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celebracion colombiana
 

ESTIMULAR LA MEMORIA MÁS ALLÁ DE FECHAS FESTIVAS

Por: Eduardo Domínguez

Historiador, profesor de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia

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Imagen: http://www.bbc.co.uk/mundo/america_latina/2010/07/100702_video_colombia_bicentenario_rb.shtml

ESTIMULAR LA MEMORIA, MÁS ALLÁ DE FECHAS FESTIVAS
(Palabras en la sesión de agradecimiento a la U de A por al apoyo al proyecto TODOS SOMOS HISTORIA. Auditorio del edificio de extensión, 17 de noviembre de 2010)

(Saludo Rector, Vice-rectores, Decanos, Directora Canal U, Directora de medios, autores, auxiliares, productores, realizadores)

Tras su nota de solicitud a la nueva la Presidencia de la República acerca de las actividades concernientes a las conmemoraciones bicentenarias durante el actual gobierno, nuestro colega Luis Javier Caicedo, obtuvo la siguiente respuesta:

 

Me permito informarle que hechas las consultas, las actividades referentes (sic) al Bicentenario de la Independencia de Colombia ya han culminado, razón por la cual se ha tomado la determinación de cerrar la precitada instancia.

María Andrea Albán Durán,
Directora (e) de asutos culturales
Presidencia de la República

Es el resultado espontáneo de la concepción acerca de la historia como conjunto de grandes acontecimientos con día, hora, lugar y nombres precisos. Pasadas las  fechas, termina el interés. Es lo que se puede denominar pensamiento ahistórico, coyuntural, de ocasión y de olfato político. Lo valedero es atender las fechas en medio de las urgencias y salir del paso como mejor se pueda. Triunfo del Realismo Político, una vez más. El aquí y el ahora, con recuerdos heróicos de respaldo para conducir a los pueblos atolondrados que viven mirando embelesados el día a día, con sus objetos de consumo, las migajas de pan y el ánimo circense. De nuevo: ¡El triunfo de la democracia!

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Nos congregamos en esta mañana para buscar otros horizontes. Hemos respondido a la pregunta ¿Por qué todos somos historia? Con el siguiente argumento:

Somos historia porque los seres humanos somos cultura, transformamos a la naturaleza y a nosotros mismos. Al pensar de dónde venimos, qué hacemos y qué sentido tiene nuestra existencia, las respuestas y las acciones que de ellas se derivan se convierten en rastros que pasan de unas generaciones a otras para transformarlas y habitar de modos diversos el planeta.

Y lo entendemos de ese modo porque la historia no es esa farsa que el poder, los planteles educativos y el arte de rumiar en conversaderos públicos hemos construido entre todos: adoración de pasados inimitables, con seres superiores, gestas únicas y deslumbrantes. No. La historia, en contraste, es el diario transcurrir en el que todos construimos y desarmamos, creamos y desechamos, diseñamos, ponemos en práctica y cambiamos. Son las acciones de todo ser humano que vive, labora, festeja, llora, construye o desbarata, las que componen el mundo social que a todos nos sirve de respaldo para sobrevivir.

Por ese motivo hay que escribir la historia de modo completamente distinto. Sin ignorar las gestas por el acceso, conservación o caída del poder político, hay que llevarlas a su justa dimensión. Es al ser humano en su cultura cotidiana como debemos identificarlo. Por eso nuestra propuesta en el Proyecto TODOS SOMOS HISTORIA empieza con la propuesta clara de superar el mito del heroísmo y de no aceptar las tentaciones posmodernas de ignorar las versiones del pasado. En el capítulo de introducción afirmamos:

  1. Conmemorar es una estrategia cultural

Cuando se evoca el pasado, inevitablemente aparece la memoria como recurso que vincula las actuaciones del presente con lo sucedido en épocas anteriores. La memoria comprende un conjunto de hechos reconstruidos selectivamente, basados en los códigos y símbolos que rigen el mundo presente. La memoria, por tanto, no preserva el pasado como tal; sólo se encarga de adaptar ciertas situaciones pasadas para enriquecer o manipular el presente.

La memoria, colectiva o individual, no sólo muestra los rasgos materiales sino también todo el conjunto de las representaciones, ideas, conceptos, símbolos, creencias, que se hace de forma selectiva al representar una parte del pasado; es el testimonio del ayer que ha sido retomado por los grupos sociales de acuerdo con sus intereses y formas de pensar. En este sentido, el antropólogo francés Maurice Halbwachs argumenta que aunque los individuos realizan el ejercicio de recordar situaciones importantes de sus vidas, son los grupos sociales los que determinan qué realmente es “memorable” y digno de ser recordado por toda una generación. Es en este punto donde la memoria se convierte en un ejercicio de dialéctica entre el recuerdo y el olvido .  Ante la coexistencia y pluralidad de memorias colectivas e individuales (personales, familiares, regionales, nacionales), los grupos sociales desarrollan un filtro que delimita lo que realmente es significativo o “digno de recordarse” y cuáles situaciones pueden ser condenadas al olvido.

