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FERNANDO GONZÁLEZ HABLA DEL 20 DE JULIO Y DE LAS DIFERENCIAS ENTRE LAS INDEPENDENCIAS DEL NORTE Y EL SUR DE SURAMÉRICA

Otraparte*, mayo 28 de 2010

http://www.otraparte.org/


Boletín semanal con la obra de Fernando González Ochoa
Santander (1940) — Décima entrega

Santander
A la juventud americana.

Nota de Albicentenario: Para esta presentación hemos invertido el orden del texto, poniendo de primero el tema del 20 de julio, que en el original va de último. El libro Santander fue publicado en 1940, coincidiendo con el centenario de la muerte del general Francisco de Paula Santander, y es la contrapartida del libro Mi Simón Bolívar, que González publicó en 1930, a los 100 años de la muerte del Libertador. En cuanto a la polémica Santander-Bolívar, creo que vale alejarse de él, como Gonzalo Arango tomó distancia de las polémicas de los radicales del siglo XIX en un fallido prólogo a una compilación de la obre de Juan de Dios Uribe.
*Otraparte, además de ser un espacio filosófico, es la casa donde habitó el maestro, ubicada en el municipio de Envigado, cerca de Medellín, Antioquia. Hoy Museo.

SOBRE EL 20 DE JULIO DE 1810

Estamos precisamente en el ambiente del veinte de julio, y lo estudiaremos con el olfato, sentido filosófico. Es ambiente trino y uno, queremos decir, jurisperito y teologal. Almas doloridas de pequeños funcionarios que envidian a virrey y oidores, arzobispos, canónigos y deanes. Pero se percibe por allá olorcillo de hojas, musgo, cañadas, montes, manantiales, torrentones, barómetros...: es el olor a José Celestino Mutis. Viajeros a pie, buscadores; hospedarse en la casa cural; levantarse antes que la aurora; traer las mulas maliciosas y sufridas; olor a cagajón, excremento agradable al olfato; jóvenes enamorados de eso que les va a entregar la naturaleza virgen; saludar al sol en alto del camino; sonrisa de moza que nos mira pasar desde el remanso donde lava; aparatos de física, manufacturados en casa, pues Europa está lejos; dibujantes, zoólogos, botánicos, químicos... Es la Expedición Botánica. Es el olor de Jorge Juan, La Condamine, José Celestino Mutis, Humboldt y Caldas.

Este olor a humus principió en el mundo con Bacon poco más o menos: atisbar, medir, describir, libretas de bolsillo... Matará al silogismo, a la vida sedentaria y a la celda.

En 1801 llega Humboldt a Santafé a visitar a Mutis. Conversan de quinas; son herbolarios, magos de las hojas. Conversan de posibles virtudes misteriosas de las plantas del Nuevo Mundo, de los misterios en las alturas vírgenes, del observatorio que construyen en Santafé. Dos meses conversan.
El seminario de Popayán se contagia: José Félix de Restrepo, Zea, Caldas y Camilo Torres huelen principalmente a rábula... pero por allá dentro se percibe el olor a Mutis.

En Santafé, Jorge Tadeo Lozano está coleccionando, embalsamando, clasificando animales. Llega el francés D’Elhuyart a enseñar química y mineralogía.
Sí. La Nueva Granada recibe por entonces un soplo juvenil. Pero muere Mutis en 1808 y deja la dirección de la magna obra al sobrino Sinforoso... ¿Y el sabio Caldas, Francisco José, que es criollo y que sabe tanto? —¡Los malditos chapetones! —¡Las injusticias con los españoles americanos! Así fue como para 1810 las discusiones acerca de jurisdicción habían matado el espíritu de la Expedición Botánica.
Caldas dirige el observatorio. Allí y en la casa de Camilo Torres se conversa de reclamos, se escribe y se hace circular, en manuscrito, el Memorial de Agravios. ¿Qué dice?

Que en América deben establecerse Juntas, como en España; que temen ser entregados a los franceses; que en España publican injurias contra los españoles americanos; que son arbitrarios los que mandan en las colonias. España europea y España americana.

