PAPEL DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL BICENTENARIO LATINOAMERICANO
(COLOMBIA, BOLIVIA, MÉXICO, CHILE)
Nota de albicentenario.com: La Iglesia colombiana, en el marco de la Comisión Nacional de Conciliación, fue en el año 2004 la primera institución que se pronunció sobre la necesidad de empezar los preparativos para la conmemoración del Bicentenario, la cual se enfocó, en palabras de Monseñor Pedro Rubiano, arzobispo de Bogotá, a crear una voluntad nacional para alcanzar la paz en 2010, “buscar liberarnos de lo que nos impide vivir en paz y llegaremos a la reconciliación (…) y a la justicia distributiva (…) Esa fecha de 2010, el bicentenario de la independencia, no nos puede dejar indiferentes. La nación se tiene que preparar para que no sea una celebración más, un desfile militar, sino que convoque a todos los colombianos” (ver entrevista en: http://www.albicentenario.com/index_archivos/Page2378.htm). Sin embargo, en la medida que la propuesta no tuvo eco político (ni el Bicentenario ni la paz estaban en la agenda del Gobierno), la Iglesia hizo mutis por el foro, renunciando también a promover iniciativas conmemorativas hacia la sociedad colombiana. En febrero de 2010 la jerarquía eclesiástica vuelve a hacer presencia en el Bicentenario, aunque sin los ribetes de 2004.
COLOMBIA
CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA
LXXXVIII ASAMBLEA PLENARIA
Bogotá, D.C., 8 al 12 de febrero de 2010
Alocución inaugural del excelentísimo monseñor
Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Barranquilla,
presidente de la Conferencia Episcopal
Tomado de: www.cec.org.co/apc-aa-files/.../2010_Alocuci_n_Inaugural.doc
Iniciamos hoy con alegría y esperanza la octogésima octava Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano que se inscribe en un contexto especialmente importante al interior de nuestra Patria y de la Iglesia que peregrina en Colombia.
1. El primer escenario nos lo brinda la historia de Colombia. 2010 es el año del bicentenario del inicio del proceso que llevó a la independencia y a la constitución de la República en nuestra Patria. Es un año, por lo tanto, en el que mirar al pasado se hace necesario para que podamos interpretar adecuadamente el presente y proyectar el futuro de Colombia como nación.
Para la Iglesia ésta es una efemérides que le atañe profundamente. Colombia es un país en donde la mayoría de sus habitantes ha pertenecido a la Iglesia, y el Evangelio ha acompañado cada uno de los momentos de nuestra historia en los últimos siglos. Por esta razón, mirar el pasado de Colombia es descubrir también el papel fundamental que la Iglesia ha jugado en la constitución y desarrollo de nuestra identidad como República. Interpretar el presente de nuestra nación es también desentrañar no sólo lo que la Iglesia hace sino también la luz que proyecta en nuestra vida nacional. Idear el futuro de nuestra República es también ahondar en la misión propia que corresponde a la Iglesia como fuerza determinante en la construcción de la sociedad.
Quisiera detenerme especialmente en este último aspecto. Esta celebración plantea el gran reto de proyectar -a partir de la contemplación del pasado y del presente- el futuro de la incidencia de la Iglesia en la sociedad. La cultura adveniente, con su carga fuerte de relativismo a partir de un individualismo llevado a sus últimas consecuencias, pretende ignorar y llega a rechazar la luz que dimana del Evangelio para la construcción de la sociedad humana. Se quiere mirar a la Iglesia como una institución que, tal vez en un momento dado, pudo cumplir una tarea importante -si es que esto se llega a reconocer cuando es imposible ignorar el sentido de la historia- pero que ya debe limitarse a un trabajo “de sacristía”, entendiéndose sólo de las consciencias de sus seguidores, sin la pretensión de jugar un papel en la vida pública.
En este contexto, la Iglesia no puede dejar de interrogarse acerca del alcance de su misión y precisar, cada vez con mayor claridad, la forma como debe realizar su misión. Surgen interrogantes fundamentales: ¿Cuál debe ser el papel de la Iglesia en la sociedad? ¿Cómo hay que dibujar sus relaciones con el Estado? ¿Cuál debe ser su intervención en la política? ¿Qué papel debe jugar en las relaciones económicas y sociales en general? ¿En qué forma debe ser forjadora de cultura? La luz que arroja el Evangelio ¿será sólo para el alma de las personas o debe también alumbrar a la comunidad en sus diferentes niveles?