Y en este sentido las conmemoraciones se convierten en un ejercicio efectivo, una estrategia para reactualizar el conocimiento sobre lo que realmente es “digno” de recordarse o es memorable; pero también se trata de “hacer memoria” común, es decir, de convocar a los pueblos a enriquecer su pensamiento y sus sentimientos con interpretaciones acerca de los hechos del pasado para contribuir a la compresión de  sus modos de ser actuales. Así, cada conmemoración se puede comprender desde una óptica que revela un interés por reafirmar o construir una identidad y, otra, que tiene una intención pedagógica.

Gracias a la oportunidad que dan las conmemoraciones, la conciencia de los ciudadanos y de los investigadores también se modifica. Ese “equipaje mental” del que hablaron los historiadores, compuesto por mentalidades, ideologías, representaciones colectivas e imaginarios, se verá interrogado por la información hasta entonces desconocida. Y, unas veces se empecinará en que los nuevos datos ratifican sus convicciones (conservacionistas), otras veces abdica de cualquier costumbre y se apega sin condiciones a las verdades que acaban de ser postuladas (esnobistas); pero en otras ocasiones, hace una buena reflexión, critica, compara, elige y, por sindéresis, hace síntesis renovadoras para identificar nuevos significados.

Es aquí donde el oficio del historiador se practica en las conmemoraciones como ejercicio que reconoce las herencias del pasado, sin promover la  nostalgia y la mirada idolátrica que paraliza a un pueblo y lo convierte en esclavo del ayer; a cambio, busca renovar su lenguaje, sus técnicas, sus relaciones políticas y sus convicciones para desarrollar una mirada prospectiva. El historiador  invita a rescatar la capacidad humana de intervenir en el propio destino.

Hoy, las corrientes postmodernas, se empecinan en decir que los estudios históricos son prescindibles, que la humanidad puede abolir sus intentos de relatar en grandes o en pequeñas obras los distintos aspectos del pasado, porque los pueblos viven un presente continuo, engolosinados por la desilusión que le causan los “metarrelatos”, debido a sus falsedades, su inevitable naturaleza ideológica y el uso mítico y manipulador por parte de los poderosos. Consideran que los hechos hablan por sí mismos y que no necesitan la intervención de la historia para ser reconstruidos.

Entre los autores más reconocidos que han intentado demostrar que no hay modernidad y que las sociedades contemporáneas no confían en las grandes o pequeñas narraciones históricas ni las necesitan, resumiendo su planteamiento en la idea del “relativismo por encima de todo” (“fin de los metarrelatos”), se incluyen Roland Barthes (Francia), Michel Foucault (Francia), Gilles Deleuze  (Francia), Jacques Derrida  (Francia), J.F . Lyotard  (Francia),  Jean Baudrillard (Francia), Luce Irigaray (Bélgica), Julia Kristeva (Bulgaria), Gayatri Spivak (India), Judith Butler (EE.UU.), Ernesto Laclau (Argentina), Chantal Mouffe (Bélgica), Stanley Fish (EE.UU.), Richard Rorty (EE.UU.), Hayden White (EE.UU.), Frank Ankersmit (EE.UU.), David Harlan (EE.UU.), Ferenc Feher (Budapest) y Keith Jenkins (Inglaterra).

NO SOBRA RECORDAR EN ESTE RECINTO QUE A CADA UNO DE ELLOS LE DEBEMOS SEDUCTORES Y CONVINCENTES METARRELATOS ACERCA DEL FINAL DE LOS METARRELATOS.
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A partir del “reconocimiento de ese saldo neto relativista”, Jenkins propone en su obra Por qué la historia , olvidarla, en la medida en que no reconstruye el pasado como tal

“…porque el pasado no existe “históricamente” fuera de las apropiaciones textuales y constructivas de los historiadores, por lo cual, habiendo sido hecho por ellos, no tiene independencia propia que le permita resistir a su voluntad interpretativa, en lo particular a nivel del significado. Por irreductible, terco, doloroso, cómico o trágico que pueda haber sido el pasado, solo llega hasta nosotros mediante dispositivos de ficción que lo dotan de una gama de lecturas altamente selectivas y jerárquicas que “siempre están al servicio de poderes e intereses diversos” (cita a Derrida en su obra La deconstrucción de la actualidad). En consecuencia, el pasado como historia siempre ha estado y siempre estará necesariamente configurado, envuelto en tropos, figurado en tramas, leído, mitologizado e ideologizado en formas que nos resulten convenientes. Hay, como lo ha dicho Hayden White, “una relatividad inseparable en toda representación de fenómenos históricos”, de modo que uno simplemente tiene que encarar el hecho de que “cuando se trata de aprehender el registro histórico, no hay en el propio registro histórico base alguna para preferir una forma de construir su significado sobre otra” (cita su artículo Historical Emplotment and the problem of truth . (Ob. Cit. Pgs 14 -15)

Para los postmodernistas, la historia es considerada como un discurso subjetivo relativo al pasado, interpretado con categorías, conceptos y teorías elaboradas por otros historiadores, para darle un fundamento científico a los textos. Como estos fundamentos pueden ser elaborados según los intereses de cada persona, escribir la “historia” es de por sí una construcción ideológica y no constituye la reconstrucción del pasado como tal. Los criterios de selección y principios de análisis no están determinados de manera científica, en función de las condiciones de poder dominantes en el presente. Así, el pasado es concebido como único e inaccesible para los estudios históricos.