Pero en Santafé había también olor a Francia: es Nariño, centro aparte. No pertenece a la Universidad, pero tiene seis mil volúmenes. No es silogista. Los funcionarios liberales y afrancesados del Virreinato, sus colegas, le prestan libros prohibidos. Recepciones intelectuales en su casa, a la francesa. Dueño de imprenta. Traduce Los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Eterno prisionero; es el insurgente, la Revolución Francesa. No le aman los jurisconsultos. Tribuno que se golpea el corazón y... “¡Pastusos, aquí tenéis a Nariño!”. Toda su vida le odiará el discípulo de los rábulas, Francisco de Paula Santander.
En este ambiente está la Patria Boba y la lucha entre Nariño y los rábulas, centralismo y federalismo.

Respecto del ambiente exterior: pues que España ayudó a la independencia de los yanquis; que Inglaterra desea vengarse y poseer el comercio de las colonias; que Napoleón destrona a Fernando VII e intriga en Suramérica...

¿Y dónde, Carlos Marx? Está en el comercio de Inglaterra, en los plátanos hartones a tres al real; en la revolución de los comuneros del Socorro; estancos; está por todas partes...

Pero es un hombre lo que estamos resucitando y no se le puede hacer una oreja o un ojo demasiados. ¿Cómo agrandar la mano de una estatua? La medida impera en el arte.

En ese ambiente vivió Santander, pero sin sentirlo, porque estaba como pez en el agua: conoció a Mutis, por ahí en calle o iglesia; oyó acerca de ingleses, franceses y comuneros, pero no como para escribir monografías. ¡Al diablo con todo esto! ¡Es el veinte de julio!
 Fotografía por Guillermo Angulo - 1959

PARALELO ENTRE LA INDEPENDENCIA DEL NORTE Y DEL SU DE SURAMÉRICA


Facilísimo fue para España reprimir los movimientos revolucionarios de 1810, obra exclusiva de la nobleza criolla. La población suramericana apoyaba a los españoles, guiada por los frailes y por guerrilleros de aquí, ignorantes y feroces. Fue una matanza de criollos jactanciosos. La mala política de los pacificadores, enviados posteriormente, y la constancia de Bolívar en sus continuas derrotas, hicieron el milagro de crear el sentimiento de independencia en la población. Puede decirse que para 1816 estaban pacificadas las colonias. Pero Bolívar reunía una montonera aquí y otra allá; de La Guaira a Curazao; de Jamaica a Cartagena; sube a Cúcuta; penetra a Caracas; vuelve en derrota a Cartagena; es arrojado a las Antillas; desembarca en Ocumare; huye y aparece en el oriente venezolano; consigue piratas; compra armas; Angostura, como su puerto atlántico, sobre el Orinoco; marcha y contramarcha en los llanos; atraviesa estos inundados; penetra a Bogotá... Guerra a muerte, libertad de los esclavos, honores divinos a todo héroe, blanco o negro. Mueren casi todos los blancos; hace mezclar las razas; eleva al hombre de color; en una palabra, para 1820, Bolívar había creado la conciencia suramericana, en cuya obra le ayudaron los pacificadores con sus crueldades.
Sólo la encarnación del Emilio podía con esa brega oscura, guerra de montoneras, desnudos casi; huyendo y persiguiendo por llanuras inundadas y por desfiladeros; desprestigiado, renegado de amigos y parientes; lucha de veinte años contra la naturaleza y los hombres. ¿Cómo le comparan con Napoleón?
Ahí está la diferencia con la Argentina y Chile. Aquí, los criollos nobles dieron su grito de independencia y no hubo guerra. Chile y la Argentina quedaron de colonias de Inglaterra, la cual ejerce el mando por intermedio de las noblezas de Santiago y Buenos Aires. Si a la Nueva Granada no hubiese venido Morillo, habría quedado mandando la oligarquía de los criollos jurisperitos de los colegios del Rosario y San Bartolomé. Y el pueblo habría quedado en la oscuridad, sin voz, como lo están el roto y el gaucho.

