EL 15 DE FEBRERO COMIENZA EN PORE (CASANARE) Los hechos revolucionarios de 1810 en la Nueva Granada se desencadenaron a partir del Grito Libertario de Quito del 10 de agosto de 1809; prosiguieron en Pore (Casanare) el 15 de febrero de 1810; continuaron en Caracas el 19 de abril, y después en sendas sublevaciones en Cartagena (22 de mayo), Mompox (19 de junio), Cali (3 de julio), Pamplona (4 de julio) y El Socorro (10 de julio), hasta alcanzar la capital del virreinato el 20 de julio siguiente, fecha considerada como el inicio de la independencia de Colombia. Esta cadena de acontecimientos es relatada en su Diario Político de Santafé de Bogotá por Francisco José de Caldas, considerado por varios historiadores como el líder de la revolución: “Este odio silencioso pero concentrado [entre españoles y americanos] empezó a expresarse un poco con los sucesos de Quito del 10 de agosto de 1809, las prisiones de Nariño, de Miñano, de Gómez, de Azuero, de Rosillo y de otros inflamaron los ánimos, pero sin salir el descontento general del reciento doméstico; se murmuraba con calor pero al oído. La escena trágica y sangrienta de Pore hizo hablar más recio; los movimientos de Caracas, de Cartagena, del Socorro y de Pamplona reanimaron los corazones, hasta el punto que una sola palabra bastó para romper nuestro silencio y los diques de nuestro sufrimiento el 20 de julio de 1810” (Tomado de: Guillermo Hernández de Alba. Cómo nació la República de Colombia. Bogotá, Banco de la República, 1965, págs. 59 y 60).
Lo que Caldas llama en 1810 “la escena trágica y sangrienta de Pore”, tan ignorada dentro de la historia, fue algo más que una escena. José Manuel Restrepo, escribiendo dos décadas después, dice que fue el intento de “hacer una revolución”, que fracasó por estar “mal combinada”; por lo que los sucesos de Pore bien pueden considerarse como el Primer Grito de Libertad que se dio en Colombia, con enorme influencia sobre la revolución posterior, y consistieron en que un pequeño grupo de jóvenes herederos del legado de la Revolución de los Comuneros de 1781, ante el fracaso de una acción militar de noviembre de 1809 que encabezaron en la provincia del Socorro Antonio Nariño y el canónigo Andrés Rosillo, se desplazan a los Llanos Orientales y generan una insurrección contra el gobierno de la provincia de Casanare, tomándose por las armas la capital, Pore, el 15 de febrero de 1810. Pero la sublevación fue derrotada y el 30 de abril siguiente fueron fusilados dos de los líderes y enviadas sus cabezas a Bogotá, donde el virrey no se atrevió a exhibirlas porque ya había comenzado en la capital a fomentarse la revuelta definitiva. El historiador casanareño Héctor Publio Pérez Ángel hace el relato de la rebelión, y explica porqué estuvo “mal combinada”.
SUBLEVACIÓN DE PORE DEL 15 DE FEBRERO DE 1810
Las guerrillas pre-revolucionarias de 1809 Los movimientos pre-revolucionarios de independencia que se iniciaron en las colonias americanas tuvieron su origen en 1809 con unos movimientos que podemos definir como prolegómenos al fin del dominio colonial en América; sucesos que no podemos desligar del impacto de la invasión napoleónica a la metrópoli española, desencadenando una serie de manifestaciones internas en América. (…) La rebelión que se inició en Quito en el año 1809, está ligada a la insurrección que se levantó en las provincias del noreste de la Nueva Granada y que vino a desencadenarse con los hechos sangrientos ocurridos en marzo de 1810 en Casanare, como una de las causas inmediatas del grito de revolución que estalló el 20 de julio de 1810. Los promotores de la revolución de Quito divulgaron por todo el Reino de Granada sus protestas, con el objeto de crear una junta autónoma de gobierno. Un mecanismo que utilizaron fue el de la divulgación de los llamados catecismos políticos. Aunque este intento revolucionario fracasó, se siguieron organizando juntas clandestinas, trasladándose el foco de inconformismo a la Provincia del Socorro; siendo la casa del canónigo Andrés Rosillo y Meruelo el sitio de encuentro de los líderes del movimiento. Se reunieron allí Antonio Nariño, Joaquín Caicedo, Joaquín Ricaurte, Sinforoso Mutis, José Acevedo y Gómez y otros que una vez más buscaban organizar la lucha contra la hegemonía hispánica. Los conspiradores reunidos quisieron sorprender un envío de armas que había ordenado el Virrey para controlar la situación en Quito. El 10 de noviembre salió el grupo al encuentro de las armas; se destacaban Joaquín Ricaurte, Joaquín Barrero, Joaquín Castro, Carlos Salgar y José María Rosillo, quienes esperaban hacer el asalto y