que primero se nombró la ciudad de Santa Ana de los Caballeros (…) “Esta Villa de Ancerma pobló y fundó el capitán Jorge Robledo en nombre de su majestad, siendo su gobernador y capitán general de todas estas provincias el adelantado Francisco de Pizarro; aunque es verdad que Lorenzo de Aldana, teniente general de Francisco Pizarro, desde la ciudad de Cali nombró el cabildo, y señaló por alcaldes a Suer de Nava y a Martín de Amoroto, y por alguacil mayor a Ruy Vanegas, y envió a Robledo a poblar esta ciudad, que villa se llama agora, y le mandó que le pusiese por nombre Santa Ana de los Caballeros. Así que a Lorenzo de Aldana se puede atribuir la mayor parte de esta fundación de Ancerma, por la razón susodicha” (Nota 42). Pero si así la bautizó Robledo, ¿porqué su escribano, Pedro Sarmiento, al hacer la relación oficial de la fundación de la ciudad el 15 de agosto de 1539 en el pueblo de indios de Guarma, no menciona el nombre de Santa Ana sino que escribe que el capitán: “dijo ansí al dicho escribano que le diese por testimonio, como allí fundaba en nombre de S. M. e del señor Gobernador, la ciudad que se llamase San Juan, e la iglesia mayor Santa Marta de los Caballeros”? Ello se debe a que la relación de Sarmiento fue fechada el 12 de octubre de 1540, en Cali, ciudad que en ese momento se hallaba de alguna manera tomada por Pascual de Andagoya. Como se vio, en agosto de ese año Robledo recibió en el territorio Quimbaya una carta que le enviaba desde Santa Ana un capitán que le decía que fuera a Cali a recibir al nuevo gobernador. En la misiva también se le comunicaba el cambio de nombre de la ciudad por San Juan: “Que le hacía hacer como había venido por gobernador de esta tierra el adelantado D. Pascual de Andagoya, el le había enviado con cierta gente de a pie e de a caballo a tomar posesión de la cibdad de San Juan, e la había tomado en nombre del señor gobernador D. Pascual de Andagoya, e le había puesto el nombre de la cibdad de San Juan…” (Nota 43) En Cali Robledo reconoció la nueva autoridad, por lo que no estaba en plan de llevarle la contraria a Andagoya en el capricho del cambio de un nombre, cuando ya había recibido del flamante gobernador la ratificación de sus títulos de capitán y teniente de las provincias de Anserma y Cartago y la autorización para continuar la conquista de Arma y de Buriticá. Estas claridades las hace Sardela, quien sobre el cambio de nombre escribió: “Habiéndose hecho rescebir por gobernador el Adelantado Andagoya, en la cibdad de Cali, que pobló el Gobernador Velalcázar, envió de allí un capitán a la cibdad de Santana, quel Capitán Jorge Robledo había poblado en las provincias de Anserma, e que así mismo fuese recibido (…) Por cuya ausencia [de Robledo], el dicho Adelantado fue recibido en ella; y con cautela, porque se le diese la loa de primer fundador, quitó el nombre de Santa Ana, que aquella cibdad tenía puesto por el dicho capitán Jorge Robledo, y pusóle San Juan” (Nota 44). La advocación de San Juan se comprende porque Andagoya era gobernador de la provincia de San Juan (río San Juan entre Chocó y Valle del Cauca), por lo que así le daba a la ciudad encontrada el mismo nombre a la provincia. Posterior al hecho referido regresó Belalcázar de España con el título real que creaba la Gobernación de Popayán, separada de Perú, que lo nombraba a él por gobernador y que le ordenaba a Andagoya salir de ese territorio. Entonces Belalcázar mandó a buscar a Robledo, quien reconoció a aquel por gobernador el 20 de abril de 1541, aunque alegó que él había descubierto un territorio propio. Restablecido en sus dominios, Belalcázar también barrió la casa: no solo ordenó que se volvieran a repartir los solares y estancias, sino que dejó a un lado los nombres de Santa Ana y de San Juan y le dio a la población el nombre definitivo de Anserma, el mismo que él le había dado a la provincia cinco años antes: “Y el gobernador Velalcázar, como se vio recibido por Gobernador de aquella provincia, aquella cibdad de Santa Ana, que el Capitán había poblado, mandó que se llamase villa de Ancerma, y el adelantado Andagoya San Juan, cada uno por hacer verdadera la relación falsa que a S. M. hacían. Y el Capitán, por el nuevo recibimiento de Gobernador, tornó a reformar e repartir la tierra, porques costumbre de Gobernadores e Capitanes nuevos deshacer lo que otros han hecho, aunque sea bueno, e deste arte se pierden e destruyen las tierras” (Nota 45) De esta manera se resolvió la disputa de egos en torno al nombre de la ciudad de Anserma, quedando bajo la misma denominación tanto la provincia como la ciudad, a la usanza de la época.