Los blancos murieron en Venezuela y muchos en la Nueva Granada. Los que triunfaron con Bolívar, fueron las gentes de color: por eso hemos tenido presidentes hijos naturales, negros y mulatos: Obando, Mariano Ospina (indio), Hilario López y Suárez.

Sociológicamente, ese horno de razas que atizó Bolívar fue la causa de la intranquilidad posterior, hasta 1900. Pero hoy tenemos que Colombia y Venezuela presentan poblaciones completamente suramericanas, compactas, sin oligarquías raciales. Argentina y Chile quedaron bajo la bota férrea de pretendidos nobles y progresaron económicamente. Pero sucede que hoy no tienen tipo humano propio, que sus pueblos son parias, sujetos a Europa por intermedio de sus noblezas corrompidas. El porvenir, indudablemente, es de Colombia y Venezuela.

Con Rosas e Irigoyen, el gaucho asomó en la vida argentina, y lo hundió nuevamente la nobleza bonaerense. En Chile, con Alessandri, pretendió manifestarse el pueblo, el roto, la chusma; pero Alessandri lo traicionó en su segunda presidencia; sometióse a la nobleza de Santiago.
La independencia del pueblo no se ha efectuado aún en la Argentina y Chile: tienen cien años de retraso.

Fueron muy distintas las circunstancias de la colonización, vida colonial y guerra de independencia en el norte y en el sur de Hispanoamérica. Allá, el dorado, montañas, minas, frailes; aquí, la llanura, estaciones. Allá, los negreros; aquí, los ingleses, la carne, el trigo y los cueros. En el norte, la guerra fue larga, cruel, de mezcla de razas; en el sur, paseo militar, cambio de amo. Aquí necesitábamos al hijo de Rousseau, creador, paciente, que, de montar a caballo, en mula patifina, en su carrera ilímite, murió con las nalgas encallecidas y consumido; allá, un general europeo hizo la campaña, llevado en hamaca; llegó hasta el Perú, conoció mulatos y mestizos, se asustó, le pareció difícil y volvió a Europa, a morir de rico y de viejo, dejando la obra imposible al caraqueño. Repetimos esta idea con palabras de Sarmiento:
“La manera de tratar la historia de Bolívar de los escritores europeos y americanos conviene a San Martín y a otros de su clase. San Martín no fue caudillo popular; era realmente un general. Habíase educado en Europa, y llegó a América, donde el gobierno era el revolucionario (subrayamos nosotros), y pudo formar a sus anchas el ejército europeo, disciplinarlo y dar batallas regulares según las reglas de la ciencia. Su expedición sobre Chile es una conquista en regla, como la de Italia por Napoleón. Pero si San Martín hubiese tenido que encabezar montoneras, ser vencido aquí, para ir a reunir un grupo de llaneros por allá, lo habrían colgado a su segunda tentativa”.

“El drama de Bolívar se compone, pues, de otros elementos de los que hasta hoy conocemos; es preciso poner antes las declaraciones y los trajes americanos, para mostrar en seguida el personaje. Bolívar es todavía un cuento forjado sobre datos ciertos; a Bolívar, al verdadero Bolívar, no le conoce aún el mundo; y es muy posible que cuando lo traduzcan a su idioma natal, aparezca más sorprendente y más grande aún”. (Domingo F Sarmiento. Prólogo de Facundo).
Lo sucedido en Argentina y Chile habría pasado en Colombia y Venezuela si hubiera triunfado Miranda en 1812.

* * *

El ambiente, en sí, es fácil: se vive en él; de él se nutren los seres, sin saberlo: el pez en el agua, el feto en el útero, el árbol en el aire y en la tierra. El ambiente de una muchacha, por ejemplo, nos incita, nos acaricia, nos hace cosquillas, estamos alegres. Sufrir y morir es fácil, pero ¿decir qué nos duele y de qué morimos? ¡Qué terrible es analizar el ambiente!

