EL BICENTENARIO TARDÍO, POBRE, DE BAJO PERFIL Y A LA ESPAÑOLA
Artículos de Armando Montenegro, Alfredo Molano y Medófilo Medina
20 de julio de 2009. Colombianos residentes en Nueva York y sus alrededores se reúnen durante la celebración de la XXV edición del Festival de la Independencia de Colombia que se realiza en el Parque de Flushing Medows de Nueva York (http://www.elespectador.com/galeria-celebracion-del-20-de-julio-nueva-york).
Los príncipes y el bicentenario
Opinión| 30 Mayo 2009 - 1:39 am
Por: Armando Montenegro
Tomado de: http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/armando-montenegro/columna143244-los-principes-y-el-bicentenario
COLOMBIA, A DIFERENCIA DE OTROS países de América Latina, decidió preparar el bicentenario de su independencia de España tarde, a lo pobre y con un bajo perfil.
En lugar de asumir el liderazgo y financiar con sus recursos la celebración, el Gobierno optó por crear una fundación que realiza, aquí y allá, algunos certámenes menores, aislados, sin mayor impacto sobre la memoria histórica o la identidad nacional (hay que rescatar, eso sí, algunas actividades del Ministerio de Educación y el evento académico en Cartagena que están organizando algunos historiadores).
Los españoles, en cambio, sí tomaron muy en serio la celebración de la independencia de sus ex colonias. Varios observadores han destacado el esfuerzo que, con habilidad y dinero, han venido desplegando el Rey, los príncipes, el Presidente, los embajadores y ministros, para evitar que el bicentenario adquiera algunos visos antiespañoles. Con este propósito, se han sumado a las celebraciones e incluso, en algunos países, han tomado el liderazgo y están consiguiendo que éstas se conviertan en otro instrumento para acrecentar su cercanía con los latinoamericanos.
En ciertos países desganados por el bicentenario, la interacción de los propios príncipes con funcionarios de bajo perfil, seguramente arrobados ante su presencia real y agradecidos por sus aportes, puede tener un impacto sobre los contenidos de las celebraciones. Es casi imposible que los funcionarios locales no eviten o, al menos, no mitiguen la difusión de aquellos eventos y conflictos que pudieran lastimar la sensibilidad de sus patrocinadores españoles.
Hasta ahora, el acto más importante en la preparación colombiana del bicentenario ha sido la presencia del príncipe Felipe y la princesa Letizia. Y al paso que van las cosas, la conmemoración de la lucha de los colombianos en contra de don Fernando VII va a seguir siendo influenciada por los propios descendientes de la casa de Borbón. La culpa, obviamente, no es de los españoles, es de los colombianos, que nunca le dieron importancia al bicentenario ni han reflexionado sobre sus implicaciones.
En 1989, los franceses no hubieran permitido que los propios Borbones orientaran las celebraciones del bicentenario de una revolución que decapitó a uno de los suyos. Tampoco en Estados Unidos se hubiera tolerado que los miembros de la casa real británica hubieran tenido alguna injerencia en la celebración de los doscientos años de la independencia.
Un reconocido historiador, crítico de la excesiva influencia sobre la frágil Fundación para el Bicentenario, me decía con razón que no se trata de insistir en que esta celebración en Colombia tenga una orientación antiespañola. Señalaba que ésta debería ser una conmemoración de los colombianos y de otros países americanos, sin interferencias extrañas. (Anotó, en broma, que, a punta de tanto príncipe, se corre el riesgo de que en Colombia se termine exaltando a Pablo Morillo e ignorando a Camilo Torres y a Antonio Nariño).
En lugar de tanto manejo diplomático, España podría vincularse al bicentenario de la independencia con la devolución incondicional del tesoro quimbaya. Este sería un gesto cargado de valor simbólico, que podría acompañarse de actos culturales para reflexionar sobre el significado del retorno a América de una pequeñísima porción del oro precolombino.
