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EL VATICANO CELEBRA MISA POR BICENTENARIO LATINOAMERICANO
Nota de Albicentenario: Tal vez uno de los aspectos más polémicos del legado de la Colonia a la Independencia fue la evangelización. Es un tema abierto.
“Tengo igualmente presentes a todos los que se unen espiritualmente y oran a Dios con nosotros por los diversos países latinoamericanos y del Caribe, muchos de los cuales durante este tiempo festejan el Bicentenario de su independencia, y que, más allá de los aspectos históricos, sociales y políticos de los hechos, renuevan al Altísimo la gratitud por el gran don de la fe recibida, una fe que anuncia el Misterio redentor de la muerte y resurrección de Jesucristo, para que todos los pueblos de la tierra en Él tengan vida. El Sucesor de Pedro no podía dejar pasar esta efeméride sin hacer presente la alegría de la Iglesia por los copiosos dones que Dios en su infinita bondad ha derramado durante estos años en esas amadísimas naciones, que tan entrañablemente invocan a María Santísima”. Benedicto XVI. |
Imagen: http://oclacc.org/noticia/papa-celebrara-misa-latinoamericana-honor-virgen-guadalupe
EL VATICANO LE RINDE HOMENAJE AL BICENTENARIO LATINOAMERICANO
Tomado de: http://www.pontealdia.com/america-latina/el-vaticano-le-rinde-homenaje-al-bicentenario-latinoamericano.html
Por Efe
11:27 | 12/12/11
El papa Benedicto XVI oficia hoy en la basílica de San Pedro del Vaticano una misa con motivo del Bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos y la festividad de la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina.
Benedicto XVI, de 84 años, llegó al templo en la peana móvil que ya utilizó el pasado mes de octubre para desplazarse por la larga basílica de San Pedro para evitar esfuerzos físicos.
Miles de personas, en su mayoría latinoamericanos residentes en Italia, le acogieron con aplausos y vivas en una basílica de San Pedro, presidida por una imagen de la Virgen de Guadalupe, en la que se habla y canta en español y donde ondean banderas de todos los países latinoamericanos.
Concelebran con el papa los cardenales TarcisioBertone (secretario de Estado Vaticano), Marc Ouellet (Prefecto de la congregación para los obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina), Norberto Rivera Carrera, arzobispo de México, y Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida (Brasil).
El cardenal Ouellet resaltó ante el papa que la ceremonia es un "auténtico acontecimiento" para toda América Latina y recordó que el 40 por ciento de los más de 1.200 millones de católicos de todo el mundo viven en esa zona del mundo.
El secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, el uruguayo Guzmán Carriquiry, leyó unos textos sobre la Virgen de Guadalupe y su aparición al indio san Juan Diego, así como del bicentenario, resaltando que muchos países declararon en aquellas fechas a la Virgen de Guadalupe capitana de sus ejércitos y pidieron a sus ciudadanos que le declarara su devoción.
El cardenal arzobispo de Santo Domingo, Nicolás de Jesús López Rodríguez, realizó una plegaria a la Virgen de Guadalupe, a la que llamó "rostro mestizo" de América Latina, y a la que pidió por la justicia, la fraternidad y la paz en los pueblos latinoamericanos.
A la misa asisten numerosos cardenales y obispos procedentes de América Latina, España y Portugal, así como miembros del cuerpo diplomático latinoamericano acreditado ante la Santa Sede.
Entre los cardenales asistentes se encuentran asimismo Jaime Ortega y Alamino (La Habana), Oscar Rodríguez Maradiaga (Tegucigalpa), Juan Luis CiprianiThorne (Lima) y Francisco Javier Errazuriz (emérito de Santiago de Chile).
Dos jóvenes, un chico y una chica, por cada uno de los países latinoamericanos, ataviados con los trajes nacionales, portaron las banderas nacionales hasta la nave central de la basílica.
Las plegarias y los cánticos son en lengua española y portuguesa y el Kyrie, el Gloria, el Santo y el Agnus Dei son los de la Misa Criolla, de Ariel Ramírez.
Con esta misa, precisó el cardenal Ouellet, la Santa Sede pretende participar en las conmemoraciones del bicentenario de la independencia de un gran número de países latinoamericanos, que se concentran en un arco de tiempo que va desde 2010 al 2014, si bien Perú y Brasil lo conmemorarán ente 2020 y 2022, precisó el organismo vaticano.
