El continente americano se denomina así por el nombre del cartógrafo Américo Vespucio. En la revolución de independencia Francisco Miranda luchó por que se cambiara por el de “Colombia”, para desagraviar el nombre de Cristóbal Colón, palabra que terminó por denominar apenas a un solo país. Desde hace unas décadas se viene hablando del nombre “Abia Yala”. Y no es capricho de indigenistas calenturientos. Realmente existe un pueblo indígena en América Latina que para referirse al continente americano usa la expresión “Abia Yala”. Sólo que como casi siempre se le ha usado en un sentido contestatario, ello ha impedido que el término haga mejor carrera en la academia, los medios de comunicación y el habla corriente, cuando simplemente se trata de un americanismo más de los muchos que contiene el idioma castellano. El presente artículo tiene, entonces, el objetivo de esbozar la evolución que ha tenido el asunto de la denominación del continente y abogar por la legitimidad de adoptar el término “Abia Yala” no en contra de, sino como un americanismo, sinónimo de “América”, lo que está plenamente justificado cuando todo el continente, incluso la parte norte, ha reconocido en diversos niveles la multietnicidad; cuando acaba de pasar el Año Internacional de los Idiomas declarado por la UNESCO (2008), y cuando en Colombia el Congreso de la República aprobó en diciembre de 2009 la Ley de Lenguas Nativas para su reconocimiento, protección y fortalecimiento. El nombre de América El continente en que vivimos se llama “América” por el nombre de Américo Vespucio, un cartógrafo (persona que hace cartas geográficas o mapas) que trazó los primeros mapas en el siglo XVI del territorio por esa época recientemente “descubierto”. Ni siquiera él lo quiso así, sino que los navegantes empezaron a usar las cartas de Américo, y el uso repetido terminó por darle al continente el nombre del mapógrafo. Desde entonces ha habido controversia por dicha denominación. Incluso el padre Bartolomé de Las Casas, célebre defensor de los indígenas ante la Corte de España, reclamó como una injusticia que con ese nombre se desconociera al verdadero “descubridor” de estas tierras: Cristóbal Colón. Durante el proceso de independencia de los Estados Unidos, en una alegoría que surgió del sector de los poetas, se propuso darle al nuevo país que luchaba por liberarse del dominio de Inglaterra el nombre de “Columbia”, en honor, precisamente, de Cristóbal Colón. Esto porque este navegante era italiano y en ese idioma Cristóbal Colón se escribe “Cristóforo Columbus” (“Columba”, en latín, significa “paloma”). Por eso se habla de “período precolombino”, para referirse a los siglos anteriores a la llegada de Colón a América, mientras que “colombofilia” es el estudio o el amor a las palomas. Los norteamericanos no aceptaron la propuesta, pero tampoco la echaron en saco roto: Al país lo llamaron Estados Unidos de América y le dieron el nombre de “Distrito de Columbia” al Territorio Federal donde se ubicó la capital de la Unión (Washington). El nombre de Colombia Por esta misma época, el general venezolano Francisco de Miranda se vinculó a la independencia de los Estados Unidos, y de ese país tomó la idea de que cuando se lograra la independencia de la América española y portuguesa se le diera el nombre de “Colombia” a todo el territorio libertado, desde México hasta Buenos Aires. Inclusive editó un periódico que se llamó “El Colombiano”, muy importante en la revolución de Venezuela. Adicionalmente, Miranda fue el creador de la bandera tricolor: amarillo, azul y rojo, como emblema de la Colombia imaginada. Desaparecido Miranda de la escena política (entre otras cosas denunciado por Bolívar ante los españoles), éste retomó los ideales del precursor y fue así como al escribir la Carta de Jamaica (1816) empezó a usar el nombre de Colombia y el tricolor como parte de la Campaña Libertadora. Una vez derrotados los españoles en la batalla de Boyacá en agosto de 1819, Bolívar consigue que el Congreso de Venezuela, reunido en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), decrete la unión de Venezuela, Nueva Granada y Quito en un solo país, al que se le dio el nombre de “República de Colombia” (hoy conocida como “La Gran Colombia”). En 1830 se dividió la Gran Colombia, creándose los actuales países: Venezuela, Ecuador y Nueva Granada. Con los años, en este último país el general caucano Tomás Cipriano de Mosquera, admirador del Libertador, revivió el nombre de Colombia para hacer la guerra civil de 1860, y una vez alcanzado el triunfo la Constitución de Rionegro de 1863 cambia el nombre de “Confederación Granadina” por “Estados Unidos de Colombia”. La guerra civil de 1885 derrota al federalismo pero la Constitución de 1886 conserva el nombre de Colombia para la República, hasta el día de hoy. Así concluyó el proyecto mirandino de darle el nombre de “Colombia” a todo el continente latinoamericano. El nombre de Abia Yala De unos años para acá, sectores sociales de México, Perú, Bolivia y Ecuador han venido refiriéndose al continente con el nombre “Abia Yala”, una expresión propia del idioma del pueblo indígena Tule (conocido antes como Cuna), asentado en el archipiélago de San Blas en el istmo panameño y en el golfo de Urabá en Colombia (1). Recientemente