Para celebrar la Independencia
Opinión| 18 Jul 2009 - 1:27 am
Por: Alfredo Molano Bravo
Tomado de: http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/alfredo-molano-bravo/columna151339-celebrar-independencia
SE APRESTA EL PAÍS —O UN PEDACITO de él— a celebrar el casi bicentenario del grito de Independencia, que no fue más que un murmullo solapado, a juzgar por la consigna de los criollos —medio abogados, medio comerciantes—: “Viva el rey, muera el mal gobierno”.
Ni sí ni no, sino todo lo contrario, como diría Sergio Fajardo. Independencia, ni mucha: salir de España para caer de cabeza en la órbita de la pérfida Inglaterra no fue un gran negocio, salvo para los exportadores de raíces raras y frutos curiosos, como diría López Pumarejo. Y negocio también, como ahora, para los guerreantes. Las guerras civiles del XIX fueron un deporte de caballeros ricos que se cascaban en los campos de batalla de Garrapata, La Humareda o Cascajal, y se adulaban en los grandes salones de Bogotá, Popayán o Rionegro. En realidad, el único principio que los diferenciaba era el visto bueno del arzobispo. Todos los generales —rojos o azules— eran lo mismo: hacendados, mineros, comerciantes y en el campo de los negocios no se pisaban las mangueras. La sangre la ponían los peones, aparceros, medianeros, los favorecidos con puesticos y los fieles de sacristía. Independencia de Inglaterra la hubo después de la última guerra civil sin gritos ni revolturas, cuando a cambio de la indemnización por el robo de Panamá, nuestros prohombres se abrieron de patas a la estrella polar del norte y les dieron a los gringos, como lo denunció El Espectador, el 90% del petróleo que ellos ya tenían pillado.
Y en la mismita posición Laureano Gómez mandó —dudo del verbo— el Batallón Colombia, bautizado así para la ocasión, a pelear contra los comunistas y meternos en la Guerra Fría para que los gringos le perdonaran su nazismo. Desde entonces, el Ejército aprendió a hacer también la guerra sucia que va desde el “fusílese mientras se investiga” hasta los asesinatos a inocentes llamados “falsos positivos”, crímenes de Estado que pueden ser ya dos mil. Independencia del pueblo colombiano la que mostró el canciller Turbay en Punta del Este al abanderar la expulsión de Cuba de la OEA por haberse independizado de EE.UU. Y así, nuestra independencia va a ser de nuevo festejada con la cesión de bases aéreas —Apiay, Malambo y Palanquero—, navales —Málaga, Cartagena— y seguramente la autorización para que un portaaviones se estacione en aguas nacionales del Caribe o del Pacífico. El Gobierno revira: ¡Pero es que en las cabinas de los aviones van a ir colombianos! Antecedentes hay. Verbigracia: un acuerdo firmado no hace mucho estipula que EE.UU. puede interceptar en alta mar todo tipo de naves colombianas, tanto como Colombia puede abordar todo tipo de naves gringas. Hay que imaginar el cuadro para entender de qué se habla cuando los gobiernos hablan de bilateralidad: una motonave al mando del teniente Martínez, digamos, ordena esculcar en alta mar, digamos, al portaaviones Theodore Roosevelt.
El acuerdo —“que no está acordado hasta que esté acordado”—, según la aplastante lógica del general Freddy Padilla, garantizará la inmunidad diplomática de los militares y los “llamados contratistas”, términos del mismo general, en territorio nacional. Es decir, las zonas rosas se volverán un peligro para las colombianitas y, sobre todo, para sus novios. En la Base de Manta del Ecuador se denunciaron más de trescientos atropellos, lo que aquí se multiplicará por cinco. El tratado pasará de agache en el Congreso y si no pasa en tan humillante posición, pasará de todas maneras: a pupitrazo limpio. ¡Qué dignidad puede tener la aplanadora uribista después de rechazar la ley de víctimas! No es un problema de soberanía, ha dicho el embajador Brownfield, sino de cooperación. Lo mismo que le esputó Napoleón a Fernando VII cuando invadió a España: vamos para Portugal para llegar a Inglaterra, estratagema que, según dicen los historiadores, motivó el grito de Independencia. La invasión en nuestro caso no aplica, pero la avanzada estratégica de los gringos sobre nuestros vecinos, y en particular sobre la Amazonia, es cosa delicada. Muy delicada, sobre todo para Venezuela, que comienza a ser considerada por EE.UU. como un narcoestado.