El proceso de emancipación latinoamericana se desarrolló entre 1808 a 1824, con la posterior independencia de Cuba en 1898.
"Esta iniciativa es un gesto de afecto y de solidaridad de parte del Santo Padre hacia los pueblos y naciones del Continente de la Esperanza, como le llamaron Pablo VI y Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI", agregó Ouellet.
La misa papal también es, precisó la Comisión Pontificia para América Latina, una "señal de la contribución con la que la Iglesia católica quiere conmemorar, a la luz de la verdad histórica, ese bicentenario, para iluminar mejor la actual situación de América Latina y para nutrir la esperanza de un futuro de paz y justicia".
Video: http://www.youtube.com/watch?v=pMWottlZEBk
HOMILÍA COMPLETA
Tomado de: http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2011/12/12/el-papa-confirma-que-viajara-en-marzo-a-mexico-y-cuba-iglesia-religion-benedicto-vaticano-latinoamerica-roma.shtml
Queridos hermanos y hermanas:
«La tierra ha dado su fruto» (Sal 66,7). En esta imagen del salmo que hemos escuchado, en el que se invita a todos los pueblos y naciones a alabar con júbilo al Señor que nos salva, los Padres de la Iglesia han sabido reconocer a la Virgen María y a Cristo, su Hijo: «La tierra es santa María, la cual viene de nuestra tierra, de nuestro linaje, de este barro, de este fango, de Adán [...]. La tierra ha dado su fruto: primero produjo una flor [...]; luego esa flor se convirtió en fruto, para que pudiéramos comerlo, para que comiéramos su carne. ¿Queréis saber cuál es ese fruto? Es el Virgen que procede de la Virgen; el Señor, de la esclava; Dios, del hombre; el Hijo, de la Madre; el fruto, de la tierra» (S. Jerónimo, Breviarum in Psalm. 66: PL 26,1010-1011). También nosotros hoy, exultando por el fruto de esta tierra, decimos: «Que te alaben, Señor, todos los pueblos» (Sal 66,4. 6). Proclamamos el don de la redención alcanzada por Cristo, y en Cristo, reconocemos su poder y majestad divina.
Animado por estos sentimientos, saludo con afecto fraterno a los señores cardenales y obispos que nos acompañan, a las diversas representaciones diplomáticas, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, así como a los grupos de fieles congregados en esta Basílica de San Pedro para celebrar con gozo la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre y Estrella de la Evangelización de América. Tengo igualmente presentes a todos los que se unen espiritualmente y oran a Dios con nosotros por los diversos países latinoamericanos y del Caribe, muchos de los cuales durante este tiempo festejan el Bicentenario de su independencia, y que, más allá de los aspectos históricos, sociales y políticos de los hechos, renuevan al Altísimo la gratitud por el gran don de la fe recibida, una fe que anuncia el Misterio redentor de la muerte y resurrección de Jesucristo, para que todos los pueblos de la tierra en Él tengan vida. El Sucesor de Pedro no podía dejar pasar esta efeméride sin hacer presente la alegría de la Iglesia por los copiosos dones que Dios en su infinita bondad ha derramado durante estos años en esas amadísimas naciones, que tan entrañablemente invocan a María Santísima.
La venerada imagen de la Morenita del Tepeyac, de rostro dulce y sereno, impresa en la tilma del indio san Juan Diego, se presenta como «la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive» (De la lectura del Oficio. NicánMonohua, 12ª ed., México, D.F., 1971, 3-19). Ella evoca a la «mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza, que está encinta» (Ap 12,1-2) y señala la presencia del Salvador a su población indígena y mestiza. Ella nos conduce siempre a su divino Hijo, el cual se revela como fundamento de la dignidad de todos los seres humanos, como un amor más fuerte que las potencias del mal y la muerte, siendo también fuente de gozo, confianza filial, consuelo y esperanza.
O Magnificat, que proclamamos no Evangelho, é «o cântico da Mãe de Deus e o da Igreja, cântico da Filha de Sião e do novoPovo de Deus, cântico de ação de graças pela plenitude de graçasdistribuídasnaEconomia da salvação, cântico dos "pobres", cuja esperança é satisfeita pela realização das promessasfeitas a nossospais» (Catecismo da Igreja Católica, 2619). Emum gesto de reconhecimentoaoseuSenhor e de humildade da suaserva, a VirgemMaria eleva a Deus o louvor por tudo o que Ele fezem favor do seupovo Israel. Deus é Aquele que merece toda a honra e glória, o Poderoso que fezmaravilhas por sua fiel servidora e que hoje continua mostrando o seu amor por todos os homens, particularmente aqueles que enfrentam duras provas.