Para dar respuesta a estas preguntas trascendentales y encontrar los caminos conducentes al cumplimiento de su misión, la Iglesia tiene que afrontar el reto de contar con los medios adecuados que le permitan la realización de su misión a partir de una asimilación constante del Evangelio como ha sido proclamado y vivido en su seno a lo largo de los tiempos, de un análisis permanente de la realidad, un repensar siempre de nuevo las implicaciones de su misión, y de un estudio constante de las oportunidades que le abren las nuevas tecnologías de la comunicación.
Es decir, la Iglesia tiene que contar con los medios que le permitan discernir “los signos de los tiempos” por medio de los cuales el Señor revela a cada momento de la historia cómo sigue llevando a cabo, a lo largo del tiempo y del espacio, la salvación realizada en el acontecimiento decisivo de la muerte y resurrección de Jesucristo, ya que de esta salvación Él ha querido hacer de su Iglesia el sacramento, es decir, el signo e instrumento eficaz. Ese discernimiento permanente de los signos de los tiempos hace posible que la predicación del Evangelio -que se hace vida en la celebración de los sacramentos- sea realizada con eficiencia y eficacia, para que pueda llegar a iluminar y animar a las personas, la familia, las comunidades, la sociedad, y se implementen las herramientas adecuadas para que los animadores de los procesos de evangelización puedan ser instrumentos eficaces en las manos del Señor que es el único Salvador y, como tal, la “luz del mundo” (Jn 9,5).
Ese discernimiento es lo que hemos intentado realizar en las dos Asambleas Plenarias del año 2009, en las que nos hemos acercado a la realidad que vive la comunidad destinataria del anuncio del Evangelio. En la Asamblea de febrero pasado, tratamos de tener una visión global de la realidad para descubrir algunos criterios fundamentales que nos permitan iluminarla con los procesos de evangelización. Luego, en la Asamblea de julio, nos concentramos en el tema de la vida, central para la vivencia del mensaje evangélico. De estas dos Asambleas, los Obispos hemos logrado concluir los grandes retos que nos plantea la realidad a la acción evangelizadora y acercarnos a unos criterios y líneas generales de acción que alimenten los procesos pastorales.
A partir de allí, se concretó el reto de enfrentar la necesidad de poner en marcha una reestructuración de la Conferencia Episcopal y del Secretariado Permanente de la Conferencia –su órgano ejecutivo- para que la Conferencia Episcopal pueda ser más eficiente y eficaz como medio para vivir la colegialidad episcopal y ofrecer a las iglesias locales el apoyo necesario para llevar a cabo la tarea evangelizadora. La primera parte de nuestra Asamblea –que presenta la reestructuración en curso- se inscribe, por lo tanto, en el contexto de alcanzar las herramientas adecuadas para que la Iglesia pueda responder a las preguntas cruciales que surgen al contemplar la historia de nuestra Patria en estos últimos doscientos años y la inserción de la Iglesia en la sociedad colombiana y los grandes retos que plantea la realidad de nuestra historia presente.
Para continuar este discernimiento, esperamos que las Asambleas de julio de este año y de febrero del 2011 sean espacios en los que podamos seguir profundizando sobre los grandes criterios y líneas de acción que la Iglesia debe tener en cuenta para el cumplimiento de su misión frente a la realidad del país.
2. Pero, no se agotan allí las posibilidades que para la Iglesia en Colombia brinda el bicentenario del proceso emancipador.
En primer lugar, se está organizando un Congreso que busca, con la ayuda de las universidades y de las academias de historia, ahondar en el significado de la participación de la Iglesia en la historia de estos últimos dos siglos en nuestra Patria. De allí ciertamente surgirá una visión, lo más completa posible de cómo la Iglesia ha tenido un papel fundante en la vida del país y ha podido responder a los retos que la historia colombiana fue planteando a su misión con el cambio de los tiempos. Esta visión nos dará claves importantes para comprender el sentido del presente de la Iglesia en Colombia y poder, a partir de esa comprensión, avizorar con mayor claridad el futuro de nuestra presencia evangelizadora.