Ahí está el abismo en que caen los biógrafos. Julio Mancini, por ejemplo, pretendió resucitar a Bolívar: estudió, estudió aquí, en Londres y en París, dos mil libros y memorias, cinco mil cartas. Y ¿qué hizo?: tres capítulos, que son como tres patas de megaterio; biografías dentro de biografías; ensayos dentro de estudios; cefalalgia, parálisis intestinal, agotamiento, muerte del autor y... Bolívar no ha nacido. ¡Y tan fácil como le parieron en Caracas!



Fuente:
Santander. Medellín, Bedout, 15 de mayo de 1971, p.p. 1 - 49. Número total de páginas: 184.

 1895-1964
Fotografía por Raúl Bernal (circa 1962)
“Tomémonos un tinto”, dijo el maestro
antes de volverse y caminar hacia su casa.
Mi gran deseo es el poder llegar a viejo, para experimentar cómo va cambiando mi espíritu en sus relaciones con la vida. Un desastre es el morirse uno joven sin saber qué pudo llegar a ser. Ese misterio es lo que nos hace llevadera la existencia. ¡Cuántos desgraciados no hubiesen terminado ya, si el saber que el futuro puede ser luminoso no les alimentase la fe y la esperanza!
Fernando González - 1916

UN  TEXTO DE FERNANDO GONZÁLEZ
A la Juventud

Medellín, febrero 9 de 1935
“Per che m’hai tu diluso?”
(D’Annunzio a la muerte).


A las sociedades las conocemos por sus propósitos y por la organización que se han dado para lograrlos. Por ejemplo, Francia: todo en ella, individuos, sociedades y gobierno, se mueven para enriquecerse; son orgullosos en Francia, aman la belleza y las obras del espíritu. País cerrado y abierto al mismo tiempo. Inconfundible. Estados Unidos: producir en grande; su destino parece que sea el perfeccionamiento de la organización para producir riqueza. ¿Colombia? Los colombianos tienen tan variadas intenciones, tan débiles y múltiples propósitos, que no puede afirmarse que Colombia tenga carácter propio; no se puede afirmar que aquí haya un porvenir. El gobierno ha carecido siempre de finalidad, a menos que se llame así al robar pronto, al enriquecerse de los funcionarios, a la venta paulatina de la tierra y sus riquezas.

No se percibe en Colombia que haya deseo de obras nacionales, caminos, marina, industrias: existe el deseo de contratar eso con extranjeros.
Prima en Colombia el concepto de que civilizarse es comprar vestidos, automóviles y aviones. Los colombianos no presienten siquiera que civilizarse es trabajar y manifestar en la naturaleza física las características de la personalidad.

A un pueblo se le da un territorio para que allí se manifieste. La naturaleza física es el teatro o laboratorio de nuestras almas. Manifestarse en la extensión territorial, por medio del trabajo, es civilizarse. Para eso nos arrojaron del Paraíso.

La superficie que ocupa un pueblo constituye el tesoro sagrado en donde debe vivir, o sea, dejar las huellas de su trabajo, perfeccionarse. Nunca debe permitir que su terreno sea abierto, cultivado, amoldado por otros. Deshonroso para el hombre es el gozar de obras ajenas.

¿Qué significado tiene un pueblo que llame a otros y les encomiende caminos, edificios, cultivos, aviones, etc.? ¿Podrá llamarse a tales gentes una nación? ¿No se dirá que son perezosos, que viven de ajena disciplina, que son deshonra del género humano?

Recuérdese que en la historia se conocen las civilizaciones por las obras. Así, por ejemplo, tenemos que en las orillas el Mediterráneo, cuna de lo existente, se encuentran las civilizaciones superpuestas, según lo están las obras. En Francia, en España, en Italia y en África conocemos tantas civilizaciones superpuestas como ruinas hay superpuestas también: fenicia, griega, romana, bárbara, etc. Bien podían habitar en España los primitivos, pero griega o romana llamaremos a la civilización, si griegas o romanas son las obras que encontramos.