Abadio Green Stocel, indígena Tule, filólogo, ex presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y de la Organización Indígena de Antioquia (OIA), y coordinador del Programa de Educación Indígena de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, gran conocedor de la historia, el saber ancestral y la lengua de su pueblo, hizo una sucinta exposición de la cosmogonía Tule en el marco del seminario introductorio al III Semestre de la Licenciatura en Pedagogía de la Madre Tierra, que se realizó en aquella Universidad el 10 de febrero de 2009, donde sin pretensión de imponerlo y sólo respondiendo a una pregunta del público, abordó el asunto del nombre “Abia Yala” para el continente, que pasamos a compartir de los apuntes tomados en ese momento. Hay que saber que muchos pueblos indígenas, justo los que mantienen más viva su cosmología, han desarrollado métodos mnemotécnicos no escritos que les permiten conservar viva la memoria. Baste pensar en el ritual de la coca y el ambil que cada noche se realiza en las malocas de la Amazonía, donde un anciano cacique sentado en un pequeño banco de madera repite sin cesar el conocimiento de sus antepasados a los miembros hombres de su parentela acuclillados a su alrededor. Pero otros pueblos recuerdan mediante el canto. Así es en el pueblo U’wa (descendientes de los Chibchas de Cundinamarca y Boyacá) que habita entre la Sierra Nevada del Cocuy y los llanos del Casanare y Arauca. Ellos realizan ayunos colectivos, donde dos o tres mil indígenas, dirigidos por sus Werjayá, cantan en jornadas interminables la historia de su pueblo y los elementos del territorio. Por este método, por ejemplo, ellos recitan en orden geográfico los nombres de las montañas, valles y ríos, hasta poder decir qué nombre tienen en su lengua los cerros tutelares de Bogotá, que hoy llamamos Monserrate y Guadalupe. Por el mismo método, cantando en orden, esta vez cronológico, ellos saben qué pasaba en el imperio Chibcha o Muisca al momento de llegar los primeros conquistadores, incluso cuentan que el gobernante U’wa en ese momento envió delegados a curiosear la llegada de Jiménez de Quesada y le entregó ofrendas a éste, antes de retornar a sus montañas, un poco desencantado de los visitantes. Del mismo modo, el pueblo Tule canta desde tiempos inmemoriales la historia de su origen y de su historia, por medio de ancianos llamados “Neles” o “Nele Cantules”, en un rito cotidiano que tiene por lugar las casas y dentro de ellas las hamacas donde los hombres reposan mientras cantan. Dijo Abadio que al principio todo era oscuridad. Y la oscuridad es propicia para el sexo. Y de la unión del semen de Panduma (Papá Grande) y de un óvulo de Nanduma (Mamá Grande) surgió la Tierra, a la que en los nueve meses de gestación alcanzó a dársele hasta diez nombres distintos (2). Luego vinieron las aguas, los vientos y la turbulencia y se formaron cuatro continentes. Al cabo de mucho tiempo, hace como 3.000 años, apareció Ibeorno, un héroe y sabio, quien recordó la historia del pueblo Tule. Recordó, por ejemplo, que de la unión de la Luna (macho) y de la Tierra (hembra) surgieron el sol y los planetas. Posteriormente, otro sabio, Olocalacantinele, quiso conocer los cuatro continentes que existían en la tradición. No era necesario desplazarse físicamente, sino en el sueño. Olocalacantinele soñó entonces que había llegado a una tierra donde los hombres eran del color del balso pelao (el balso es un árbol que al quitársele la corteza muestra la pulpa blanca, y ocupa un lugar central en las culturas acuáticas). Luego conoció una tierra donde los hombres que la habitaban eran del color de la leña quemada. Después paso a la tierra de los hombres del color del río crecido. Y recorriendo de abajo a arriba el continente donde él vivía, encontró que todo estaba habitado por hombres del color de la vasija de barro cocido, que son los indígenas.
Esta tierra se llama “Abia Yala”, que se compone de “Abe”, que quiere decir “sangre”, y “Ala”, que es como un espacio, un territorio, que viene del orificio, que viene de la Madre Grande. Por eso “Abia Yala” significa “Nacimiento de un continente donde viven los pueblos indígenas” (3). Abadio aclaró que no es el pueblo Tule el que ha hecho la propuesta de nombrar “Abia Yala” al continente americano y que no conoce las razones por las que en otros países de América conocieron el significado de la expresión Tule “Abya Yala”.
Luis Javier Caicedo Medellín, 11 de febrero de 2009/10 de enero de 2010
Notas:
El Consejo Mundial de Pueblos Indígenas, que se reúne cada 4 años, desde 1977 en adelante admitió como nombre del Continente «ABIA YALA», del idioma kuna.
“Abia Yala (Abonosad-Yala): nombre que dan los kunas a lo que hoy se conoce como América. La cultura kuna sostiene que ha habido cuatro etapas históricas en la tierra, y a cada etapa corresponde un nombre distinto de la tierra conocida mucho después como América: Kualagum Yala, Tagargun Yala, Tinya Yala, Abia Yala. El último nombre significa: territorio salvado, preferido, querido por Paba y Nana, y en sentido extenso también puede significar tierra madura, tierra de sangre” Tomado de: http://www.observatorylatinamerica.org/pdf/articulos/marco_regional_ACC-may08.pdf
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