El Congreso Nacional está en mora con los colombianos y con el mundo de expedir la ley conmemorativa de los 200 años del surgimiento del país que hoy llamamos Colombia. Es una vergüenza que la Corporación –que debe su existencia al proceso emancipatorio- pase a la historia por haber hundido tres proyectos de leyes conmemorativas entre 2003 y 2007 y que el único gesto de gratitud con los próceres haya sido haber colocado una placa conmemorativa del Bicentenario… en el sótano del Capitolio. El cambio de gobierno y el hecho de cumplirse el año próximo los 200 años de la proclamación de la independencia absoluta de Cartagena son circunstancias propicias para que el Congreso rectifique y aboque la tarea inexcusable de tramitar y expedir la ley del Bicentenario PROYECTO DE LEY N° ____ SENADO (o CÁMARA) Por la cual el Congreso de Colombia se vincula a la conmemoración del Bicentenario de la independencia de Cartagena y demás provincias de la Nueva Granada durante la Primera República y se rinden honores a la memoria de Agustín Agualongo
El Congreso de ColombiaDECRETA: Artículo 1° Con motivo del Bicentenario del Grito de Independencia del 20 de julio de 1810 y de la Declaración de Independencia Absoluta proclamada por Cartagena el 11 de noviembre de 1811, convócase al pueblo colombiano a conmemorar activamente los 200 años del surgimiento de la primera República, que entre 1810 y 1816 logró sentar las bases de la existencia de Colombia y de la reivindicación de los derechos de los pueblos, incluso de aquella parte de la población excluida del proyecto de nación. Artículo 2° Esta convocatoria significa que para los ciudadanos en general y para las autoridades de todos los niveles el Bicentenario tendrá los siguientes objetivos:
Artículo 3° La infraestructura social e institucional básica de las conmemoraciones la constituirán las universidades del país, las organizaciones sociales, los Departamentos, los Municipios, los territorios indígenas y la Comisión Nacional que por esta ley se crea. Artículo 4° Todos los establecimientos de educación superior definidos en la Ley 30 de 1992 desarrollarán entre los años 2011 y 2016 programas y proyectos institucionales de vinculación a la conmemoración de los 200 años de la Independencia y del surgimiento de la primera República. Los establecimientos que ostentan la calidad de universidades, de acuerdo al artículo 19 de la citada ley, deberán organizar, adicionalmente, grupos de trabajo o de investigación estables sobre el mismo tema durante el mismo período. Artículo 5° Todas las instituciones de educación superior incluirán en el currículo obligatorio de todos sus programas académicos, entre el segundo semestre de 2011 y el segundo semestre de 2016, una cátedra de historia sobre el surgimiento de la nación colombiana y de la región latinoamericana, a dictarse en dos niveles, cuyos contenidos y metodologías los definirá cada institución. Artículo 6° Todos los Departamentos y Municipios del país organizarán programas y proyectos institucionales de vinculación a las conmemoraciones de los 200 años del surgimiento de la primera República, desde la fecha de expedición de esta ley y hasta el 31 de diciembre de 2016, conformando al efecto Comisiones Organizadoras propias y de amplia participación social, destinando a este objeto las partidas presupuestales anuales necesarias, de acuerdo a sus capacidades. La Nación apoyará las iniciativas seccionales y locales, según el reglamento que adopte el Gobierno, en concertación con la Comisión Nacional de los 200 Años, y así mismo el Gobierno, en sus diferentes niveles, apoyará, previa consulta, la vinculación de los pueblos indígenas a la conmemoración. Artículo 7° Las antiguas ciudades, villas, lugares y pueblos de indios de la época de la independencia (1810-1830) gozarán del apoyo especial de la Nación entre 2010 y 2016, mediante un programa específico para su desarrollo integral, que estará a cargo del Departamento Nacional de Planeación. Artículo 8° A nombre del Pueblo de la República de Colombia, la Nación donará réplicas en bronce de la estatua de la Alegoría de La Libertad erigida en la ciudad de Mompox desde 1873 a las siguientes ciudades por donde, además del propio Mompox, comenzó el proceso emancipatorio en 1810: Pore (15 de febrero), Cartagena (22 de mayo), Cali (3 de julio), Pamplona (6 de julio), El Socorro (10 de julio) y Santafé de Bogotá (20 de julio). Artículo 9° La Nación mandará construir, mediante concurso público, un monumento de homenaje al coronel Agustín Agualongo, que, a nombre del Pueblo de la República de Colombia, será erigido