El hombre vale por la obra; por ella es calificado; ella le dignifica el alma.

¿Qué significa esto de contratar ferrocarriles con españoles? ¿Qué significa eso de oleoductos, aviones Scadta?
¡Pueblo que no ha dejado huella y que parece que no la dejará, esta pobre Colombia que vegeta sobre los tres ramales de la cordillera andina!
¿Qué es esto de capital extranjero con que nos están engañando, para robar? Muéstrenme el capital que tienen en el país los bancos extranjeros, los comerciantes extranjeros, etc.

Estas son las causas de la repugnancia que debemos sentir por los gobiernos colombianos: muy especialmente por los gobiernos de Olaya y de López. Llamo a la juventud, a todo lo que sienta algo de humanidad, a la oposición. Es preciso hacer una terrible oposición, porque hemos sido engañados. Vivimos cuarenta años de anhelos, luchando para que hubiera un cambio, peleando con los gobiernos conservadores, y hemos sido engañados.

Conste que ninguno esperó tanto como yo en Alfonso López. Me repetía: “Quizás su vida errante y sospechosa, sus deudas, etc., sean como las quiebras, rapiñas y azares de Julio César... También César estuvo en el quicio de la cárcel, y era porque su alma revolucionaria no encontraba sosiego...”.

¡Qué engañado fui, Dios mío! “Per che m’hai tu diluso?”. No piensa sino en enriquecerse. Ha instigado al pueblo colombiano a dividirse en dos bandos fratricidas. Ha resucitado la barbarie del siglo pasado. Ha creado, no la bella inquietud sino la inquietud del azar. La industria está perseguida; el incipiente capital, amenazado y odiado; el aguardiente elevado, en una de sus bregas por el micrófono, a la categoría de artículo de primera necesidad. Viaja en avión con extranjeros, en busca de fincas. Contrata ferrocarriles con españoles; da la Orden de Boyacá a los jóvenes de anteojos que beben y bebían con él; nuestro hombre está confiado en Europa al nieto de un sirio. Principió a luchar con los prevaricadores de “El Tiempo” y ahora se entrega a ellos... No. Este Alfonso López tiene sebo y no glándulas.

Venga toda la juventud, toda la niñez, todo lo que es porvenir, a la oposición, porque nos han engañado y van a decir que no dejamos huellas en la bendita tierra que habitamos.

Fuente:
Cartas a Estanislao. Medellín, Bedout, septiembre de 1972, p.p. 123 - 125.

Conferencia
La visión crítica y provocadora de
Fernando González sobre la Independencia
de Colombia, Simón Bolívar y Santander

Jueves 22 de Octubre de 2009 - 7:30 p.m. en Otraparte

* * *
Frank David Bedoya Muñoz (Medellín, 1978). Historiador de la Universidad Nacional y fundador de la Escuela Zaratustra, ha sido maestro del Gimnasio Internacional de Medellín y de la Escuela de Formación Popular de la Red Juvenil. Actualmente desarrolla la investigación “Historia de la Corporación Jurídica Libertad” y es coordinador de Cedetrabajo - Capítulo Antioquia. Entre sus publicaciones se destacan “1815: Bolívar le escribe a Suramérica”, “Comentarios a las vidas y obras de Simón Bolívar y Friedrich Nietzsche”, “Bicentenario de Colombia: 200 años de la frustración del proyecto político de Simón Bolívar” y “Medellín, entre la vida y la muerte”.
* * *
De Cartas a Estanislao, 1935
Aquellos treinta años, de 1795 a 1825, son un punto luminoso en nuestra historia; el recuerdo y el estudio de las personalidades de aquellos hombres de entonces, es la única palanca que veo para sacar a Suramérica de la miseria en que vive. Sobre todo, Bolívar, sus modos, sus regímenes, sus ideas, sus esperanzas: hay que mamar mucho de ese genio. Ahí está la fuente de una motivación nueva para la juventud.
A ello se opone, en Colombia, la personalidad de Santander. Fue y continúa siendo un gran obstáculo. En Bogotá viven aún de su herencia. La literatura, la enseñanza, las costumbres, los ideales todos están envenenados por este hombre. La diplomacia colombiana, tan ruin, y que se opone a la unidad suramericana, procede de Santander.