distribuir las armas entre los rebeldes. Dicho asalto no resultó como se esperaba, pues se realizó sin la rapidez necesaria. Fracasó porque cuando llegaron al sitio señalado (El Portillo, en los alrededores de Santafé [Bogotá]), las tropas reales ya habían pasado. En cambio, fueron descubiertos y perseguidos por las tropas realistas, siendo apresados Antonio Nariño y Agustín Estévez entre otros; mientras que otros lograron huir, escogiendo como sitio de escape los Llanos. Otra parte del plan que había organizado este grupo de jóvenes era dar libertad a los esclavos que laboraban en los trapiches que existían en la región de la Mesa, territorio cercano a Santafé. Carlos Salgar y José María Rosillo, fueron muy estudiosos dado que buscaron donde encontrar eco a un movimiento de carácter político frente al conflicto que estaban viviendo; además, por su juventud era de arrojo y valor; a ellos se unió Vicente Cadena, primo de Rosillo. Llegaron a saber que en Casanare reencontrarían algunas armas y lo más importante, el apoyo de sus habitantes; era conocido que las armas con que contarían en Casanare, estarían en poder de las autoridades civiles, en el palacio del gobernador Remigio Bobadilla, para guardar la tranquilidad de la provincia. En Casanare las autoridades virreinales no tenían fuerzas regularizadas porque por sus escaso número de habitantes no llegaron a pensar que representaran peligro para el gobierno colonial. Era conocido que los misioneros también tenían buena cantidad de armas, las que utilizaron con los mestizos para que les ayudaran a domar y catequizar a las tribus salvajes de la provincia, y además para que los misioneros tuvieran protección en las labores que desarrollaban en las comarcas. Los rebeldes esperaban contar con esas armas que había en la región, no importaban cómo fuera el modo de conseguirlas; lo que los conllevó a tejer una redada para lograr esos elementos bélicos que tenían en la casa del gobernador, como lasque tenían los misioneros. Casanare se convierte en el punto de partida para organizar una fuerza insurreccional debido a varias razone, entre ellas: el hecho de ser una región aislada del gobierno central; el sentimiento libertario de sus habitantes; el escaso dominio del gobierno colonial. Además estaba latente el sometimiento y el engaño que el gobierno virginal había cometido contra el movimiento comunero en 1782, dado que muchos de los que participaron fueron perseguidos y encontraron como salvación huir hacia los Llanos donde podían tener tranquilidad.
Movimiento insurreccional de Cadena, Rosillo y Salgar en Casanare Los adolescentes Vicente Cadena, José María Rosillo y Carlos Salgar llegaron con la firma convicción de organizar un movimiento e resistencia ante el gobierno virreinal; así, se desplazan por las distintas misiones del Llano casanareño en búsqueda de simpatizantes a la idea. Con un grupo de seguidores llegaron a San Miguel de Macuco, donde buscan al corregidor, a quien intentan apresar, pero como se encontraba en Guanapalo decidieron seguirlo, dándole alcance y lograron arrebatarle algunas armas. Los constantes movimientos de los insurrectos en las dilatadas llanuras despertaron un ambiente de rebelión, el que se extendió con rapidez y entusiasmo entre todos los habitantes llaneros; además, se destaca el caso particular de los misioneros del llamado clero bajo, el cual estaba identificado con la resistencia frente al gobierno virginal. Es el caso de fray José Antonio Jaramillo, cura de Guanapalo, quien se preocupó se esmeró por atenderlos, proporcionándoles provisiones, algunas armas y caballos para desplazarse. Además de la buena acogida del párroco de Macuco y Guanapalo encontraron apoyo en otros misioneros, como el prefecto de las misiones fray Pedro Cuervo, de La Trinidad, quien les ayudó a conseguir armas, víveres abundantes, caballería para trasladarlos por la sabana, además les auxilió con dinero. La ayuda que prestaron los misioneros a esta insurrección se debe al concepto ideológico que manejaron los rebeldes frente a los religiosos cuando se mostraban adheridos a Dios y a Fernando VII, pero atacaban al virrey de Santafé y a don Manuel Godoy como traidores del monarca y como opresores y tiranos del pueblo. Entusiasmados por la acogida al movimiento, el 11 de febrero de 1810 salieron de Macaco hacia Pore la capital y era donde existía mayor dominio del gobierno virreinal. Partieron con el proyecto de hacer un asalto al gobernador Remigio María Bobadilla, quien tenía en su gobernación buena cantidad de armas y municiones, las que servirían para aumentar la insurrección iniciada.