El Congreso mirará especialmente hacia el pasado y sus consecuencias en el presente, y lo hará con las claves de la interpretación histórica. Para que esta visión sea más completa, hemos pensado también que vale la pena –siguiendo el surco de la experiencia realizada en el contexto de la celebración de los cien años de la Conferencia Episcopal de Colombia- organizar una Expocatólica que, con su metodología propia, nos ayude a contemplar especialmente el presente sin descuidar las raíces sobre las cuales éste está construido.
La visión plástica de la vida de nuestra Iglesia que nos brindará la Expocatólica será complementada por una exposición de arte religioso. En el arte el hombre expresa lo más íntimo de su experiencia y, en este caso, el arte religioso nos ayudará a comprender lo que ha sido la vida de los creyentes y su experiencia fundamental de Dios y de la Iglesia y cómo ésta ha enriquecido la vida de nuestra Nación.
De esta manera, mirando a nuestra Patria y contemplando su pasado en esta efemérides del bicentenario, la Iglesia en Colombia tendrá la oportunidad de crecer en el conocimiento de su propia historia y de su identidad profunda. Igualmente, comprenderá mejor lo que ha sido su labor evangelizadora y conseguirá los medios más adecuados para realizarla y de esta manera, lanzarse con confianza hacia el futuro con la certeza de que el Señor de la Historia está presente en medio de ella y por su medio continúa realizando su obra de salvación.
3. El año del bicentenario es también un año en el que los colombianos somos invitados a contribuir con el voto al fortalecimiento de nuestras instituciones. Estamos en medio de un agitado proceso electoral que llevará a la configuración del Congreso y a la elección del Presidente de la República para los próximos cuatro años (…).
4. Si el bicentenario de los inicios de nuestra independencia –vivido en medio de la agitación del proceso electoral- permite a la Iglesia mirarse a sí misma en su relación con el país y con la sociedad en general, el Año Sacerdotal -que el Santo Padre Benedicto XVI, movido por su celo por el bien de la Iglesia, nos ha regalado con ocasión del sesquicentenario de la muerte de San Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes- nos está brindando la ocasión para poner nuestra mirada en el ministerio sacerdotal, como fundamento sobre el cual el Señor construye permanentemente a su Iglesia y en el cuidado especial del sacerdote que compete a todos los miembros de la Iglesia (…)
CONCLUSIÓN
Nuestra Asamblea Plenaria –como toda la vida de la Iglesia en Colombia- se realiza en comunión plena con la Iglesia Universal, en unión profunda de amor filial con el Santo Padre Benedicto XVI, en obediencia sincera al Evangelio como es proclamado y vivido en la misma Iglesia. Y es, sobre todo, una oportunidad maravillosa para que todos los pastores crezcamos juntos en la fe, en la esperanza, en el amor. Por esto, ponemos el desarrollo de nuestras deliberaciones y la elaboración de las conclusiones de nuestro trabajo en las manos amantes de la Virgen Santísima, nuestra Madre y Patrona (…)
+ Rubén Salazar Gómez
Arzobispo de Barranquilla
Presidente de la Conferencia Episcopal
El papel de la iglesia católica en 200 años de independencia
EL COLOMBIANO | Medellín | Publicado el 18 de febrero de 2010
Tomado de: http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/E/el_papel_de_la_iglesia_catolica_en_200_anos_de_independencia/el_papel_de_la_iglesia_catolica_en_200_anos_de_independencia.asp
Con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia, el Centro de Fe y Culturas, Eafit y la Universidad Nacional inician el ciclo de conferencias El papel de la iglesia católica a lo largo de los 200 años de historia nacional.
Hoy se realizará la conferencia inaugural El barroco latinoamericano, último proyecto civilizatorio y universal de la iglesia católica, a cargo de Jesús García-Ruiz, profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.
La entrada a la conferencia es libre.
Esta es una mirada a los hechos en que esta institución participó y de qué manera en la historia del país.
Dónde: Centro de Fe y Culturas. Calle 10 Sur. No 45 -178.
Hora: 6:30 p.m.
Informes: 321 63 21.
BOLIVIA
Alrededor del papel de la Iglesia en el Bicentenario
Interior de la iglesia de San Francisco, el siglo pasado.
Tomado de: http://www.laprensa.com.bo/especial/bicentenario/bicentenario/16_07_09_contenido18.php
La Prensa, La Paz, Bolivia, 16 de julio de 2009. Separata Bicentenario.