* * *
La visión crítica y provocadora de Fernando G. sobre la Independencia de Colombia, Simón Bolívar y Santander
—Fragmento—

Por Frank David Bedoya Muñoz
Cuando encontré una definición de lo que era un filósofo, en la obra Más allá del bien y del mal de Friedrich Nietzsche, inmediatamente se me vino a la mente el nombre de Fernando González.
Dice allí Nietzsche:


“Un filósofo: es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tormenta que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia se tiene miedo a sí mismo, pero que es demasiado curioso para no ‘volver a sí mismo’ una y otra vez...” (1).
Esta es pues la definición exacta para nombrar a nuestro filósofo Fernando González, parece que hubiera sido escrita para él.
Pero miremos cómo se definió Fernando González a sí mismo:

“Me definiré: creo ser detective de la filosofía, de la teología y de la virtud. Mi madre me parió cabezón, pero infiel; Dios me atrae, pero las muchachas no me dejan. Me explicaré: unas diez veces he creído acercarme a la verdad, y las muchachas me han hecho caer. Ocho por ciento tengo, pues, de filósofo. El resto está entregado al mundo y al demonio, pero nunca he dicho una mentira. Resumiendo, diré que soy un hombre, espíritu que desde la carne y por medio de los sentidos atisba con fruiciones a la verdad desnuda. Soy, pues, retratista” (2).

Retratista de nuestra alma, de nuestra personalidad, de nuestra historia. Sus obras-retratos siempre le hicieron honor a la verdad, como él mismo decía, a la verdad desnuda; honor a la autenticidad, a la jovialidad, a la crítica. Su obra fue siempre vital, sus Pensamientos de un viejo, su Viaje a pie, su Simón Bolívar, su Maestro de escuela, su Revista Antioquia... Por sólo mencionar algunas de sus obras... Obras llenas de psicología, de sabiduría, de bufonadas... en ellas siempre encontraremos la verdad desnuda acompañada de una carcajada... Su sabiduría parte de su desgarrador conocimiento de sí mismo. De su capacidad para, en primer lugar, reírse de sí mismo. De tomar distancia y retratar con gran maestría nuestras muchas tragedias y comedias.
Nada más exacta que la presentación que hace Ernesto Ochoa Moreno sobre el filósofo de Otraparte:

“Fue Fernando González un espíritu rebelde y pugnaz, pero al mismo tiempo hondamente amador de la vida y de la realidad colombiana que fustigó. Logró forjar un pensamiento filosófico a partir de nuestra idiosincrasia, utilizando un lenguaje tan propio de nuestro pueblo que le valió ser calificado de mal hablado. Fue un ‘maestro de escuela’ que escandalizó y al mismo tiempo abrió derroteros hacia la autenticidad. Lo condenaron por ateo y, no obstante, fue un místico. Escribió en una prosa limpia e innovadora, pero ‘para lectores lejanos’. Se proclamó maestro pero, según sus mismas palabras, no buscaba crear discípulos, sino solitarios. Su obra es siempre nueva, fresca y conturbadora. Y su vida fue eso: un viaje de la rebeldía al éxtasis” (3).
¿Quién fue Fernando González? El filósofo más auténtico y vital que ha tenido Suramérica. En Colombia, la mayoría de personas aún no conocen sus obras, pues la enajenación del pensamiento aún permanece. Pero todo aquel que ha leído alguna obra de Fernando González se ha sentido liberado y si no, por lo menos, provocado a pensar. Yo me atrevería a decir que la mejor escuela de jóvenes que podría llegar a tener Colombia sería aquella que incitara a leer la obra de Fernando González, o mejor dicho, si me fuera encomendada la educación de un joven, lo retiraría algunos años del colegio, y lo pondría a leer, en primer lugar, todos los libros de Fernando González.