8. Después de la conquista Con el tiempo, las ciudades-provincia de Arma y Cartago Viejo decayeron: los títulos de Arma pasaron a Rionegro (Antioquia) y el antiguo Cartago se trasladó del valle de los ríos Otún y Consota a su actual ubicación en el norte del Valle del Cauca. Consumado el Holocausto, los amplios territorios de la margen derecha del río Cauca quedaron deshabitados por cerca de 200 años, hasta que fueron repoblados en el siglo XIX por los antioqueños y una parte por caucanos, en una saga que va de la fundación de Aguadas en 1808 a la fundación de Pereira en 1863. La única de las antiguas provincias que se mantuvo activa a lo largo de los siglos fue Anserma. La ciudad primigenia decayó muy pronto por el agotamiento de sus recursos y el traslado de los habitantes para la zona minera de Supía y Marmato. Y aunque no desapareció físicamente como le pasó a Cartago Viejo, como ente administrativo sí fue trasladada para el actual Departamento del Valle del Cauca (Anserma Nuevo), al parecer en 1722, aunque también hay debate sobre la fecha del traslado. En 1830, trescientos años después de su fundación, Boussingault describe así el proceso seguido por la ciudad de Anserma: “Anserma Viejo, ‘el dueño de la sal’, fue en otro tiempo una localidad importante. Los caciques hacían explotar sus aguas saladas que salían de las rocas porfíricas; de allí también se extraía oro de la Mina Rica, cuyo rastro se perdió; allí me alojé en la casa de un alcalde indio, quien me dio lo que vanamente había buscado hasta allí, es decir, la fecha de la famosa lluvia de cenizas (…) lanzada por un volcán del páramo del Ruiz y cubrió toda la región [14 de marzo de 1805]. Dos años después, en 1807, se transfirió la Anserma fundada durante la Conquista, al sitio donde se encuentra hoy día con el nombre de Anserma Nuevo. Los indios de raza pura permanecieron en la antigua localidad” (Nota 46). El resurgimiento de Anserma a fines del siglo XIX es producto de la colonización antioqueña, como relata Rufino Gutiérrez, hijo de Gregorio Gutiérrez González, quien visitó la región en 1917: “…a mediados del siglo XVII se trasladó la ciudad [Anserma Viejo] bastante más al sur, a no larga distancia de la de Cartago [Nuevo], con el nombre de Ansermanuevo. El viejo poblado se arruinó casi completamente, pero conservó su cura, pues el obispo Obregón y Mena se dirigía en 1772 al cura de Ansermaviejo. El nuevo poblado no prosperó como se ve por el pobre rancherío de que hoy se compone. A éste se trajo la custodia que regaló el Rey a Anserma, y allí fue robada. La primitiva población conservó el nombre de Ansermaviejo hasta hace muy poco tiempo. Por allá en el año de 1840 empezó a repoblarse por iniciativa de los hermanos Jorge y Pedro Orozco, pero sólo en 1870 principió a progresar, debido a las aberturas que hacían los antioqueños para establecer dehesas al oriente y al occidente de la cuchilla, en terrenos más feraces y menos escabrosos, y al sur, hasta el bellísimo y extenso valle plano del Risaralda” (Nota 47). Volviendo a los tiempos coloniales, con el declive de Anserma, el dinamismo de la provincia se desplazó vigoroso hacia la zona minera de la Vega de Supía (Quiebralomo, Supía y Marmato). Con la Independencia esta zona se separa administrativamente de Anserma. El Congreso de 1824 crea el Cantón de Supía, con capital en Supía (que al efecto es nombrada Villa), compuesto por las parroquias de La Vega, San Juan de Marmato, Quiebralomo y La Montaña (estas dos últimas se juntaron en el sitio de Riosucio cerca de 1819 y la unión fue erigida como distrito en 1846, aunque se mantuvo una rivalidad entre las dos fracciones que solo vino a ser superada mediante la organización del Carnaval en 1911) (Nota 48). El orden de cosas de la época de la Colonia se mantuvo en la zona hasta finales del siglo XIX, cuando se operó el tránsito del territorio colonial al territorio republicano (Nota 49).