en la Plaza de Bolívar de la ciudad de Bogotá. Artículo 10° Créase la Comisión Nacional Organizadora de los Actos Conmemorativos del Bicentenario de la Independencia de Cartagena y demás Provincias de la Primera República, bajo la presidencia de la Academia Colombiana de Historia, y autorízase al Gobierno Nacional para proceder a su organización e integración, que además de representantes de los Altos Poderes del Estado, incluirá una amplia participación de sectores sociales. Artículo 11. El Gobierno Nacional creará la entidad o dependencia que sea conveniente para la ejecución de los programas y calendarios que acuerde la Comisión de los 200 Años. Artículo 12. La Comisión y la entidad ejecutiva tendrán por objeto principal apoyar las iniciativas ciudadanas, académicas, regionales y sectoriales que se propongan en el marco del Bicentenario, y coordinarán sus actividades con los gobiernos de los Departamentos y de los Municipios, así como con las universidades y con los organismos representativos de los sectores privado y social. Artículo 13. La Comisión se auxiliará por un Consejo Asesor, el cual le apoyará en la preparación, organización, promoción y coordinación del programa base y en el enlace con las ramas del poder público, las entidades territoriales, la comunidad latinoamericana e internacional y los colombianos residentes en el exterior. Dada en Bogotá, a ___ de _______ de dos mil diez, 200° de la independencia. El Presidente del Senado, El Presidente de la Cámara de Representantes, El secretario del Senado, El secretario de la Cámara de Representantes
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS Va a completarse un siglo desde que somos independientes; ¿y somos más ricos, más útiles, más felices? La Colombia que entregamos al siglo XX ¿es más próspera, más industrial, más pacífica que la entregada por los españoles al siglo XIX? No hay necesidad de abochornarnos con la contestación, y es estéril la queja. Reconozcamos el hecho, busquémosle las causas, corrijámonos y salvémonos
La actual generación de colombianos no puede ser inferior a las que en 1910 y 1960 organizaron la celebración del Centenario y del Sesquicentenario de la Independencia, mediante una Ley de la República. El Congreso de la República de Colombia, institución surgida de la gesta emancipadora y sostenedora de los derechos alcanzados en ella, está en mora de expedir la Ley de los 200 Años, y no es concebible que pase a los anales de la historia con la mácula de no haberla expedido. Entre los años 2003 y 2008 fueron archivados, sin explicación alguna, tres proyectos de leyes conmemorativas del Bicentenario en el Congreso de la República (Proyecto de Ley 013 de 2003 –Senado-; Proyecto de Ley 160 de 2005-Cámara- y 298 de 2006 -Senado-, y Proyecto de Ley 185 de 2007 –Senado-), mientras el Gobierno Nacional se decidió, en palabras de Santiago Montenegro, ex director de Planeación Nacional, por un Bicentenario “tardío, pobre y de bajo perfil”; motivos por los cuales hasta la fecha la celebración/conmemoración de esta importante fecha no ha llegado al alma de los colombianos. Podría decirse que al pueblo colombiano se le ha negado el derecho y la oportunidad de reflexionar sobre su historia, sobre los profundos significados de la emancipación y de su época, en cuyas glorias consolidadas y contradicciones no resueltas se encuentra parte de la explicación de lo que son los logros y las frustraciones de la época presente. Una nación no se construye escondiendo su historia en los sótanos, ni menos con simplificaciones inducidas, como el de “Patria Boba”, que en vez de enaltecer su época fundacional la ridiculiza. El desconocimiento de la historia nos hace incapaces de pensarnos, contarnos y construirnos históricamente, dice Germán Mejía, encargado del Bicentenario en el Ministerio de Cultura. Sin una Ley de los 200 Años, que articule en clave nacional el paso del país por sus dos siglos de existencia republicana, lo que se avizora es la sucesión caótica de celebraciones de bicentenarios particulares, como los que ya se ve venir: los 200 años de la independencia de Cartagena, de Cundinamarca, de Antioquia, etc. Elementos para trascender las celebraciones tradicionales
