UNA CELEBRACIÓN CONTINENTAL DEL BICENTENARIO

DE LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA

(2009-2011)

 

Capítulo III del libro 1810-2010: Bicentenario de la independencia de Colombia y de Latinoamérica. Medellín, Fondo Editorial Biogénesis, Universidad de Antioquia, 2005, de Luis Javier Caicedo.

 

El Bicentenario de la independencia es un hecho latinoamericano. El Grito de Independencia fue un hecho común desde México hasta Argentina, pasando por el conglomerado neogranadino y el Caribe, en sucesivos movimientos regionales y nacionales que se dieron entre 1809 y 1811, como que con la invasión de Napoleón a España se afectaba por igual al conjunto de colonias de ultramar, y como que en varios de estos países los precursores ya venían haciendo su trabajo. Hablamos de las siguientes fechas en que se dio inicio al movimiento emancipador para todos estos países:

 

Bolivia                        25 de mayo de 1809

Ecuador                     10 de agosto de 1809

Venezuela                  19 de abril de 1810

Argentina                   25 de mayo de 1810

Colombia                   20 de julio de 1810

México                        16 de septiembre de 1810

Chile                          18 de septiembre de 1810

Paraguay                   14 de mayo de 1811

El Salvador                5 de noviembre de 1811

 

Y ese hecho común no fue de poca monta, sino la guerra de independencia de un continente contra el colonialismo de una de las potencias del mundo de entonces. Es la única guerra que hemos librado al unísono los latinoamericanos. ¡Con el agravante que la ganamos!.

 

Como señaló hace setenta años el autor colombiano Aníbal Galindo, refiriéndose a la batalla de Ayacucho de 1824: "Estudios superficiales de la guerra de independencia suramericana han considerado hasta ahora como separadas e independientes una de otra la campaña colombiana de la chilena y bonaerense; pero es esta la ocasión de restituir con la verdad histórica toda su grandeza a la epopeya americana, acaso la que haya cobijado con la misma idea, y comprendido en un mismo plan de acción político y guerrero, la más vasta extensión de territorio del mundo" (Las batallas decisivas de la libertad, Bogotá, Librería Colombiana, 1936).

 

El historiador ecuatoriano Carlos Landázuri Camacho, al comentar la obra del historiador español Demetrio Ramos Pérez, Entre el Plata y Bogotá: cuatro claves de la emancipación ecuatoriana, observa “Ya el propio título del libro –Entre el Plata y Bogotá- sugiere que la independencia del Ecuador no fue un hecho aislado, sino que, por el contrario, se explica solamente dentro de una serie de coordenadas que atraviesan Sudamérica. Y no se trata sólo de señalar cuál pudo haber sido la contribución del Ecuador a la independencia del Perú o Bolivia, o lo que es lo mismo, la contribución de otros países a la independencia del Ecuador, sino de entender todo el proceso como un hecho continental y complejo” (Landázuri, “Balance historiográfico sobre la independencia en Ecuador, 1830-1980”, en La independencia en los países andinos: nuevas perspectivas, Bogotá, Universidad Andina Simón Bolívar de Quito y Organización de Estados Iberoamericanos, 2004).

 

Conviene incluir un panorama general de la gran convulsión americana, que hemos extractado de la revista de la Academia de Historia de Mompox:

 