Su obra es incitante, liberadora, y provocadora, despierta siempre en sus lectores la crítica, la jovialidad y la inteligencia. Hoy nos acercaremos a sus dos libros: Mi Simón Bolívar y Santander, espero que el momento y lo dicho sean dignos de él.

En 1930, cien años después de la muerte del Libertador, Fernando González publicó Mi Simón Bolívar e inmediatamente desató las más ruidosas polémicas, por las críticas a Santander. En 1940, cien años después de la muerte de Santander, ahora publica su polémico libro titulado simplemente Santander. Ahora, el escándalo de la oligarquía es peor. La polémica es tanta que el gobierno intenta recoger la edición e impedir su difusión, algo parecido a lo que ya había hecho la iglesia en 1929 cuando decretó sobre el libro Viaje a pie lo siguiente:

“El libro del doctor Fernando González, ‘Viaje a pie’, está vetado por derecho natural y eclesiástico, y por tanto su lectura es prohibida bajo pecado mortal. El presente Decreto será leído en todas las iglesias y capillas de la ciudad arzobispal y publicado por la prensa para conocimiento de los fieles” (4).
El libro Santander desató pues igual o más indignación en la conservadora sociedad intelectual y política de la época, y hoy, casi 100 años después, sospecho yo, que tampoco hace mucha gracia que se reviva la palabra de Fernando González sobre la independencia en Colombia, no vaya a ser que le dañe el festejo del Bicentenario a la aún conservadora oficialidad.

¿Cómo analizó Fernando González la independencia de Colombia?

Voy a repetir acá unas palabras que dije en este mismo escenario, de las tertulias de Cedetrabajo, hace un año. Decía:
“Acá celebramos los 20 de julios, sin mucha claridad al respecto, la inmensa mayoría no entiende que esta fecha simplemente fue un preludio de una patria boba, que con justa razón se llamó así puesto que los tales gritos de independencia que se dieron en esa fecha, fueron gritos de criollos privilegiados que simplemente querían ocupar el poder de los españoles para su propio beneficio, y peor aún, que todavía juraban lealtad a un rey español. Efectivamente, nuestra verdadera independencia y nacimiento de nuestra república se dio el 17 de diciembre de 1819, pero esta fecha es ignorada por la mayoría de los colombianos, y sospecho que este olvido no es casual ni gratuito”.

Sigo pensado lo mismo, pero hoy dejaré que lo diga Fernando González, de una manera más contundente y en tan sólo un párrafo:
“20 de julio. Francisco Morales y José González Llorente, chapetón y criollo, se habían agarrado y dado de trompadas en una tienda, por motivo de un florero: ¡Cabildo abierto! Los chapetones, sorprendidos, fraternizan. Junta Suprema: presidente, el virrey, pero ejerce el vicepresidente, don José Miguel Pey. Bailes populares, discursos: ¡Ya mandamos nosotros!... ¡Viva Fernando VII!..” (5).

El 20 de julio es en verdad una fecha que recuerda la sociedad bogotana que ha imperado en Colombia, por eso diría yo, que ahí, en ese tal grito, que terminaba con la frase “¡Viva Fernando VII!”, no se inicia la independencia, sino la comedia de la triste Nueva Granada. Nuestra verdadera independencia comenzó en un hombre llamado Simón Bolívar, Nariño pasó la mitad de su vida en la cárcel, Camilo Torres fue fusilado por Morillo, Santander se escondía en los llanos... Y bueno, sabemos más del tal florero que de las heroicas vidas de Policarpa Salavarrieta, Ricaurte o Girardot.
(...)
Notas:
(1) Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal.
(2) Fernando González, Mi Compadre.
(3) Ernesto Ochoa Moreno, De la rebeldía al éxtasis.
(4) Prohibición de Viaje a pie.
(5) Fernando González, Santander.
Fuente:
Fragmento de la ponencia elaborada por Frank David Bedoya Muñoz y presentada en el Pequeño Teatro en el marco de las tertulias de Cedetrabajo. Medellín, 6 de julio de 2009.