Abocados a la desconcertante realidad de que los 200 años de existencia como nación pasaron sin que hubiera una ley que desde la Representación Nacional los rememorara y enalteciera, surge la pregunta de cuáles pueden ser los horizontes conceptuales, territoriales y temporales con los que se pueden abordar las conmemoraciones una vez pasada la fecha señalada del 20 de julio de 2010. Las leyes colombianas referentes a lo que siempre hemos llamado los Festejos Patrios han enfocado las efemérides, conceptualmente, a la formación de un imaginario de la independencia plagado de gritos, proclamas, guerras, héroes y villanos; territorialmente, lo han circunscrito a las actuales fronteras de Colombia, a Bogotá, un tanto a Cartagena y a los campos de batalla de Casanare y Boyacá, y temporalmente lo han limitado a las fechas aisladas de 1810 y 1819. Pese a la solemnidad de las celebraciones, y a diferencia de lo que sucede en otros países de la región, esa manera de asumir las fechas patrias no ha contribuido mucho a crear un imaginario nacional ni a fortalecer un sentido de pertenencia de los colombianos, lo que se expresa por lo menos en dos fenómenos: uno de ellos, que el estudio de la historia nacional desapareció de los currículos, se trata como un componente más de las amplísimas ciencias sociales de la escuela y la secundaria, negándose a los jóvenes y adultos universitarios el espacio para integrarla a su formación, y, segundo, que no hay nada más desolador que los 20 de Julio y los 7 de agosto en nuestras ciudades y campos (salvo San Andrés, Leticia y Tumaco), fechas que sin saberse cómo dejaron de ser expresiones civiles de celebración y renovación de los votos independentistas y republicanos, para convertirse en ostentación de la fuerza militar del Estado. Muchos factores inciden hoy para replantearse la forma de abordar las conmemoraciones: el propio peso de dos siglos, el escepticismo sobre los logros de la Independencia, el agotamiento de la historia tradicional, el desasosiego de un país sin pasado, la consolidación del país urbano, la expansión de la población universitaria, la diáspora de colombianos hacia el exterior, la necesidad de superar el conflicto armado interno, la regionalización de la vida económica y social, la internacionalización de todas las esferas, un latinoamericanismo creciente, etc. Para 2010 han transcurrido cuarenta y un años desde la última efeméride (el Sesquicentenario de la Batalla de Boyacá en 1969). Tiempo suficiente para reconocer que cada generación tiene derecho a darle sentido propio al pasado y por tanto a replantearse las conmemoraciones que le correspondan. Planteamiento general para organizar la conmemoración
La conmemoración/celebración requiere que se adopten todas las previsiones necesarias para que la efeméride esté a la altura del país de hoy y al alcance de todos. Un horizonte temporal de varios años (2010-2016) puede ser suficientemente aprovechado por todos para volver la mirada a lo que ha sido la trayectoria histórica como Nación. ¿Cuáles son las reservas éticas que nos impone el futuro de las generaciones que nos sucedan? Ese es el reto del presente con proyección de futuro, en palabras de Luis Horacio López, secretario de la Academia Colombia de Historia. El Sesquicentenario de la independencia en 1960 concibió la efeméride como la ocasión para que la República “rinda homenaje de admiración y gratitud a los próceres de la Independencia Nacional, que con sacrificio de su vida, de su hacienda y de su bienestar lograron la independencia política de la Patria; promovieron sus instituciones democráticas, y sentaron las bases de su honrosa posición internacional” (artículo 1° de la ley 95 de 1960). Hoy día, con los avances de la historiografía y la conciencia de la complejidad de la vida social, no puede concebirse una visión personalizada de la gesta colectiva de la independencia, como tampoco desconocer que la dinámica de ese proceso también dejó damnificados (el despojo territorial de los indígenas, el aplazamiento de la libertad de los esclavos, la masacre de los pastusos), secuelas caudillistas y guerreras en la sociedad, aislamiento de los países libertados, el germen de nuevas hegemonías sobre la región, etc., por lo que asumir plenamente la densidad de 200 Años de existencia impone, más que una celebración de los próceres, una exaltación de los sueños que a ellos alentaron y una con-memoración de la época en su conjunto. Aquí cabe entrar a considerar a 2010-2016 en relación con 2019. Esta diferenciación es necesario hacerla. La programación en 2010 de cabalgatas e iconografías que recrean la Campaña Liberadora y sus protagonistas es un traslape desafortunado, porque hace aparecer como de 1810 los sucesos ocurridos en 1819, lo que en nada contribuye a la educación de los colombianos, y por el contrario lo deseducan, resaltando en el imaginario público el componente militar de la independencia, pasando por alto el hecho de que antes que las batallas