“Citemos los movimientos de insurrección iniciados en 1809 con los fracasados del 25 de mayo de Charcas [Bolivia] y el de La Paz del 16 de julio; el del 10 de agosto en Quito  cuando la aristocracia encabezada por los Marqueses de Selva Alegre, el de Miraflores, el de Solanda y del de Villa Orellana dan un típico golpe de estado desconociendo a la Junta Suprema de Sevilla y reclamando el derecho a su propio gobierno. Pronto depondrán su intento sofocados por las reaccionarias fuerzas españolas del Perú. Tuvo repercusión en Santafé de Bogotá dando lugar a una Junta extraordinaria con participación de la Real Audiencia, el Cabildo, autoridades eclesiásticas, y principales vecinos, donde los criollos comienzan a fijar sus posiciones y es presentado el famoso memorial de agravios de Camilo Torres. Entrando ya a 1810, se da el movimiento de Caracas del 19 de abril cuando a las puertas de la catedral en la mañana de ese día, Jueves Santo, Francisco Salias, puñal en mano, obliga a desandar los pasos al recio capitán general Vicente Emperán para que participe en el cabildo abierto, dentro de un plan preconcebido y planificado por partidarios del Cabildo, las Fuerzas Armadas, y el clero. Se instituye la Junta Suprema, dirigida por el canónigo Madariaga pero se reconoce al rey Fernando. Sólo el 5 de julio de 1811, Venezuela proclamará su independencia. En Buenos Aires, el cabildo abierto del 22 de mayo acordó la destitución del virrey Hidalgo de Cisneros y el establecimiento de una Junta de Gobierno; Argentina terminará declarando su independencia el 9 de julio de 1816. Así, vendrá Chile con su Junta de Gobierno instalada el 18 de septiembre de 1810, sustituyendo al capitán general García Canas. En México, el caso fue diferente; tras la Junta formada el 9 de agosto de 1808, presidida por el virrey Iturriagaray, se presenta un movimiento revolucionario popular de carácter rural indígena, que liderado por el cura Miguel Hidalgo proclama su grito de Dolores, el 16 de septiembre de 1810, siendo derrotado posteriormente. La proclamación de independenicia se da el 6 de noviembre de 1813. En Montevideo, Cuzco, Panamá, Guatemala, La Habana y Lima, hubo plena confianza realista o monarquista con los gobiernos españoles y con su segura fidelidad al rey exiliado. La Habana y Lima serán verdaderos bastiones de la monarquía y el coloniaje” (Ernesto H. Jaramillo Silva, “Mompox y el 6 de agosto en el proceso independentista de 1810”, en Boletín Historial, órgano de la Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox, Año L,  Nos. 24-25, octubre de 1992, pág. 52).

 

Casi dos centurias después del rompimiento del vínculo colonial con España, desenlace criollo de la secular resistencia de los pueblos indígenas a la presencia de los europeos, encontramos  el espectáculo un tanto deprimente que desde antes de 1980 en todos nuestros países y al interior de sus gobiernos, sus élites y sus academias comenzó una excitación y un desespero y un soponcio colectivo ante la proximidad de los 500 años del descubrimiento de América, y comisión va, comisión viene, conferencia aquí, búsqueda de recursos allá, iniciativas a granel, que qué hacemos con la Corona, etc., todos convocados y alentados por el gobierno de España, hasta culminar en 1992 en un grandioso acto de confraternidad hispano luso americana para celebrar la invasión, apenas medio tocado en su unanimismo por la Campaña Continental de Autodescubrimiento de Nuestra América promovida por indígenas, sindicatos, comunidades negras, mujeres, estudiantes y otros sectores sociales de la región.

 

Pero llegada la hora de conmemorar 200 años de la declaración de independencia respecto del entonces imperio español y de celebrar la victoria continental sobre el colonialismo, la mayoría de los países latinoamericanos ni siquiera se han dado por enterados de que se aproxima el Bicentenario, faltando apenas cuatro o cinco años para la efeméride. Y los que han comenzado los preparativos lo hacen solo al interior de sus fronteras. Todo parece indicar que nuestros gobiernos están a la consabida espera de una convocatoria del rey de España. Los latinoamericanos somos patéticos: más fácil nos unimos para celebrar la dependencia que para exaltar la libertad.

 

Sin embargo, no se puede concebir que el hecho histórico de la independencia dé lugar sólo a que cada país, aisladamente y por su cuenta, adelante sus conmemoraciones patrias, porque se desconocería la verdadera magnitud de lo que ocurriera en este continente a principios del siglo XIX, donde primero los estadounidenses se zafaron del dominio de Inglaterra; luego los haitianos hicieron lo propio venciendo al ejército francés, y enseguida, en masa y después de una guerra formidable, las antiguas colonias de Mesoamérica y América Meridional obtuvieron su independencia de España y Portugal, completando así, en general, la obra de descolonización del Nuevo Mundo.