El Bicentenario: una conmemoración sintomática
Escrito por Medófilo Medina
Tomado de: http://www.razonpublica.com/index.php?option=com_content&task=view&id=82&Itemid=79
lunes, 24 de noviembre de 2008
Se están cumpliendo 200 años de la Independencia de América Latina pero América Latina no ha tomado conciencia de sí misma y éste es un gran momento para hacerlo, sostiene el Presidente de la Asociación Colombiana de Historiadores.
Del proceso de la Independencia los países latinoamericanos tomaron las fechas para la instauración del Día Nacional. Pero la Independencia como realidad histórica fue un proceso multirregional. En América del Sur ninguno de los países que se conformaron como Estado - Nación en el primer tercio del siglo XIX se liberó del imperio español en virtud de los esfuerzos exclusivos de los habitantes que se llamarían venezolanos, colombianos, argentinos, chilenos, ecuatorianos, peruanos, bolivianos, etcétera. La independencia fue un proceso mancomunado de ciudades, villas, pueblos, por un lado y de de grandes regiones que sobrepasaron las unidades administrativas coloniales (Virreinatos, Audiencias, Capitanías Generales), por el otro.
Paradójicamente no existe una fecha que registre la dimensión continental que históricamente tuvo la Independencia. Los historiadores latinoamericanos estamos ante la necesidad de recrear la narrativa de la acción en la que se involucraron los grandes conjuntos geohistóricos que sirvieron de escenario a la Emancipación y de identificar las fuerzas sociales que entraron en acción entre 1809 y 1811 y que culminaron la independencia en la mitad del decenio de 1820. Si bien entre 1809 y 1812 tendieron a prevalecer las juntas fidelistas o autonomistas con referencias geográficas regionales o microrregionales, a partir del segundo de estos años la dinámica emancipadora cobró orientaciones continentales como lo evidencia la conformación de los grandes ejércitos libertadores de Bolivar y San Martín.
Es reconocida la dialéctica que circula, a propósito de la conmemoración de eventos históricos, entre los factores históricos de lo conmemorado y las expectativas, sentimientos, y preocupaciones que conmueven a la sociedad del tiempo desde el cual se realiza el ejercicio de anámnesis histórica. América Latina, como las otras regiones del mundo, gira desde finales del siglo XX en el remolino de la Globalización, pero a diferencia de las otras áreas del mundo, Latinoamérica muestra un rezago en el empeño de pensarse así misma y de explorar las posibilidades de proyección de cara a la recomposición que vive el mundo. Desde ese punto de vista parecería obvio concebir el Bicentenario en una lógica muy amplia y comprehensiva. No se trata de un ejercicio de invención de la historia por cuanto como arriba se apuntó la Independencia fue en los hechos mismos una hazaña por muchos títulos: continental.
Con gran iniciativa España ha puesto en marcha una manera de celebración de la Independencia en un registro supranacional: las independencias iberoamericanas. ¿Debemos los latinoamericanos suscribir sin controversia la plataforma española del Bicentenario? Resulta interesante el itinerario que ha seguido el gobierno español en relación con la conmemoración de los doscientos años. Hubo un primer intento de elaboración de una plataforma iberoamericana para la celebración del Bicentenario que no suscitó entusiasmo. Se conformaron luego varias comisiones. La primera creada por el Real Decreto (R.D.) 95 de 2006 recibió el encargo de organizar el II Centenario de la Constitución de 1812, la segunda fue la Comisión del Bicentenario de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas, R.D 595 del 4 de mayo de 2007, la tercera correspondió a la Comisión de la Guerra contra la invasión napoleónica, R.D 1292 del 28 de septiembre de 2007. Pero todavía el gobierno creo un nuevo organismo: el Consejo para la Coordinación de las Conmemoraciones de los Bicentenarios del Constitucionalismo en España e Iberoamérica, R.D. 1770 del 28 de diciembre de 2007. Con respecto a la denominación de este Consejo es menester anotar que en América Latina no se han creado comisiones específicas para la celebración del Bicentenario del constitucionalismo y que deban ser coordinadas. El nuevo constitucionalismo latinoamericano que se ha desarrollado desde finales del siglo XX remite a otros referentes históricos que aquellos que destaca el Consejo creado en España.