Aunque tenga razón en cuanto al carácter subjetivo - hermenéutico de los escritos históricos, varios detalles pueden ser observados en estos argumentos. El pasado, es una categoría epistemológica que sirve a filósofos e historiadores, y como tal sólo llega a nosotros a través de sus narraciones. Pero todo ser humano tiene un pasado que llega a través del reconocimiento de su propia creación biológica: la conciencia de un ayer empieza con la identificación de los ancestros familiares a partir de los hermanos mayores y los padres, y se remonta hasta donde alcancen los conocimientos genealógicos en las familias. Y el pasado  también hace presencia en el lenguaje, la alimentación, los valores y costumbres, transmitidos de generación en generación. Es el pasado vivo entre nosotros, reflejado en los objetos y pensamientos, que permite cuestionarse como seres de razón y de re-creación simbólica. En síntesis, el pasado no existe sólo en discursos, se manifiesta encarnado, reificado, entre nosotros; reta constantemente nuestro entendimiento.

Jenkins tiene razón en cuanto a lo inevitable de la multiplicidad de interpretaciones acerca del sentido de algo que sucedió. Pero allí donde ve el inconveniente y la futilidad es donde reside la conveniencia y la importancia para los pueblos. La imposibilidad de interpretación unánime es el dispositivo cultural que mueve a la curiosidad y el encanto con las narraciones; y se convierte en el atractivo ineludible de los pueblos para configurar en sus mentes y en sus corazones la sensación de coherencia y pertenencia a comunidades de origen.

Pero Jenkins no tiene razón en el alcance otorgado a su  “reconocimiento de ese saldo neto relativista”. El hecho de que exista relatividad cultural, no convierte cualquier afirmación acerca del pasado en un aserto imposible de adquirir veracidad. Y aplicarle la lógica del “saldo neto relativista” a la pequeña historia, a la microhistoria, a las biografías, a las historias de lo cotidiano y a las de los objetos, no es más que repetición. Se puede dudar de todo. Pero los pueblos se apegan a sus imaginarios y como tal degustan las versiones cercanas, las que sienten como sustento de su auto-comprensión y se mantienen anhelantes de mitos colectivos para atribuirles las razones de existir.  Y esta condición psicológica, social e intersubjetiva, es anterior a cualquier disciplina de la historia y a cualquier concepción posmoderna. La gente prefiere los apegos en vez de las explicaciones científicas. Weber señala que esas manifestaciones o procesos culturales sólo pueden ser objeto de interés para un grupo cuando existe un “motivo real” o un “motivo de conocimiento” que tiene un significado cultural general entre la multiplicidad de facetas que recrean el pasado.

Condensar parte de esa memoria histórica desde una dimensión temporal que conjuga pasado-presente-futuro, permite que el ciudadano común pueda pensar históricamente desde una perspectiva compleja que aborde el presente como producto inacabado de la combinación de procesos con origen en el pasado; la conciencia del ayer facilita comprender que el pasado aún pervive entre nosotros a través del lenguaje, los espacios, las formas arquitectónicas, las instituciones, las ideas; pero también le da instrumentos necesarios para acercarse desde una mirada abierta, alejada del “culto hacia el pasado”, donde se promueva la consulta de las fuentes de investigación disponibles y se propongan modelos interpretativos inéditos que agranden el patrimonio histórico y cultural y ponerlo al servicio de las generaciones actuales y futuras que se proyectan hacia nuevos modos de vivir y de pensar. Estos propósitos se logran si profundizamos en las raíces de nuestros propios modos de ser y estar en el mundo, es decir, si promocionamos la historia cultural.

Esta es la perspectiva que propone TODOS SOMOS HISTORIA que hoy  entregamos en versión bibliográfica y de multimedia para que no aceleremos el cierre de las conmemoraciones de un bicentenario que culminar hacia el año 2021 con la efemérides de la primera gran Constitución que nos reconoció el derecho seguir luchando por la  soberanía y a la legitimidad del pueblo.

A todos y cada uno de quienes hicieron viable este proyecto: Un gran abrazo de agradecimiento y nuestra humilde voluntad de someternos a su juicio crítico para comprobar la calidad con que hicimos la tarea.

Muchas Gracias.
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Marialva Barbosa, “Medios de comunicación y conmemoraciones. Estrategias de reactualización y construcción de la memoria”, en: Signo y Pensamiento, vol 20, no. 39, Bogotá, Facultad de Comunicación y Lenguaje, Pontificia Universidad Javeriana, 2001, p. 106

Peter Burke, Formas de Historia Cultural, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 66

Keith Jenkins, ¿Por qué la historia? Ética y postmodernidad, México, Fondo de la Cultura Económica, 2006, pp. 14-15

Artículo editado por Jenkins en su obra The Posmodern History Readers. Londres: Routledge, 1997, pg 392