La unión de “la cruz y la espada” representó al periodo colonial. En el siglo XX, la Iglesia se insertó en los espacios de contrapoder. En el presente, su labor educativa se ha acrecentado notablemente+
Esther Balboa*
E s conocido que el cristianismo llegó a las Américas desde el primer día de la Conquista, se insertó en la administración colonial y se convirtió en la creencia religiosa principal del continente. La Iglesia Católica participó en la fundación de Nuestra Señora de La Paz, profundamente influida por el Virreinato de Lima y donde se creó el Palacio Episcopal.
Además de asumir una función socio-política, la tarea central de la Iglesia era la evangelización de los indios en los repartimientos asignados a los encomenderos españoles. Se dice que la unión entre “cruz y espada” representó a este periodo.
Sin embargo, la sublevación indígena de 1781 supuso casi el fracaso de la evangelización católica en La Paz, cuyos templos fueron saqueados, y quemados los libros parroquiales. Esta actitud también se extendió a Oruro y el norte de Potosí.
Ante semejante desquiciamiento, el Consejo de Indias y Roma presionaron a la Iglesia altoperuana para que los misioneros de indios conocieran las lenguas nativas y realizaran frecuentemente sínodos diocesanos a fin de encarar eficientemente los “problemas socio-religiosos”. Aunque se avizoraron acciones caritativas en torno de los conventos, fue una Iglesia hipotecada al proceso de colonización.
La praxis del pensamiento revolucionario se gestó en universidades y colegios dirigidos por órdenes religiosas, el fervor patriótico fue llevado a nivel comunicacional a través de libelos y pasquines que se colocaban en las puertas de los templos.
Como ejemplo, la proclama que lee don Pedro Domingo Murillo en julio de 1809. “Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno de nuestra patria…” fue llevada a La Paz desde Chuquisaca por el cura José Antonio Medina, conocida como “proclama de la ciudad de La Plata a los valerosos habitantes de la ciudad de La Paz”.
A partir de 1826 se realizaron reformas eclesiásticas tales como anular sueldos, rentas y que las escuelas públicas fuesen fundadas con fondos eclesiásticos, se suprimieron conventos para convertirlos en cuarteles y el Palacio Episcopal fue destinado como alojamiento de militares; se pagó a los soldados con la riqueza en alhajas y plata labrada de la cofradía de Copacabana.
Se separó a todo cura que no fuese adicto a la causa patriota. Se atribuyó a monseñor José María Mendizábal, obispo de La Paz, la iniciativa de apaciguar los ánimos y entablar un concordato entre el Vaticano y el Estado de Bolivia, durante la presidencia de Andrés de Santa Cruz.
Por otra parte, la primera Constitución Política reconoció a la religión católica como la oficial del Estado boliviano y su Reforma de 1871 introdujo la tolerancia de cultos, referida a las confesiones evangélicas.
A partir del siglo XX
El franciscano Lorenzo Calzavarini (1990) fue quien definió el poder de la Iglesia en Bolivia: la Iglesia espiritual, que media entre el Estado y los autóctonos, y la Iglesia profética, insertada en los espacios de contrapoder.
Esta Iglesia convive con los pobres, con las prácticas teológicas devocionales y con una acción social que parte desde el convento y que al final del siglo XX se corporativiza en organizaciones no gubernamentales.
A la Iglesia le cupo un papel siempre importante en la consolidación del Estado boliviano. Esta consolidación no fue sólo política, sino también territorial, de tal manera que nunca faltaron frailes y curas en los lugares más alejados, como Apolobamba en La Paz, Pocona en Cochabamba, la Chiriguania en el Chaco, Moxos en el Beni, Chiquitos en Santa Cruz y otros.
Sin embargo, el papel más importante lo desarrolló en el aspecto intelectual, visualizando los diferentes contextos vivenciales y su infatigable labor de inculturación del cristianismo en la cultura andino-amazónica.
Al comenzar el siglo XXI, la Iglesia Católica concentra más o menos el 15 por ciento de las escuelas públicas, administra colegios privados; la Universidad Católica San Pablo es reconocida por el Consejo de Universidades Autónomas; sus ONG abarcan todo el territorio nacional y tiene relaciones fluidas con el Estado, y aunque resaltan algunos comportamientos patológicos, éstos son retirados con prudencia.
La Iglesia Católica de Bolivia aún tiene un largo camino que recorrer en su aporte a un cristianismo latinoamericano, puesto que los procesos de globalización exigen no sólo institucionalidad, sino vivencia eclesial.