 

Y en particular, los hechos que se desatan a partir de 1810 al sur del Río Grande significan el surgimiento de un espacio latinoamericano en el mundo: una veintena de países nuevos que se abren paso en el concierto de las naciones, lo que por sí solo modifica el mapa y la geopolítica mundial. Aunque el impacto es más profundo si se considera que los nuevos países se organizan como repúblicas y socavan un poder basado en las monarquías; culturalmente se afilian a la ilustración frente al escolasticismo; en lo social promueven la abolición de la esclavitud, e igual trastornan la economía internacional al abrir las rutas comerciales. Incompleta, deficiente y con retrocesos, el hecho es que la revolución de independencia marca un doble hito: como la empresa común más importante llevada a cabo en tiempo alguno por los países de la región y como el surgimiento de América Latina en el planisferio.

 

Estas dimensiones regionales y universales de la gesta emancipadora ameritan una conmemoración continental latinoamericana de la efeméride, que continué la saga y esté a la altura del Bicentenario de la independencia de Estados Unidos en 1976 y del Bicentenario de la Revolución Francesa en 1989.

 

En Chile, su presidente, Ricardo Lagos, sobreponiéndose a la proverbial imprevisión de nuestra sangre, convocó desde el año 2000 a iniciar los preparativos para la conmemoración del Bicentenario de su país en 2010, en lo que se observan adelantos muy importantes luego de cinco años de labores de la Comisión Presidencial y del Comité Asesor, un proceso liderado por el ministro del interior, José Miguel Insulza. En particular llama la atención el entusiasmo conque 26 ciudades apadrinadas han asumido la celebración, enmarcando en ella su desarrollo actual y futuro.

 

Nada de este movimiento y este entusiasmo, y menos del sentido de refundación que tiene la celebración chilena, se ve en el resto de la América. Ecuador se prepara para conmemorar el precursor 10 de agosto de 1809 con la declaratoria del Quinquenio del Bicentenario (2004-2009), aunque no se aprecian mayores desarrollos de la programación. Bolivia también comenzó preparativos para el bicentenario del Grito de Independencia dado en Chuquisaca (hoy Sucre) en 1809, pero la celebración se embolata en disputas regionales entre Sucre y La Paz por la propiedad de la fecha. En México, a finales del año 2004 el PRI radicó en el Senado un proyecto para conmemorar al mismo tiempo el Segundo Centenario de la Independencia y el Primero de la Revolución Mexicana. En Colombia, en enero de 2005 el presidente Uribe presentó al consejo de ministros una lejana “Visión de Colombia para el Segundo Centenario 1819”, pero se abstiene de convocar a la conmemoración de 2010. En marzo de 2005 el presidente Kirchner de Argentina encargó al jefe de gabinete, Diego Schapsis, la organización de los preparativos para conmemorar los 200 años de la revolución de mayo de 1810. En Venezuela, por su parte, no se aprecian preparativos para 2010-2011, bicentenario de su independencia, aunque se apresta a recordar en 2006 los 200 años de la expedición libertadora de Francisco de Miranda. Perú, como no podría ser de otra manera, proyecta su conmemoración para 2021.

 

Casi todos tímidos programas nacionales interiores, reflejo de un limitado concepto de patrias de corral, pero ningún asomo de celebración conjunta entre tantos países que compartieron la misma lucha. El presidente Lagos de Chile hizo algunos contactos con los presidentes de la Rua y Kitchner de Argentina para una celebración conjunta del Bicentenario, pero sin mayores resultados (apenas si alcanzó a ilusionarse la opinión pública con la propuesta de que el Mundial de Fútbol 2010 se hiciera de consuno entre estos dos países). Incluso dejamos pasar como latinoamericanos la conmemoración que hiciera Haití el 1° de enero de 2004 del Bicentenario de su independencia del imperio francés, distraídos en los dramáticos sucesos que ocurrían a principios de este año en ese país, cuando el hecho mismo convocaba a un gran acto de solidaridad, siendo esa pequeña nación la antesala de la libertad del resto del continente. Más fácil llegó a la isla, en medio de sus convulsiones, el presidente de Suráfrica, que algún presidente latinoamericano, y el único miembro de parlamento del continente que se hizo presente fue una mujer senadora del Congreso de los Estados Unidos, aunque más en su condición de negra que por representar a su país.

 

El tiempo, el implacable, indica que ante la proximidad de 2010 es urgente superar esta abulia, y un elemental sentido de la historia reclama que no podemos llegar a esa magna fecha con meras celebraciones nacionales, organizadas casi todas a última hora, cuando el Bicentenario Latinoamericano puede mostrarse al mundo como el hecho de trascendencia universal que fue y es, no solo por la dimensión de esa gesta, en su heroicidad y tragedia, sino por su mensaje universal de victoria sobre un orden internacional basado sobre el colonialismo, el esclavismo y la monarquía absolutista.