En el camino, llegando a La Trinidad, se les incorporó Carlos Salgar, quien había conseguido dos cañones pequeños y otros elementos de guerra que le había proporcionado el cura de Santa Rosalía; así mismo el cura de La Trinidad, fray Juan de Dios Pérez, también les izo valiosos aportes en elementos bélicos traducidos en regular cantidad de munición y además algunos víveres. Con ese importante apoyo del sector religioso, los habitantes se sentían motivados y pasaban con mayor entusiasmo a las filas rebeldes, y así las tropas rebeldes aumentaron inusitadamente. Llegaron a Pore el 15 de febrero en la madrugada, logrando tomarse la capital sin problema alguno. Pero contaron con mala suerte al no encontrar en la gobernación a don Remigio Bobadilla, quien se encontraba en Támara. Los insurgentes iniciaron su actividad concientizadora frente a los habitantes de Pore y las autoridades del Cabildo y del Resguardo, pero estos aprovecharon para urdir una celada contra los cabecillas del movimiento. Los funcionarios del Cabildo y del Resguardo inventaron una reunión con los rebeldes para convencerlos que desistieran de la empresa de atacar a las autoridades virginales, pero el objetivo era conocer a los cabecillas y apresarlos, ya que sabían que sin éstos podrían destruir fácilmente el movimiento. El único que asistió fue Carlos Salgar, pero sintiéndose acosado, notó el plan que tenían, salió en veloz carrera a la calle, llamando a sus compañeros, quienes acudieron de inmediato, pero los cabildantes se disculparon y tratando de disimular su acción contra los rebeldes se retiraron. Sin tomar precaución alguna y con desconcierto, esa misma tarde se retiraron los rebeldes a Nunchía, en donde encontraron apoyo del alcalde Pedro Pinzón, viejo comunero que se unió a estos y juntos continuaron hacia Morcote. El error de no apresar a las autoridades de Pore fue el preludio del fracaso, ya que estos se unieron y llamando a las autoridades de Ariporo y de Chire se organizaron y salieron en su persecución. El domingo 18 de febrero el sueño de los insurgentes fue interrumpido por las voces pidiendo rendición. Los rebeldes opusieron resistencia; sin embargo unos huyeron, otros murieron y otros cayeron presos, entre ellos Vicente Cadena y varios de sus compañeros. Salgar y Rosillo lograron escapar, pero Rosillo fue aprehendido días después en el hato del Tocaría, de donde fue llevado a Pore, donde estaban los demás cautivos. El tercero logró salir a Tunja, pero allí fue apresado y llevado a Santafé, liberado el 20 de julio y de inmediato se incorporó a las fuerzas republicanas y murió en 1816 en las montañas del Huila. Cadena y Rosillo, hechos prisioneros en Pore, se les inició un fuerte proceso para determinar su castigo; mientras tanto en Santafé, las autoridades enteradas de tal revolución enviaron un destacamento de soldados veteranos que marchó al mando de Juan Sámano el 24 de febrero de 1810, con la orden de restablecer la tranquilidad y castigar a los respnsables del levantamiento y pasar por la última pena del suplicio a los rebeldes que iniciaron la insurrección. Informada la Audiencia de la tranquilidad de la provincia, ordenó a Sámano volver a Santafé, y enviar a los Llanos de Casanare una ropa de 24 infantes al mando del oficial Francisco Surga, quien tenía orden de castigar a los rebeldes con la horca. Además, la Real Audiencia envió al alcalde provincial de Tunja, don Pedro Nieto, para que asesorara el proceso y ordenara el castigo último a los insurgentes, según dictamen suyo. Tan monstruoso le pareció éste a don Remigio Bobadilla, que escribió al virrey solicitándole autorización para enviarle los presos a Santafé, donde deberían ser sentenciados. Pero el asesor enviado por el virrey, el tunjano Pedro Ignacio Nieto, ordenó la ejecución en la horca a los dos protomártires Cadena y Rosillo, declarándolos enemigos públicos. El veredicto del alcalde de Tunja fue el siguiente: Señor Gobernador: Por el motivo del delito de bullicio y conmoción ejecutado en esta provincia por don José María Rosillo y don Vicente Cadena, pues Usía declarados por enemigos públicos del Estado y de la Patria, condénalos a que mueran en la horca, remitiendo