* Dra.en CS Humanas y Biológicas
MÉXICO
Revisa la Iglesia su papel en la Independencia y la Revolución
Apoyada por la Fundación Conmemoraciones 2010, la jerarquía católica realizará un estudio sobre estos procesos históricos, toda vez que se siente relegada de los festejos oficiales.
Buscan una lectura histórica “serena y crítica” Foto: Cuartoscuro
Tomado de: http://impreso.milenio.com/node/8573820
La Iglesia católica, que se percibe a sí misma relegada de las conmemoraciones oficiales del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, está dispuesta a realizar una revisión de la memoria histórica donde se le reconozca el papel protagónico que tuvo en estos movimientos sociales, por lo que organizará las Jornadas Históricas: Iglesia, Independencia y Revolución, apoyada por la Fundación Conmemoraciones 2010.
Desde el año pasado la Conferencia del Episcopado Mexicano creó una comisión episcopal a cargo del arzobispo Alberto Suárez Inda, de Morelia, para que se coordinara con las autoridades que invitó a los obispos a colaborar en estas celebraciones; sin embargo, con el tiempo, el interés por la participación de la jerarquía católica disminuyó y actualmente los contactos son nulos.
De ahí que la Universidad Pontificia de México haya decidido organizar esas jornadas a las que ha convocado a investigadores y especialistas civiles y eclesiásticos.
El director del Departamento de Historia de esta casa de estudios, Juan Carlos Casas García, destacó que se pretende una revisión histórica de estos acontecimientos, la “más completa, menos parcial e ideologizada y se reconozca el papel protagónico que ha tenido la iglesia católica en el devenir histórico de la nación”.
Porque el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución son dos acontecimientos que ofrecen la oportunidad para realizar una lectura “serena y crítica” más allá de una simple efeméride y que “nos pone ante personajes e instituciones concretas que requieren un acercamiento objetivo, tratando de superar apasionamientos y posiciones irreconciliables, visiones maniqueas y que nos arroje luces para comprender estos momentos cruciales de la historia nacional”.
Aclaró que durante esas jornadas a realizarse en la Universidad Pontificia de México, del 12 al 14 de mayo, no se trata de dar una visión simple desde la iglesia católica de estos acontecimientos, sino presentar la historia como se hace: con base de fuentes de documentos, mas allá de ideologías, de visiones subjetivas.
El sacerdote Manuel Olimón, uno de los historiadores más destacados de la Iglesia católica, puntualizó que en estos momentos deben ser superados los prejuicios y el trabajo se tiene que realizar lo más cercano a la objetividad, porque “estamos acostumbrados a ver la historia sólo a base de contrastes y contradicciones, blanco o negro, positivo o negativo”. Y puntualizó: “no se trata de reivindicar —a la Iglesia católica— sino de conocer lo que pudo haber sido tanto a favor como en contra de dos movimientos que se pueden mitificar”.
Manuel Ramos, director del Centro de Estudios de Historia de México, consideró que a 200 años de la Independencia y a un siglo de la Revolución, las fuentes históricas deben ser revisadas para “ver el justo valor que tuvo la iglesia” desde el “Grito de Independencia” de Hidalgo, hasta el levantamiento de 1821 de Agustín de Iturbide.
Porque a veces se piensa que la Independencia la hizo Miguel Hidalgo, y no, él fue un elemento importante, pero “si uno revisa el cuestionario que se hizo el 7 de mayo de 1811 cuando fueron tomados presos, ahí hay muchísimo qué revisar de la participación de la iglesia y, ver de vivo testimonio lo que Hidalgo después reflexionó sobre el levantamiento”.
Ana Lilia Cepeda, presidenta de la Fundación Conmemoraciones 2010, señaló que la participación de la Iglesia en estas celebraciones es relevante.
La organización de las jornadas recibe el apoyo de la Fundación Conmemoraciones 2010 —que nació de la idea de empresarios, académicos, funcionarios y sociedad civil con el fin de contribuir a recuperar la memoria histórica, social y cultural de los mexicanos—, la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Universidad Iberoamericana , el Centro de Estudios de Historia de México (Carso), el Centro de Investigación y Docencia Económicas, Fundación Cultural Banamex y el Museo Soumaya, éstas también incluirán una exposición museográfica con objetos, documentos, obras de arte de la época de la Independencia y de la Revolución, que estará abierta a todo el público, en la calle de Victoria 98, en el Centro de Tlalpan.