 

De las oportunidades desaprovechadas para pensar 200 años de historia latinoamericana compartida, cabe mencionar el VIII y el IX Congreso de la Asociación Iberoamericana de Academias de la Historia, celebrados en Ciudad de México (octubre de 2002) y en Madrid (noviembre de 2004), respectivamente, los cuales, aunque se ubicaron dentro de una perspectiva del Bicentenario, se limitaron en ambas ocasiones a compartir conocimientos sobre las historias de las independencias nacionales, sin prestar atención al proceso continental ni avanzar en la previsión de mecanismos organizativos mínimos para conmemorar de manera conjunta la efeméride común en 2010.

 

Paradójicamente, asomos de vientos que puedan impulsar la nave del Bicentenario latinoamericano vienen de la misma España, donde en abril de 2005 se constituyó entre entidades públicas y privadas la Plataforma para la Conmemoración de los Bicentenarios de las Independencias de Iberoamérica, coordinado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), que viene precedida desde 2002 de un proyecto privado con el eufemístico lema de “Iberoamérica, 200 años de convivencia independiente” y que presentará sus trabajos a la próxima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno a celebrarse en Salamanca, España, en noviembre de éste año.

 

Nuevas expectativas para una celebración continental del Bicentenario se suman desde el sistema interamericano, pues en su breve paso por la Organización de Estados Americanos (OEA) el ex presidente de Costa Rica, José Miguel Rodríguez, alcanzó a expresar: “Veo la posibilidad de muchos méritos en la conjunta celebración del bicentenario de la independencia de muchas naciones de Latinoamérica” (27 de septiembre de 2004) y el 2 de mayo de 2005, en un proceso nominativo en que predominaron las propuestas de los países latinoamericanos, fue designado nuevo secretario general de la OEA José  Miguel Insulza, secretario del interior de Chile, quien, como se vio atrás, viene de encabezar los magníficos preparativos para el Bicentenario de la independencia del país austral.

 

Y es que, por último, la magnitud del acontecimiento alcanza para pensar que el Bicentenario Latinoamericano no se agota en una conmemoración regional. ¿Porqué no puede invitarse a que participen de ella también España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, los Estados ex colonialistas? ¿O es que cuando los 500 años del descubrimiento de América en 1992 estuvimos solo los países descubiertos en la Comisión del V Centenario? ¿No se habló del "Encuentro de dos mundos", así a muchos pareciera un eufemismo cínico la expresión? Aquí también, en el hecho de la Independencia Latinoamericana, la historia tuvo dos caras: de un lado los pueblos colonizados en armas y de otro cada país colonialista, la Santa Alianza, etc., sin contar con los procesos de descolonización que prosiguieran en otros continentes, y con la revolución precedente en Estados Unidos. De ahí que tal vez sea pertinente e importante involucrar a muchos más países y continentes en el Bicentenario de la Independencia de los Países Latinoamericanos

 

Con un poco de voluntad de todos los países, de entusiasmo de los pueblos, y de claridad sobre el carácter continental y universal de nuestro proceso de independencia, puede esperarse razonablemente asistir para 2010 a una fiesta de la presencia, autonomía, identidad e integración latinoamericanas, en lugar de a una confirmación rutinaria de nuestro secular insularismo, como la que hasta ahora se ve venir.

 

A continuación se presentará una mirada de los avances que ha tenido hasta mediados de 2005 el Bicentenario en los distintos países del continente, en información recogida de múltiples páginas de internet, de las que nos hemos tomado la libertad de transcribir buenas parrafadas, con el fin de suministrar al lector la información suficiente sobre los distintos procesos y en especial sobre algunos proyectos muy interesantes que, surgidos en un país, pueden replicarse en otro. Queda faltando información sobre actividades dirigidas al Bicentenario en países como Guatemala, Uruguay, Paraguay, e incluso Brasil (que tuvo un proceso distinto a las colonias hispanoamericanas), pero en general el conjunto  permite formarse una idea del desarrollo del Bicentenario en cada país y, en especial, de la conveniencia de hacer converger los distintos procesos en una conmemoración continental.

 

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