Las diversas comisiones españolas para el Bicentenario fueron integradas por altos funcionarios del Estado. Se les fortaleció con la incorporación de figuras políticas. Excepcionalmente se advierte la presencia de historiadores. Si arriba se aludió al diálogo entre el pasado histórico y las realidades actuales en la celebración de efemérides, en el despliegue bicentenarista español predomina notablemente el peso de los interese actuales tanto del Estado Español como de los inversionistas. No le va mal al buen momento de la expansión económica de España en América Latina el uso de fechas emblemáticas para revestir de prestigio histórico el programa económico y financiero actual.
En contraste los países de América Latina han remitido privilegiadamente la conmemoración de la Independencia hispanoamericana a los ámbitos nacionales, en los cuales un comité en cada país ha recibido la tarea de diseñar y dirigir las celebraciones civiles. En este aspecto, y no obstante la diferencia de épocas, el Bicentenario tiende a parecerse al Centenario. Las iniciativas que trascienden los escenarios nacionales han resultado tímidas y carentes de continuidad. En julio de 2007 los países que registran sus bicentenarios en fechas entre 2009 y 2011: Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia, México, Paraguay, acordaron la creación del Grupo Bicentenario. En noviembre de 2007 en el curso de la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que tuvo lugar en Santiago de Chile se convino que el Bicentenario se proyectara como conmemoración latinoamericana.
En el encuentro de representantes de los comités nacionales e historiadores celebrado en Quito en agosto de 2008 bajo la denominación Diálogos del Bicentenario por iniciativa de la Comisión de España y de la Secretaria General Iberoamericana se discutió la propuesta de transformar el Grupo Bicentenario en la Comisión Iberoamericana para los Bicentenarios de España, Portugal y América Latina. No se trataba solamente de cambio de códigos sino de la adopción del enfoque español sobre el Bicentenario.
La proposición se llevó a México para ser discutida en la "Reunión de Coordinación de los Países Iberoamericanos convocada por la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB)" El documento que presenta las conclusiones del evento resulta bastante contradictorio. Así por ejemplo en la introducción se señala que las Independencias se inician en 2008 "...con el traslado de la Corte Portuguesa a Brasil y en 2009 con los Gritos Libertarios del primer ciclo de las independencias latinoamericanas..." Es decir se tendrían dos comienzos de la conmemoración de los mismos procesos históricos en años diferentes. Pero en el mismo documento en la parte inicial del capítulo Acuerdan, se lee: "Definir el año 2009 como año del inicio de la conmemoración iberoamericana del proceso de la independencia latinoamericano". En México se mantuvo el Grupo Bicentenario que había tenido su origen en Chile en 2007 pero al tiempo se acordó "...mantener los diversos ámbitos de conmemoración sobre los que ya se viene trabajando: nacional, subregional, latinoamericano, iberoamericano". Se trata de una fórmula de compromiso entre la posición española apoyada por México y la que goza de mayor acogida en los países latinoamericanos.
En este contraste de modelos de conmemoración y de cruce de intereses diversos sobre las celebraciones preocupa la sintomática incoherencia de los países latinoamericanos que no han acertado a diseñar una alternativa propia de proyección del Bicentenario de la Independencia. En este caso el ejercicio de la memoria histórica ofrece una evidencia de cuan rezagada se encuentra América Latina en un proceso de integración que la sitúe como conjunto geosocial, como espacio cultural y económico de cara a la recomposición que ha catalizado el proceso de globalización mundial. Por supuesto la organización del Bicentenario en Colombia demanda análisis específico que se abordará luego. |