Claves
Desencuentros
De acuerdo con la Comisión del Bicentenario, la Iglesia católica no presentó ninguna propuesta para que se integrara al programa oficial de festejos.
José Manuel Villalpando, el coordinador de la Comisión de los festejos, fue invitado por la Iglesia al foro que mañana inicia.
CHILE
Comisión Bicentenario: Compromiso con la amistad cívica
Tomado de: http://noticias.iglesia.cl/noticia.php?id=7167
Santiago, 25/07/2008
Con el compromiso de los presidentes de los partidos Demócrata Cristiano, Comunista, UDI, Socialista, Radical, PPD, Humanista y RN para desarrollar una verdadera amistad cívica se realizó el encuentro de Partidos Políticos en Camino al Bicentenario, convocado por el Arzobispado de Santiago.
El solemne acto tuvo lugar en los Salones Arzobispales el 25 de julio y estuvo presidido por el Cardenal Francisco Javier Errázuriz.
Jesucristo “es el camino, no sólo para llegar a la vida eterna, sino también para avanzar en la construcción de nuestro mundo. Él es la verdad no sólo sobre Dios; desde Él nos habla de lo que es el hombre, la familia y la sociedad, para que optemos en este mundo por cuanto lo favorece y lo hace feliz”, dijo el Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, durante la firma del compromiso de los partidos políticos por la amistad cívica suscrito el 25 de julio en los Salones Arzobispales.
En uno de los puntos centrales del documento suscrito se expresa: “Concordamos que la celebración del Bicentenario de la Independencia nacional puede ser ocasión para un reencuentro entre los chilenos, un nuevo punto de partida para construir el Chile futuro, apoyándonos en los valores más profundos de nuestra identidad como país”. El Arzobispo indicó: “La pertenencia a una nación supone una honda identificación de los ciudadanos no sólo con una lengua y una geografía, sino también con una historia y con una identidad cultural”.
- Documento suscrito
Al dirigirse a los presidentes de partidos de todas las colectividades inscritas en el Registro Electoral manifestó: “Los partidos ¿están volcados al servicio del país y de los más pobres, o están volcados a buscar el poder, o a utilizar las circunstancias para perfilarse mejor ante la opinión pública, o están instrumentalizando las cosas para obtener determinadas postulaciones y candidaturas, y más adelante determinados triunfos electorales? Seguramente ustedes están preocupados por el bajo nivel de credibilidad del cual gozan, a mi parecer de manera injusta, los partidos políticos y aún el Parlamento.
Dejando de lado los pocos casos de corrupción que son publicitados, una de las causas reside en esta imagen tan poco clara. Ciertamente ustedes pueden estudiar los caminos adecuados para proyectar una imagen nítida de la vocación que han recibido, y que la gran mayoría cumple con gran abnegación. Es necesario que la sociedad los perciba, ante todo, como servidores públicos”.
Con conciencia de estar en un año eleccionario y donde se hace necesaria la participación activa de los jóvenes en los comicios, indicó el Cardenal: “El pueblo -y de manera especial los jóvenes, que detestan las discriminaciones y optan muchas veces por amistades transversales- quiere percibir signos de amistad y confianza entre sus representantes. No los quiere enemistados entre ellos. Quiere tener una imagen constructiva de la labor parlamentaria y del trato que se dan los partidos entre sí. Pienso que en esta tarea de tender y proyectar puentes de confianza tendrían un gran valor dos decisiones. La una: desterrar de la contienda política las descalificaciones personales. Entre ellas, desterrar las recriminaciones a las personas y a las agrupaciones políticas por lo que pensaron, hicieron o dejaron de hacer hace treinta y ocho, treinta o veinticinco años. No hacerlo es una actitud mezquina, destructiva y anacrónica. Son poquísimas las personas que no aprenden de la historia y representan hoy lo que fueron hace un cuarto o un tercio de siglo. Otra decisión necesaria consiste en concertar con los medios de comunicación social un pacto por el bien de Chile, pidiéndoles que en los temas de la política no sean preferentemente medios de confrontación social sino medios de comunicación y confianza social”.
Verdades fundamentales
La alocución del Cardenal Errázuriz estuvo precedida de la fundamentación de la firma del documento por parte de cada presidente de partido. En su discurso, el Arzobispo de Santiago abordó la perspectiva desde la cual servir a la sociedad, algunas verdades fundamentales que orientan al servicio público, y los desafíos a los que están llamados a afrontar los constructores de la sociedad.
