MIRADOR DEL CERRO INGRUMÁ EN RIOSUCIO (CALDAS)
La ciudad de Riosucio (Caldas) posee una riqueza paisajística sin igual, vista desde las faldas del Cerro Ingrumá, Resguardo Indígena de Nuestra Señora Candelaria de La Montaña.
Recostado sobre una suave pendiente a los pies del cerro y al costado izquierdo del Río Imurrá, el centro urbano de Riosucio conserva intacto cerca de un 80% su casco urbano tradicional de manzanas cuadriculadas, calles sin árboles, casas de uno o dos pisos con aleros, paredes de bahareque, techos de teja de barro y patios y solares interiores. Y dominando el espacio urbano, sobresaliendo por sobre los entejados, la formidable iglesia de La Candelaria y el más sobrio y más antiguo templo de San Sebastián.
En dirección norte se aprecia la ciudad moderna, que sigue el eje de la Avenida de Los Fundadores hasta Tumbabarreto, abierta en tiempos del general Rojas Pinilla, cuya construcción fue un acierto, ya que permitió que la ciudad creciera sin necesidad de destruir su asentamiento fundacional.
Hacia el nororiente de la ciudad, detrás de una hondonada, asoman las colinas verdes de Sipirra, pobladas de guaduales, ofreciendo a la vista un hermoso contraste con los tejados terrosos del centro poblado.
En la misma dirección, entre los cerros supieños de Cruz de Helecho y El Campanario, se ofrecen espléndidas salidas del sol y de la luna, amaneceres y atardeceres propicios para arrullar amores.
Al frente, en una conjugación rodeada de misterio, vemos el cerro Sinifaná, alineado en línea recta con el Ingrumá.
En el oriente profundo, detrás de la iglesia de La Candelaria, varias cadenas de montañas de laborioso perfil descienden en variados tonos de color hacia la vega de Supía y el río Cauca. Y en las noches, las luces del municipio de La Merced alumbran en el horizonte.
Hacia el sur, el cerro Ibá, de la cordillera del Romedal, sirve de primer plano a una más lejana cadena de montañas que remata el paisaje, alcanzándose a divisar en los días despejados el Nevado del Ruiz, lo que ocurre con frecuencia
Pero la magnífica vista de la ciudad que se ofrece desde el pie del Cerro Ingrumá es un espectáculo prácticamente desconocido por la mayoría de habitantes de Riosucio, puesto que son pocos los barrios altos. Este paisaje no está integrado a la vida cotidiana del municipio, haciéndose visible para sus habitantes solo en los contados días especiales de peregrinación al cerro (Semana Santa, 3 de Mayo y 14 de septiembre). Y en todo caso no hace parte del recorrido de las personas que visitan la ciudad, salvo cuando estas faldas se convierten en dormitorio improvisado para algunas personas en los Carnavales de cada dos años.
Si los riosuceños tuvieran la oportunidad permanente de contemplar su ciudad desde un sitio elevado, debidamente acondicionado como mirador, no sólo tendrían la oportunidad de recrearse con el paisaje espectacular de la divisa, sino que se harían más concientes de la belleza de su ciudad y de la altísima calidad ambiental de su emplazamiento.
También podrían apreciar el hecho triste de que lenta pero inexorablemente su ciudad tradicional, la que construyeron los abuelos, la que testimonia un pasado valioso, está siendo destruida. Aquí y allá aparecen techos de eternit y construcciones que sobrepasan la altura promedio del contorno. Las casas de bahareque se tumban para levantar en su lugar casas de ladrillo y cemento que rompen la arquitectura tradicional, acaban con los útiles aleros, y alteran con sus fachadas modernas la agradable armonía de las calles.
Si los riosuceños pudieran mirarse a sí mismos desde un altozano, se darían cuenta de que corren el riesgo inminente de caer en el error de los habitantes de Supía y de Anserma, quienes demolieron casi todo su patrimonio arquitectónico antiguo y se quedaron sin memoria, convertidos en pueblos anodinos en los que nadie se detiene, porque nada los diferencia de los caóticos barrios de las ciudades grandes.
De ahí que sea no solo conveniente sino urgente dotar a la ciudad de Riosucio de un MIRADOR en las faldas del Cerro Ingrumá, que incorpore la hermosa vista de la ciudad antigua en la cotidianidad de sus habitantes y en la mirada ocasional de los visitantes.
Este mirador podría cumplir otras funciones urbanas, de tipo recreativo-cultural. Por ejemplo, se le podría dar la forma de un pequeño TEATRO AL AIRE LIBRE, de manera que una programación regular de manifestaciones culturales sirva de polo de atracción de la comunidad riosuceña y foránea.
El terreno y la administración de este Mirador se concertaría entre las autoridades municipales y las autoridades del Resguardo Indígena de La Montaña, como corresponde a su ubicación.
Riosucio, 27 de febrero de 2006 |