DISCUSIONES SOBRE LAS INDEPENDENCIAS HISPANOAMERICANAS Por: Carlos Fuentes
Julio 19 de 2007 Apasionantes discusiones en torno al tema del bicentenario de las independencias hispanoamericanas
En la conmemoración de esta fecha, diferentes intelectuales iberoamericanos se dieron cita en espacios diferentes para reflexionar qué ganamos y qué perdimos en estos 200 años.
Primero en la Casa de América a invitación de la 'Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar', y enseguida en la sede de la Secretaría General Iberoamericana bajo la égida de Enrique Iglesias, acaban de celebrarse en Madrid apasionantes discusiones en torno al tema del bicentenario de las independencias hispanoamericanas de 1810.
Se "celebraron" debates pero se "conmemoró" una fecha. Porque, en resumen, las exposiciones y discusiones se apartaron de manera muy clara del mero festejo para proponer una lectura crítica -en ocasiones sumamente crítica- de las revoluciones de independencia.
Resumo el tenor de las cuestiones que se formularon con el fin de arribar al bicentenario con más preguntas que respuestas. ¿Valió la pena la independencia? ¿Pudo Hispanoamérica desarrollarse sin desmembrarse dentro de una comunidad hispánica de naciones -un Commonwealth-, tal y como lo propuso, acaso míticamente, el conde de Aranda al monarca Carlos III? ¿Pudo, aun sin la corona, Hispanoamérica independizarse sin desmembrarse? ¿Cuánto influyó la pérdida de la Corona en las colonias y cuánto la pérdida de las colonias en la Corona? ¿Fueron nuestras constituciones, como dijo Víctor Hugo, "creadas para los ángeles, no para los hombres?" ¿Confundimos sistemáticamente lo real con lo posible? ¿Hasta qué punto se separa la nación real de la nación legal? ¿Creamos estados virtuales divorciados de las sociedades reales? ¿Suplimos la ignorancia con la osadía? ¿Nos entregamos con demasiada alegría a la "imitación extralógica"? ¿No supimos incorporar al proyecto independentista al indio y al negro? Hubo, claro, hechos que excluyen las ideas de comunidad y continuidad hispánicas. A Cádiz en 1808 acuden los "españoles" de ambos hemisferios. En 1810, aún se podía pensar en una América fiel a la Corona avasallada por Bonaparte. En 1814, la ferocidad de la represalia realista es combatida por la ferocidad de la insurrección independentista. Tanto Calleja del Rey como Simón Bolívar piden "cabezas cortadas".
Las reuniones a las que aludo subrayaron los factores de una violencia que arruinó las infraestructuras existentes sin reponerlas en mucho tiempo.
El nicaragüense Sergio Ramírez se refirió a los "triunfos retóricos" de palabras dichas en burla de la realidad y de lo que no quieren decir, conduciendo a "la locura de las simulaciones".
En compensación, el mexicano Enrique Florescano señaló que aún persistiendo las bases de la colonia, aún creyendo en las virtudes inmanentes de la revolución para promover el progreso, la independencia quiso ofrecer un relato unificador a países fragmentados. Creó héroes y quiso heredarlos.
¿Ayudó esto a apresurar, al cabo, la formación de estados nacionales -Portales, el primero, en Chile; Juárez en México; Sarmiento y Mitre en Argentina- como respuesta a los flagelos que menciono? Pero, con el fin de ganar el Estado, ¿cuánto debió preservarse tanto del orden colonial como del desorden revolucionario?
Para Hopenhayn, los sentimientos rentistas y autoritarios que nos lastran pueden superarse mediante una cultura productiva, no pasiva o inerte. Cultura de la legalidad, subrayó en su intervención el mexicano Bernardo Sepúlveda, implicando que la creación de estados nacionales nos costó mucho esfuerzo, y hoy asistimos a desafíos menores al Estado -la ley Televisa- pero también a desafíos mayores: el narco.
Por último, el pensador argentino Natalio Botana nos invitó a "El arte de la comparación". Ayer reinaba un monopolio elitista. Hoy hemos ganado la alternancia. ¿Nos basta? De ninguna manera. ¿Sabemos representarnos? Esta es, acaso, la gran pregunta práctica de la independencia: la incógnita de la representación.
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