Entre las verdades fundamentales el Cardenal señaló la dignidad de la persona humana, creada por Dios, como pilar fundamental. Precisó: “La persona es el origen de toda iniciativa en el orden social, es su centro y su meta. Merece respeto y confianza. Ninguna acción humana, por noble que sea su finalidad, puede instrumentalizarla; ella es un fin en sí misma. Su valor es inconmensurable. Como estos atributos son comunes a todas las personas, éstas son substancialmente iguales en dignidad”. Luego se refirió al derecho a la vida como el primero de los derechos humanos, “nadie puede adueñarse de la vida de los demás; tampoco de su inteligencia, su voluntad, su conciencia, sus sentimientos, su originalidad, su creatividad y su libertad”, indicó. Seguido, se refirió a la calidad de vida y al lugar privilegiado de los pobres para Jesús y la Iglesia, al carácter social de la persona y al trabajo por el bien común.
También el matrimonio y la familia como comunidad connatural, al que se une también la comunidad de quienes comparten una misma fe ocuparon parte de su mensaje a los dirigentes políticos. “Tanto la persona como el matrimonio, la familia y la misma religión son realidades anteriores a la organización de la sociedad, que contribuyen de manera decisiva al bien común. El Estado no las crea, no les concede la existencia, no las configura ni las define. El Estado las reconoce como realidades anteriores a él, las respeta y las apoya, fomenta una opinión pública favorable a ellas y les crea los espacios necesarios para su sano desarrollo y su acción en beneficio de las personas y de la Comunidad”, explicó.
Realidades que nos desafían
El Cardenal Francisco Javier Errázuriz planteó varios desafíos a los constructores de la sociedad, entre ellos el asegurar el derecho a la vida. Indicó: “Chile se caracteriza por una Constitución Política y una legislación que respeta el derecho a la vida. No podía ser de otra manera en un país que sufrió graves atentados contra este derecho, el primero de los derechos humanos, y en un país que tiene acceso a los adelantos de la ciencia, y sabe que el aborto terapéutico es una bandera, pero que no se sostiene ni éticamente ni científicamente, ya que el avance de la medicina nos dice que prácticamente nunca se produce la opción entre la vida de la madre y la del hijo. Promovamos el sano orgullo de ser un país que respeta la vida”. Asimismo llamó a confiar en los ciudadanos a través de los procesos eleccionarios; promover la calidad de vida, sobre todo de los más desvalidos, además de hacer una enérgica solicitud para erradicar la miseria y reducir la brecha social.
La familia es un bien
“Constatamos que el bien que más aprecian los chilenos es la familia, y a la vez constatamos que cada vez es menor el número de parejas que contraen matrimonio, el número de hijos que nacen con la alegría del cumplimiento de uno de sus primeros derechos, a saber, llegar a un hogar donde los acogen y los quieren un padre y una madre, y cada vez es más bajo el índice de natalidad”, dijo a los dirigentes. “Es necesario un compromiso conjunto, que se vuelque en un estudio de este proceso, que se extiende y nos debilita como sociedad, y en el cual inciden diversos factores”, sostuvo ante la audiencia, y defendiendo el principio de subsidiariedad añadió: “Son muchos los actores que construyen la sociedad. Es nuestra experiencia, en camino al Bicentenario, en las mesas de esperanza que se han formado. Para todos ellos hay lugar en esta casa, que desea ser casa abierta y acogedora, también para agrupaciones nacientes que busquen mesas de diálogo y confianza, y cauces adecuados para servir a Chile. Por otra parte, son muchas las iniciativas de los privados, conforme a su derecho de libre asociación, que reclaman los espacios que les corresponden en la construcción de la sociedad, no por concesión del Estado, sino en virtud de un derecho natural”.
Finalmente, el Cardenal Errázuriz llamó a trabajar con esperanza por alcanzar el bien común y citando al Papa Benedicto XVI en su encíclica “Salvados por la Esperanza” dijo: “Por un lado, de nuestro obrar brota esperanza para nosotros y para los demás; pero al mismo tiempo, lo que nos da ánimos y orienta nuestra actividad, tanto en los momentos buenos como en los malos, es la gran esperanza fundada en las promesas de Dios”.
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