estuvieron todos aquellos sucesos que hicieron insostenible e insoportable el dominio español y que condujeron a asimilar nuevas ideas políticas y a crear la voluntad civil necesaria para proclamar la emancipación. Asumiendo que la empresa colombiana de emancipación comienza y culmina entre 1810 y 1819 (aunque la época de independencia como tal se extiende hasta 1830), corresponde plantearse una caracterización diferente para las dos fechas, de modo que en 2010-2016 y en 2019 se celebren aspectos distintos de la independencia. Mientras la conmemoración de 2019 puede llegar a tener un énfasis definidamente militar (la batalla de Boyacá, la campaña libertadora, el 7 de agosto como día clásico del Ejército Nacional), las efemérides de 2010-2016 pueden centrarse en la faceta propiamente política, civil y social de la gesta emancipadora, el levantamiento de los pueblos contra el colonialismo, la proclamación de la independencia desde las provincias, el desmantelamiento del Estado español, los primeros intentos por construir un Estado de reemplazo (Provincias Unidas de la Nueva Granada), el antagonismo de ciudades, la primera guerra civil entre centralistas y federalistas, el heroísmo del pueblo cartagenero; además de permitir la reconstrucción mental del país de comienzos del siglo XIX, heredado de 20.000 años de hábitat aborigen y 300 de dominación española, y por contera facilitar una conveniente catarsis de los últimos dos siglos. Otro aspecto que debe tenerse en cuenta es que la independencia no fue un hecho aislado de cada país latinoamericano, sino un proceso desarrollado, con el precedente de Haití de 1804, entre 1809-1811 (gritos de independencia, desde Bolivia hasta Paraguay) y 1824 (batalla de Ayacucho), que involucró a todo el continente, hasta desterrar de él a las autoridades y tropas españolas, por lo que las efemérides de 2010 llaman a ser asumidas continentalmente y a plantearse un horizonte conmemorativo hasta 2024, con carácter universal. Responder a 200 años de existencia, asumido con esta perspectiva, requiere dotarse de una infraestructura de dimensiones adecuadas al tamaño de la empresa. No es suficiente, como sí bastó en 1910 e incluso en 1969, una comisión nacional de personalidades eminentes que organice los festejos patrios. Lo que corresponde a nuestra época es que las conmemoraciones sean asumidas por la propia ciudadanía desde distintos niveles: territoriales (entidades territoriales); académicos (universidades y establecimientos de la educación básica); sectoriales (económicos, sociales, jurídicos, culturales, eclesiásticos, militares); continentales (un espacio latinoamericano común); de relaciones exteriores (gobiernos extra regionales y colombianos en el exterior), y obviamente el nivel nacional, aunque teniendo éste por tarea fundamental apoyar el trabajo de los niveles territoriales, académicos y sectoriales. Básicamente, donde pueden concentrarse las labores para los 200 Años es en las Universidades, en los Departamentos y Municipios, en los territorios indígenas, en las antiguas Ciudades de la Independencia, y en una Comisión Nacional para el Bicentenario. El papel de las Universidades
Si algún bien perdurable resultó de la guerra emancipadora, por su impacto a lo largo de todas las regiones y en todas las clases sociales, fue el de la educación pública. No se olvide que en la amplia extensión del virreinato del Nuevo Reino de Granada tan solo existía para l810 la Universidad de Santo Tomás, los colegios mayores de San Bartolomé y del Rosario, el colegio de San Buenaventura, todos radicados en Santafé, dependientes de la Iglesia y accesibles solo a los miembros de las familias pudientes. Fuera de la capital apenas existía el seminario-colegio de Popayán, y con desigual funcionamiento un colegio en Buga, otro en Santa Cruz de Mompox y otro en Medellín. Doscientos años después, las universidades siguen siendo el espacio privilegiado de transmisión y renovación de la cultura, por lo que el Estado bien puede válidamente llamarlas a jugar un papel destacado en la preparación del Bicentenario (aunque esencialmente las universidades no requieren del impulso paternalista del Estado para estos efectos). Por ejemplo, pueden plantearse dos medidas dirigidas a todo el sector de la educación superior, sencillas de implementar con los recursos propios de cada establecimiento educativo. De una parte, que cada una de las instituciones lleve a cabo, entre 2011 y 2016, un Programa para los 200 años de la independencia, es decir, un espacio de actividades y proyectos enmarcados en toda la amplitud de lo que