las cabezas y causas al excelentísimo señor virrey, con costo a aplicación al fisco de los bienes que resulten pertenecientes a ellos. Pore, 22 de abril de 1810. Pedro Nieto. El gobernador don Remigio Bobadilla no tuvo otra alternativa que ordenar la sentencia para el 30 de abril, ahogando así el primer grito de revolución granadina. El 30 de abril de 1810 los condenados Cadena y Rosillo fueron indagados con indolencia, sin derechos a la defensa. Estos mártires fueron sacrificados aquella tarde, entre la una y las tres. Estaba determinado pasarlos por la horca, pero como no hubo verdugo capaz de proceder de esa forma, las autoridades resolvieron hacerlos fusilar por las tropas de Francisco Surga, quien había llegado enviado de Santafé en reemplazo de Sámano. Luego de arcabucearlos, les quitaron las cabezas, las cuales fueron entregadas ensangrentadas a don Dionisio Chacón y a Miguel Camacho. Estos partieron para Santafé con su cargamento mortal para ser entregado a las autoridades virreinales, quienes quisieron ponerlas en escarpias para atemorizar a los granadinos que pensaran sublevarse. Consumada la sentencia, los habitantes de Pore entraron en horror e indignación contra las autoridades virreinales. También en Santafé fue calificado como el crimen más abominable. Sucesos que llenaron de furor e indignación a todos sus pobladores. Con estas ejecuciones, los jóvenes socorranos, de apenas 18 años, se convirtieron en los primeros mártires de la revolución granadina, después de los líderes comuneros de 1781. los habitantes de la provincia de Casanare y particularmente de Pore, como testigos de tan inescrupulosa represión, empezaron a manifestar su repudio con el inicio de nuevos grupos de resistencia para lucha contra el gobierno virreinal. Los sucesos de Pore sirvieron para que los llaneros tuvieran plena identificación del enemigo; grupos que empezaron a surgir con la firmeza de declararlos enemigos a muerte debido a que sentían mancillada y humillada la dignidad humana, la dignidad de ser llaneros. Si este movimiento insurreccional, que se inició en Casanare, hubiera prosperado, habría tenido otros matices, otras circunstancias, otros tiempos y otras condiciones la liberación de la Nueva Granada. Sin embargo, el horrendo hecho cometido por las autoridades virreinales y sus cómplices como el tunjano Pedro Nieto fue rechazado en todas las provincias del interior del Reino. El hecho histórico de la revolución de Casanare fue relatado por José Manuel Restrepo en su obra “Historia de la Revolución en Colombia”, en la siguiente forma: Cuando estas noticias se difundieron en la provincia de la Nueva Granada, los pueblos que sufrían con impaciencia el yugo español, comenzaron a excogitar el modo de sacudirlo. Dos jóvenes de la provincia del Socorro, ellos don José María Rosillo y don Vicente Cadena, unidos a don Carlos Salgar, penetraron hasta los Llanos de Casanare, e intentaron hacer una revolución la que fue muy mal combinada. Auxiliados sin embargo por los habitantes de la provincia, se apoderaron de las armas y alborotaron varios lugares. Mas el virrey envió tropas que los atacara; Rosillo y Cadena fueron aprehendidos por el gobernador don Remigio Bobadilla y condenados muerte conforme al dictamen del real acuerdo, cuando su proceso aún se hallaba en estado de sumario. El doctor don Pedro Nieto, abogado imbécil, fue quien se prestó a servir de este modo a los tiranos de su patria. La sentencia fue ejecutada inmediatamente y las cabezas ensangrentadas fueron conducidas a Santafé. La Real Audiencia acordó que para escarmiento se fijaran sobre escarpias en lugares públicos; pero los oidores vieron excitarse de tal fermentación en el pueblo de la capital que solamente con la noticia de que iba a darse tan desagradable espectáculo se arrepintieron de su designio e hicieron enterrar furtivamente las cabezas de aquellos jóvenes desgraciados. Controlada la sublevación ocurrida en Casanare y ante la acción exagerada y represiva de las autoridades virginales, se apaciguaron en forma relativa los distintos alzamientos en el Nuevo Reino de Granada en todos los lugares y provincias.
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