Departamento de Caldas en 1905 Durante toda la época de la Colonia la provincia de Anserma perteneció a la Gobernación de Popayán y en la República hizo parte del Estado Soberano del Cauca y brevemente al Departamento del mismo nombre, hasta que en 1905 fue agregada como “Provincia de Marmato” al Departamento de Caldas (Viejo Caldas), creado al impulso de la colonización antioqueña. Es decir, Anserma, Guática, Quinchía, Riosucio, Supía y Marmato pertenecieron al Cauca durante 365 años (1540-1905), y aunque nunca hicieron parte de Antioquia (Nota 50), quedaron bajo la influencia antioqueña por la anexión de la antigua provincia caucana al Departamento de Caldas y por el fenómeno de la colonización, que a fines del siglo XIX se extendió a la margen izquierda del río Cauca. Después de 1910 las provincias y los cantones fueron suprimidos de la división político-administrativa de Colombia, municipalizándose todo el territorio nacional, con lo que los habitantes del Cauca Medio quedaron constreñidos a ejercer su ciudadanía en pequeños espacios, separados de sus comarcanos, lo que se acentuó con la división en 1966 del antiguo territorio en tres departamentos, con la consiguiente fragmentación de las mentalidades y proyectos (Caldas, Risaralda y Quindío). Por eso, aunque no debiera ser así, las efemérides del año 2014 se proyectan como un aniversario más del Municipio de Anserma y no como la conmemoración, con sus fastos y dolores, de los 475 años del surgimiento de toda la región del Viejo Caldas. En cuanto a los indígenas, el pueblo originario de la provincia de Anserma, más delicado y más indómito que los Quimbayas, como lo observó el conquistador, no se extinguió, siguió vivo. Así lo constataron, no sin sorpresa, los investigadores del Instituto Etnológico Nacional en 1943, en los inicios de los estudios antropológicos en Colombia, quienes extrañaron que mientras abundaban los estudios sobre la raza blanca, y aún sobre el elemento negro, en la conformación del Viejo Caldas, el componente indígena, pese a su número, pasaba desapercibido: “Según los últimos tratadistas de antropogeografía de Colombia, lo que constituye hoy el actual departamento de Caldas está poblado por uno de los núcleos blancos más grandes del país, comparable sólo a los de Antioquia y Santander del Sur. Una fuerte colonización antioqueña, integrada en su mayor parte por núcleos más o menos blancos, se derramó por todo este sector del país y conquistó para la economía nacional ricas regiones, tales como el valle del río Risaralda y la Hoya del Quindío. Varias veces se ha intentado hacer el estudio de la composición étnica de este grupo, de las características de los grupos negros y mulatos del mismo departamento, pero de manera notoria se ha descuidado un aspecto de suma importancia; la supervivencia del tipo indígena relativamente puro, en una densidad de población tan considerable, como que parezca extraño el hecho de que este problema haya pasado casi desapercibido para los que han tratado de hacer estos estudios raciales. “Puede decirse, sin lugar a dudas, que más de un 60% de la población del Occidente de Caldas es indígena. Efectivamente, existen en esta región verdaderos baluartes de la raza nativa, tales como Riosucio, Quinchía, Guática, Mistrató o Arrayanal, San Antonio del Chamí, Pueblo Rico y otras localidades. Allí viven en la actualidad agrupados en comunidades y parcialidades, los descendientes directos de los Pirsa, Guática, Kinchía, Apía, Irra, etc. (…) “El indio encontrado por los conquistadores españoles cuando pisaron por primera vez el territorio de lo que constituye hoy el departamento de Caldas, vive todavía” (Nota 51).
Luis Javier Caicedo
17 de enero de 2013
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