pueda ser el “espíritu conmemorativo”, que permita a la comunidad universitaria pensar la efeméride y proyectarla en su entorno. Para las instituciones de nivel propiamente universitario este programa se acompañaría del requerimiento de un centro de investigaciones. En segundo lugar, conviene introducir en la cátedra universitaria, entre 2011 y 2016, los estudios de Historia desde la Epoca Precolonial hasta el siglo XIX inclusive, que es donde se presentan mayores falencias públicas, pese a que desde 1970 ha aumentado considerablemente el conocimiento sobre esos siglos, para que las nuevas generaciones saquen provecho para la orientación y la práctica de sus profesiones del conocimiento y crítica de los hechos de sus antepasados. La conmemoración en escuelas y colegios puede ser coordinada por los niveles territoriales y las universidades. El papel de los Departamentos, Municipios y territorios indígenasLa independencia, soberanía o autodeterminación no es una entelequia ubicable entre la columnata del Capitolio Nacional, sino un atributo de la Nación y un derecho que se radica en cada colombiano y colombiana, por lo que la conmemoración de los 200 Años debe involucrar a todos los Departamentos, Municipios y territorios indígenas del país, conformando sus propias comisiones del Bicentenario, desarrollando programas territoriales para tal fin y destinando para ello recursos de sus presupuestos, cada uno dentro de sus posibilidades y según impulso que los propios habitantes le impriman a la conmemoración. En todo caso, las iniciativas seccionales y locales deben contar con el apoyo de la Nación, en los términos de esta ley, por parte del Gobierno y la Comisión Nacional de los 200 Años. Homenaje a las antiguas Ciudades y Villas de la independencia
El Bicentenario es el momento oportuno para rendir un homenaje nacional a aquellas ciudades, villas, lugares y pueblos de indios (nomenclaturas territoriales en las Leyes de Indias) que existían al momento de la independencia y fueron el escenario de la gesta emancipadora, en vez de los consabidos honores a personas y batallones. En una clasificación arbitraria pueden reconocerse varios grupos de estas ciudades:
No se trataría de un mero enunciado retórico, y menos de establecer un privilegio, sino de un justo reconocimiento con motivo de los 200 Años de vida republicana y de una metodología pedagógica dirigida a facilitar la visualización colectiva del país de comienzos del siglo XIX; así como una medida para estimular el desarrollo integral de estas antiguas ciudades, valorar su patrimonio histórico y contribuir a su mejoramiento, porque pese a haber sido la cuna de la libertad yacen hoy en el olvido, en detrimento de la construcción de la identidad nacional. Por tal motivo se contempla crear un programa de apoyo a las antiguas ciudades de la independencia en el Departamento Nacional de Planeación. La Comisión Nacional del Bicentenario
Para el diseño de la infraestructura nacional organizadora se prevén: 1) Una Comisión Nacional Preparatoria de los Actos Conmemorativos del Bicentenario de la Independencia Nacional. Su creación se dejaría en manos del Gobierno Nacional, y se haría mérito a las leyes vigentes que radican en la Academia Colombiana de Historia el encargo de preparar la conmemoración de los festejos patrios; 2) Una entidad o dependencia de carácter ejecutivo, y 3) Una comisión asesora. La vinculación de Colombia a la conmemoración continental del Bicentenario Latinoamericano La independencia fue un hecho continental: En 1809 la proclamaron Bolivia (25 de mayo en Chuquisaca -hoy Sucre- y 16 de julio en La Paz) y Ecuador (10 de agosto); en 1810 la proclamaron: Argentina (25 de mayo), Colombia (20 de julio), México (17 de septiembre) y Argentina (18 de septiembre), y en 1811 lo hicieron Paraguay (14 de mayo), Venezuela (5 de julio) y El Salvador (5 de noviembre). De ahí que el último aspecto que contempla el proyecto de ley se refiere a la vinculación de Colombia a la que bien puede llamarse celebración continental del surgimiento de América Latina como región, que no existía para el mundo mientras fue solo un territorio de ultramar de la Corona española, pero que adquiere ciudadanía durante el ciclo de la independencia, que se cierra con la batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824, fecha que desde entonces convoca a la unidad de los países latinoamericanos. Es de resaltar que la XX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Mar del Plata (Argentina) el 3 y 4 de diciembre de 2010, hizo un llamado a los países miembros a: 15 de diciembre de 2010 |