«Mira que tu Rey viene hacia ti; Él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno» (Zc 9,9), hemos escuchado en la primera lectura. Desde la encarnación del Verbo, el Misterio divino se revela en el acontecimiento de Jesucristo, que es contemporáneo a toda persona humana en cualquier tiempo y lugar por medio de la Iglesia, de la que María es Madre y modelo. Por eso, nosotros podemos hoy continuar alabando a Dios por las maravillas que ha obrado en la vida de los pueblos latinoamericanos y del mundo entero, manifestando su presencia en el Hijo y la efusión de su Espíritu como novedad de vida personal y comunitaria. Dios ha ocultado estas cosas a «sabios y entendidos», dándolas a conocer a los pequeños, a los humildes, a los sencillos de corazón (cf. Mt 11,25).
Por su «sí» a la llamada de Dios, la Virgen María manifiesta entre los hombres el amor divino. En este sentido, Ella, con sencillez y corazón de madre, sigue indicando la única Luz y la única Verdad: su Hijo Jesucristo, que «es la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano» (Exhort. Ap. postsinodal Ecclesia in America, 10). Asimismo, Ella «continúa alcanzándonos por su constante intercesión los dones de la eterna salvación. Con amor maternal cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se debaten entre peligros y angustias hasta que sean llevados a la patria feliz» (Lumen gentium, 62).
Actualmente, mientras se conmemora en diversos lugares de América Latina el Bicentenario de su independencia, el camino de la integración en ese querido continente avanza, a la vez que se advierte su nuevo protagonismo emergente en el concierto mundial. En estas circunstancias, es importante que sus diversos pueblos salvaguarden su rico tesoro de fe y su dinamismo histórico-cultural, siendo siempre defensores de la vida humana desde su concepción hasta su ocaso natural y promotores de la paz; han de tutelar igualmente la familia en su genuina naturaleza y misión, intensificando al mismo tiempo una vasta y capilar tarea educativa que prepare rectamente a las personas y las haga conscientes de sus capacidades, de modo que afronten digna y responsablemente su destino.
Están llamados asimismo a fomentar cada vez más iniciativas acertadas y programas efectivos que propicien la reconciliación y la fraternidad, incrementen la solidaridad y el cuidado del medio ambiente, vigorizando a la vez los esfuerzos para superar la miseria, el analfabetismo y la corrupción y erradicar toda injusticia, violencia, criminalidad, inseguridad ciudadana, narcotráfico y extorsión.
Cuando la Iglesia se preparaba para recordar el quinto centenario de la plantatio de la Cruz de Cristo en la buena tierra del continente americano, el beato Juan Pablo II formuló en su suelo, por primera vez, el programa de una evangelización nueva «en su ardor, en sus métodos, en su expresión» (cf. Discurso a la Asamblea del CELAM, 9 marzo 1983, III: AAS 75, 1983, 778). Desde mi responsabilidad de confirmar en la fe, también yo deseo animar el afán apostólico que actualmente impulsa y pretende la «misión continental» promovida en Aparecida, para que «la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo» (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo, 13).
Así se multiplicarán los auténticos discípulos y misioneros del Señor y se renovará la vocación de Latinoamérica y el Caribe a la esperanza. Que la luz de Dios brille, pues, cada vez más en la faz de cada uno de los hijos de esa amada tierra y que su gracia redentora oriente sus decisiones, para que continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia. Con estos vivos deseos, y sostenido por el auxilio de la providencia divina, tengo la intención de emprender un Viaje apostólico antes de la santa Pascua a México y Cuba, para proclamar allí la Palabra de Cristo y se afiance la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente.
Encomiendo todos estos propósitos a la amorosa mediación de Santa María de Guadalupe, nuestra Madre del cielo, así como los actuales destinos de las naciones latinoamericanas y caribeñas y el camino que están recorriendo hacia un mañana mejor. Invoco igualmente sobre ellas la intercesión de tantos santos y beatos que el Espíritu ha suscitado a lo largo y ancho de la historia de ese continente, ofreciendo modelos heroicos de virtudes cristianas en la diversidad de estados de vida y de ambientes sociales, para que su ejemplo favorezca cada vez más una nueva evangelización bajo la mirada de Cristo, Salvador del hombre y fuerza de su vida.
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